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periodismo universitario en internet

El principio de la revolución deportiva

El deporte femenino no se ha desarrollado paralelamente con el masculino. La mujer deportista, la misma que compite, gana y bate récords nació en los umbrales del siglo XX. Se vieron obligadas a defender su práctica ante las críticas de los sectores tradicionales de España, pero el progreso deportivo de las mujeres ha saltado las barreras. La mujer española está despuntando en el deporte desde los últimos cincuenta años. El lector deportivo habitual reconocerá, en mayor o menor medida, los nombres de Blanca Fernández Ochoa (esquí), Arancha Sánchez Vicario (tenis), Conchita Martínez (tenis), Marta Domínguez (atletismo) o Amaya Valdemoro (baloncesto). Si ojeamos hoy en día la prensa deportiva nacional encontraremos, no a simple vista, noticias sobre Mireia Belmonte (natación), Carolina Marín (bádminton), Ruth Beitia (atletismo) o Verónica Boquete (fútbol). Sin embargo, todo fruto, tuvo una semilla: las mujeres de la primera mitad del siglo XX sembraron una revolución que presenciamos hoy.

 

El profesor Francisco Javier Caspistegui afirma que “durante todo el siglo XIX el rol de la mujer fue el de ama de casa, madre y educadora de los hijos, incluso en el krausismo y los movimientos obreros”. De hecho, estaba relegada en la toma de decisiones y la organización social. Sin embargo, todo cambió en los años de la I Guerra Mundial. Durante su estallido, la mujer adquirió mas responsabilidades en el ámbito social y laboral, a falta de hombres que, combatiendo en el frente, no podían controlar el flujo productivo de los países beligerantes. Capistegui apunta que con la guerra, Europa tuvo una relajación moral, de la que también “se comenzó a contagiar la neutral España a través de los espectáculos”.

Los años veinte deportivos de la mujer

En realidad, la actividad deportiva ha estado ligada desde sus orígenes en la sociedad moderna a las clases altas, élites de los países cultural, industrial y económicamente más desarrollados, como expone el profesor y Decano Antonio Rivero Herraiz en la revista Kronos (número 6). Solo en algunos países y muy tímidamente en España, la actividad física se extendió a la pequeña burguesía y las clases medias. En las zonas urbanas, el deporte y otras actividades de ocio tuvieron una creciente expansión en torno a los años veinte, lo que aumentó el malestar en los sectores más tradicionales. “¡Cuántas adoraciones tiene hoy la carne!”, se lamentaba en 1925 el obispo de Pamplona, Mateo Múgica. Una afirmación que se aplicaba más en el ámbito femenino.

El profesor Xavier Torrebadella-Flix expone en Revista de Ciencias del Deporte (número 9) que a partir de esta década fue cuando se inició una progresión del asociacionismo deportivo, sobre todo debido a la popularización del fútbol, que condujo al movimiento deportivo a la eclosión popular de los años treinta. El deporte deja de lado el amateurismo para asumir una continua especialización y profesionalismo. Teniendo en cuenta que la mujer no podía desarrollar un oficio en profundidad fuera de la limpieza y la costura, en un tiempo de “reducción de telas y recortes de pelo”, de fumadoras, de las “star”, las “girls” y las “sportswomen”, las disonancias del género femenino eran extremadamente complicadas de compatibilizar. Caminar por la vía “ociosa” sería una lucha constante en la que pocas mujeres verían progresos a lo largo de sus vidas.

La deportista Lilí Álvarez tiene una gran trayectoria deportiva

Reportaje del diario Abc del 1 de agosto de 1926 sobre la final de Lilí Álvarez en Wimbledon

En este sentido, sacamos a colación la trayectoria de la deportista Lilí Álvarez, “la contradicción encarnada en coherencia”, como muy bien definió Caspistegui. Elia María González-Álvarez y López Chicheri fue una polifacética deportista formada y entrenada en los círculos aristocráticos y exclusivos de Europa desde que nació en Roma en 1905.

Lilí se dedicó al patinaje entre los años 1910 y 1922, cuando aun imperaba el rígido estilo inglés, compuesto de una variedad de figuras obligatorias, por ejemplo, los ocho, los tres, los círculos, los rockers y los brackets o las espirales. Debían realizarse con un completo control del cuerpo y sin movimientos de brazos y piernas innecesarios. Lo contrario al estilo internacional, desarrollado en Viena y cuyo mayor representante fue el patinador Jackson Hainen, quien introdujo mayor libertad de movimientos junto al elemento musical. El profesor de patinaje de Lilí Álvarez y su padre eran defensores del estilo inglés, por lo que no pudo disfrutar de la libertad técnica que se extendía en Europa. No obstante, con 16 años consiguió la medalla de oro en los exámenes de categoría en la escuela de Davos. En el invierno de 1923, la familia Álvarez y Chicheri se desplaza a Viena para que Lilí entrenara, con el objetivo puesto en las Olimpiadas de Invierno en Chamonix, pero una lesión inhabilita a la deportista para practicar el patinaje. Un accidente que le permitió centrarse en el tenis a partir de entonces.

En Ginebra recibe sus primeras clases de tenis por parte del profesor Jack Cawdrey, perteneciente al club de canchas cubiertas donde se jugaban los Campeonatos de Suiza. Dicho profesor inglés implantó la técnica tenística en Lilí, gracias a la cual pudo desarrollar su marcado estilo de ataque y rapidez en el juego. En 1919, Lilí ganó su primer torneo, el Campeonato de Suiza de canchas cubiertas, con el que comenzó oficialmente su carrera en el tenis. En mayo de 1923, la familia Chicheri se desplaza a la Riviera Francesa donde la deportista participa en el Campeonato de Tenis del Club de Niza y la prensa comienza a llamarla “The Señorita”, por sus orígenes españoles. Lilí Álvarez consiguió disputar la final de Wimbledon tres veces consecutivas (1926, 1927 y 1928). En el 29, ganó el Roland Garros de París en dobles femeninos junto a la holandesa Kornelia Bouman.

Lilí Álvarez estuvo presente en la Olimpiada de París de 1924 y junto a Rosa Torres, se convirtieron en las primeras mujeres que representaron a España en unos juegos olímpicos. Ellas, Ernestina Baenza de Herreros y Margot Moles, participantes de los Juegos Olímpicos de invierno por la modalidad de esquí en Alemania en 1936, fueron las pioneras del movimiento olímpico femenino español. El primer partido de Lilí en las Olimpiadas de 1924 lo disputó contra la norteamericana Scharman, venciendo por 6-2, 6-2. En octavos de final derrota a la india Polley por 6-0, 6-3 y en cuartos de final es vencida por la francesa Golding por 6-4, 4-6 y 8-6.

Cataliña Gómez Riaño expone en “Vida y Obra de Lilí Álvarez” que hacia los años veinte, el deporte femenino va tomando cuerpo, si bien la prensa deportiva sigue haciéndose eco de la moral estética e higiénica del deporte femenino y continúa presentándola primero como mujer y luego como deportista. La presencia y participación de las mujeres en el movimiento olímpico fue lento y lleno de dificultades. La competición femenina en las Olimpiadas de atletismo, deporte muy criticado por la prensa española del momento, empezó en 1928, algunos años después de sus primeras intervenciones desde 1900 en tenis, gimnasia, natación y otros deportes considerados mas propios de su sexo. Ya en la década de los años treinta, las mujeres fueron a menudo heroínas de los Juegos y gracias a las medallas obtenidas para sus países respectivos, su popularidad alcanzó niveles indescriptibles. Aunque el fundador de las Olimpiadas, Pierre de Coubartain continuará hasta en la víspera de su muerte criticando la competición femenina: la mujer debe practicar cuantos deportes quiera pero sin hacer espectáculo de ello.

La mujer que bate récords en la II República

La prensa cubre el deporte femenino

Mundo Deportivo cubre los campeonatos internacionales de hockey femenino en 1932

En España, a partir de 1931 el panorama cambia radicalmente. El derecho al sufragio universal, el divorcio, la emancipación laboral y también lo deportivo renueva el status de la mujer. En la II República, comienza a notarse una mujer decidida y capaz de competir y mejorar continuamente. La prensa cambia su papel paternalista por la cobertura de una mujer deportista, que bate récords y se incorpora a la red de federaciones.

En los años treinta empiezan a despuntar deportes como la natación y atletismo femeninos. Sería en esta década cuando el deporte femenino se integra de lleno en la estructura federativa. Con anterioridad a esta fecha, solo el tenis ha sido una práctica deportiva sistematizada e institucionalizada a través de sociedades y clubes deportivos, deporte que desde sus inicios en España contó con la presencia constante y creciente de la mujer participando de forma incesante desde los albores del siglo XX hasta la actualidad.

En la década de 1930, Lilí Álvarez forjó su palmarés llegando a tres semifinales individuales del Roland Garros (1930, 1931 y 1936). A lo que se suma sus victorias en los Campeonatos de Argentina e Italia en 1930 y 1931, respectivamente. Además de su triunfo en el tenis, con cinco años también aprendió a esquiar y desde entonces no desatendió su cita con la montaña en cada invierno hasta los años treinta. No le influía la competición, sino que era la experiencia del deporte en sí lo que la entusiasmó. Pese a todo, participó en varias pruebas como la “Lady Deterding Cup” en Saint – Moritz, celebrada en 1930 y en la que ganó la prueba de descenso. Tras el evento, el diario La Vanguardia le dedica la portada del 9 de enero de 1930. Si bien estas pruebas no tienen carácter oficial, ya que se organizan para los aficionados, presumen aun hoy en día de gran popularidad para los amantes del esquí.

Como apunta Catalina Riaño González, a partir de 1925, el esquí desplazó a los otros deportes de invierno. La regulación de su práctica y enseñanza fomentaron su difusión gracias al método Arlberg, inventado por Hannes Schneider y la escuela que él mismo fundó en Sank Anton, la cual se convertiría junto a Saint-Moritz, en uno de los centros neurálgicos de esta nueva modalidad deportiva. En esa época, la polémica en torno al fomento del esquí y la proliferación de estaciones destinadas a este deporte se acentúa. Lilí Álvarez defendía el esquí como práctica deportiva y turística, frente a los defensores de los espacios naturales y su conservación.

Tanto apoyaba el fomento de este deporte que en 1935, ella y su marido, el conde De La Valdene, proponen la construcción de la estación de esquí de Mèribel, tal y como prueban los documentos personales de Lilí que la Doctora Riaño encontró en el marco de su investigación. Sin embargo, el proyecto no saldría adelante por falta de inversión económica y apoyo del gobierno francés. Una empresa que finalmente la desarrollaría el arquitecto británico Peter Lindsay y llegará a ser un referente para la práctica del esquí en la Saboya francesa, junto a Courchevel, La Tania, Brides-les-Bains, Les Menuires, Saint Martin de Belleville y Orelle, pertenecientes a la comarca Los Tres Valles, el mayor dominio esquiable del mundo con más de 600 kilómetros de pistas.

Campeonatos femeninos de natación

Mundo Deportivo cubre los festivales de natación femeninos en 1932

Durante la etapa republicana, se celebran las primeras competiciones nacionales femeninas de natación. Cabe destacar que la natación femenina ya contaba con el Club de Barcelona, Athletic Club y Club del Mar, fundados en la primera veintena del siglo XX. En 1932 el equipo femenino del C. N. Barcelona se enfrenta contra las Monuettes de París y pese a que la españolas no se llevaron la victoria, la prensa de entonces las valoraba como dignas competidoras. Además, tras culminar las competiciones, el diario Mundo Deportivo recoge las palabras de la nadadora Carmen Soriano. Unas simples declaraciones pueden simbolizar un hecho imprescindible en el progreso de las mujeres hacia la igualdad de condiciones, más aun cuando hablamos del primer tercio del siglo XX.

Asimismo, el 6 de enero de 1932 tuvo lugar el primer campeonato internacional de hockey femenino (la Real Federación de Hockey se funda en 1922), disputado entre el equipo español Polo Hockey Club de Barcelona y el Royal Beerschot H.C. de Amberes. El Mundo Deportivo señalaba a Rosario Ayer, María Teresa Perearnau y Montserrat Pla como jugadoras rápidas y audaces.

El atletismo es otro de los deportes practicados por mujeres que despegan en los años treinta y, del mismo modo, una de las disciplinas más criticadas por los sectores tradicionales, incluida la prensa, por sus efectos “masculinizantes” sobre la mujer, quien estaba obligada a mantener su feminidad. No obstante, el profesor Javier Etayo afirma que fue la Sociedad Atlética de Madrid la primera entidad que organiza un concurso atlético femenino el 23 de junio de 1929. En tan solo una tarde, surge el atletismo femenino y además se consiguen los primeros récords. Este ejemplo lo siguió Barcelona, y el 21 de abril de 1930 organizó el primer festival de atletismo femenino en Cataluña. En 1931 se celebraría en Madrid el primer Campeonato de España femenino, repitiéndose en los años 1932, 1933 y 1935. De manera oficial, la competiciones se interrumpen debido al estallido de la Guerra Civil, pero la prohibición del atletismo se perpetúa hasta 1963. No obstante, algunos estudiosos del tema sostienen, al igual que Etayo, que en los años cuarenta tuvieron lugar competiciones de atletismo femenino.

La efervescencia política y social fomentaba la aparición de sociedades con tinte político. En la década de los viente, surge la Federación Universitaria Escolar (FUE) destinada a apoyar al sector progresista en la Universidad. En 1910, una Real Orden permitió a la mujer cursar estudios universitarios, por lo que también las encontramos a ellas en ese ambiente. Cabe destacar por otra parte, que el fascismo del mismo modo tuvo representación en la Universidad mediante el Sindicato Español Universitario, fundado por Falange Española con la intención también de promover el deporte. Según el periodista Fernando Carreño “José Antonio Primo de Rivera decía querer una España ‘alegre y faldicorta’ aunque luego los suyos se alinearan con las sotanas y las gorras de plato”.

Las deportistas de atletismo

Margarita Moles lanzando el martillo en 1932. Abajo Sonia Godell (1994) / AEEA

El ámbito universitario dio origen a deportistas como Margot Moles, campeona de disco en 1931 y 1932, y de peso en 1932. La IAAF (International Association of Athletics Federations) no reconoció el martillo femenino como modalidad competitiva hasta 1995, pero sí dio validez a las plusmarcas conseguidas antes de esa fecha en calidad de mejor marca del mundo: los 22,85 metros de Moles fueron la mejor marca mundial de todos los tiempos, en otras palabras, récord del mundo, hasta que el 20 de julio de 1975 la británica Rosemary Payne lanzara a 32,08 metros. Asimismo, también tuvo la condición de deportista olímpica pero no con el atletismo, sino con el esquí en los Juegos de Invierno de Berlín 1936.

No obstante, la guerra acabaría con la vida deportiva de Margot Moles. Sus familiares eran republicanos reconocidos por lo que se vieron obligados al exilio o bien murieron. Moles se quedó en España y aunque había sido profesora de Educación Física en el Instituto Escuela, tras la guerra tenía prohibido ejercer. Según Julián García Candau en Deporte en la Guerra Civil, Moles se dedicó a la sastrería y costura hasta su muerte en Madrid, el 19 de agosto de 1987.

Otro deporte surgido en España durante los años treinta es el balonmano, además muy representativo para la historia deportiva femenina. Según el experto en balonmano, Juan de Dios Ruesga, la asturiana Purina Zapico introdujo el balonmano entre la sociedad española en la primavera de 1938. Hija de un militar y diplomático, de orígenes asturianos como sus abuelos, Purificación Zapico Maroto residió en Berlín mientras realizaba sus estudios universitarios. En Alemania estudió y jugó a Balonmano y con veinte años regresa a España para, quizá sin saberlo, iniciar una nueva práctica deportiva, por entonces llamada Hand-ball. Natural del municipio asturiano Pola de Laviana, enseña a sus amigas a jugar con la técnica alemana y el espíritu deportivo de aquella juventud centroeuropea. Transcurrido poco tiempo, forman dos equipos completos de campo, eran las blancas contra las azules.

Siguiendo el planteamiento de Ruesga, antes de esta fecha los primeros datos que se conocen en España se refieren a oficiales y estudiantes alemanes que, junto con compañeros de otras nacionalidades, lo practicaban en academias militares, colegios alemanes y liceos franceses. Sin embargo, la investigación del profesor Xavier Torrebadella-Flix establece que fue el entrenador húngaro Sissy Alkalay, afincado en Barcelona hacia 1924 y entrenador del RCD Español, quien incorporó un reglamento de Hand-Ball en su libro “Método práctico para el entrenamiento del foot-ball”, publicado un año después.

No obstante, la Real Federación Española de Balonmano confirma la función de Purina Zapico, quien contacta con las autoridades deportivas en Madrid para preguntar por las competiciones de Balonmano a finales de 1939. Las noticias fueron que no existían torneos regulados en España y Zapico les entrega el reglamento de competiciones elaborado por los maestros berlineses Max Heiser y Karl Shelenz y aprobado por la Federación Internacional, que ella misma tradujo al castellano.

Hacia el final de la guerra en 1939, Purina Zapico sale de España junto a su marido Antonio Stuyck. Según el diario La Nueva España, tenían planeado ir a México cuando estalló la II Guerra Mundial, por lo que no pudieron partir y se refugiaron en Londres hasta 1947, cuando finalmente marcharon a Venezuela.

La experta Celia Carrión Rubio explica que dentro de lo minoritario que es el deporte femenino en esta época, también existen referencias testimoniales de la participación de la mujer en otros deportes como la equitación, el croquet o el ciclismo. El último se reducía a la organización de trayectos cortos en el contexto de festejos locales, resultado de la afición despertada por el Tour de Francia y la Vuelta Ciclista a España. Del mismo modo el baloncesto, introducido por el padre Millán en 1922, ve surgir al primer club femenino en 1929, aunque no jugará el primer campeonato nacional femenino hasta 1943. La propia Lilí Álvarez también participó en competiciones de automovilismo y billar, de la misma forma que Purina Zapico practicó el hockey.

La etapa contradictoria del deporte femenino

Antes de que la Guerra Civil acabara, Pilar Primo de Rivera crea la Regiduría Central de Educación Física (1938) con la intención de que la educación física fuera una materia integrada en la educación general de la mujer española dentro de una moral religiosa. Si volvemos a la posición de la Iglesia sobre el estado de la mujer durante el conflicto, referimos a la Carta de Marcelino Olaechea, obispo de Pamplona, a Asunción Alcázar de Nagore, secretaria de la Junta Diocesana de Mujeres Católicas de la ciudad navarra de 6 de junio de 1937: “Todos nos hallamos en guerra; y no es comprensible que mientras los padres, los esposos, los hijos, los hermanos, los novios afrontan con heroica entereza cristiana los mayores sacrificios en los campos de batalla y dan en ellos su sangre y su vida, sigan las mujeres de la retaguardia pensando y viviendo con la frívola vulgaridad de su vida, que no saben ponerse a tono con la grandeza de la epopeya que están escribiendo sus hombres”.

Francisco Javier Capistegui propone otro ejemplo como la iniciativa de las mujeres de Acción Católica, quienes se comprometieron, entre otros puntos, a “no asistir a espectáculos (cine, teatro, deportes, etc.), sin haberse previamente informado de su absoluta decencia”; no asistir “a los cafés, clubs y demás lugares de recreo tradicionalmente reservados en nuestras costumbres a los caballeros”; “no tomar parte en excursiones y deportes a los que concurran caballeros”; “no usar en ninguno de estos deportes (hockey, tenis, caballo, caza, sierra, etc.), pantalón ni falda pantalón, sino trajes eminentemente femeninos”. No obstante, estas medidas no obtuvieron el éxito esperado porque, aun dentro de los límites de la dictadura nacional-catolicista, las quejas y lamentos sobre la fémina libertina eran continuas.

El Papa Pio XII confesaba en una audiencia el 24 de abril de 1943 que “la antigua figura femenina está en rápida transformación. Podéis ver que la mujer, y sobre todo la joven, salen de su retiro y entran en casi todas las profesiones, hasta ahora exclusivo campo de acción y vida del hombre”. Capistegui reflexiona que pese a las campañas lanzadas desde los años diez, los nuevos modelos avanzaban sin remisión posible.

Las mujeres han participado en los juegos olímpicos desde 1900

136 mujeres atletas participaron en las Olimpiadas de París, 1924 / AEEA

A pesar de los intentos por adoctrinar a una mujer basada en valores como la piedad, la sumisión, la pureza y la domesticidad, tras dos décadas de evolución, resultaba complicado regresar a modelos anteriores. Incluso sectores como la Sección Femenina tenían una visión sobre la mujer que distaba de las reticencias de la Iglesia y deja entrever las contradicciones de la Dictadura. La Sección Femenina se basaba en los planteamientos alemanes acerca de la Educación Física, como una manera de adoctrinar a la mujer y controlar a la sociedad en general.

Si bien esta mano del régimen definía a la mujer como “perfecto complemento del hombre”, en 1942 el diario deportivo El Gol publicaba lo que supone el deporte para la Sección Femenina: “Nuestra ambición es formar grandes campeonas que lleven el nombre de España a todas las competiciones y sepan presentarla con dignidad; pero aun más, si cabe, nos interesa educar en la disciplina del deporte: mujeres que sepan ganar y sepan perder, que sepan aceptar su derrota sin despecho, puesto que ninguna derrota es deshonrosa si se ha luchado valientemente […]”. Tal y como reflexiona Caspistegui, podríamos estar ante una modernización defensiva, es decir, el intento de hacer compatible tradición y modernidad sin llegar a mostrar propósitos rupturistas.

Estas contradicciones las encarnó propiamente Lilí Álvarez. Una mujer polideportiva, pero en la misma medida, era una cristiana consumada. Defensora de la mujer en igualdad, se retiró del deporte tras el Campeonato de España de tenis en 1940 frente a Pepa Chavarri y los Campeonatos Nacionales de esquí celebrados en Candanchú en marzo de 1941, en los que fue campeona absoluta, y, a partir de aquí, comenzó una etapa de reflexión interior que volcó en sus numerosos libros y artículos. Su deportividad y la libertad que le permitió desarrollarla las compatibilizaba con su catolicismo militante, lo que le valió para comprender las estrecheces de la España de su tiempo: “¿Cómo pueden, por ejemplo, dictaminar sobre el traje de baño gentes buenísimas, pero que no han nadado en su vida? ¿O sobre la vida moderna, personas que la desconocen o conocen poco y mal? […] Cuando haya muchos buenos católicos deportistas, el deporte cambiará en su mismo aspecto y ambiente colectivos” (Fragmento publicado en su libro Plenitud, 1946).

Lilí Álvaréz intentó dar solución a estas disonancias como escritora hasta que murió a los 93 años el 8 de julio de 1998, sin embargo, su mérito, al igual que el de Purina Zapico o Margot Moles, fue iniciar una lucha a contra corriente, una revolución femenina que innegablemente esta estallando en nuestros días.

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