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periodismo universitario en internet

La crítica que no critica

Pitchfork, writers, music critic

La batalla entre blogs y medios tradicionales ha originado una guerra civil en pos de conseguir más lectores. Ahora, la crítica musical es más benévola con sus contenidos y se suma al desconcierto viciado del periodismo aunque, al final, ambos comparten algo en común: son insostenibles económicamente.

Si The Buggles cantaban en 1979 aquello de “Video Killed The Radio Star”, no sería de extrañar que en 2013 a alguien le diese por recitar algo así como que “el bloguero asesinó al periodista tradicional”. O, al menos, lo tuvo contra las cuerdas. Con la irrupción de los blogs en el ámbito musical, muchos medios tradicionales y revistas especializadas vieron cómo su público corría en desbandada hacia el calor, menos viciado y más personal de las bitácoras. Los años, sin embargo, han tendido a igualar las fuerzas. Los medios tradicionales buscaron refugio en webs que les diesen presencia y visibilidad en las redes sociales y los blogueros han dejado de ser una amenaza para convertirse en un complemento más que un sustitutivo. De hecho, espacios que surgieron como blogs en sus inicios han ido mutando hasta convertirse en revistas digitales igual o más importantes que las grandes. “Creo que los blogs hacen en esencia la misma función que los fanzines hace unos años: los buenos complementan la labor de las revistas ofreciendo puntos de vista diferentes o profundizando en la información de artistas, escenas o sonidos concretos. Por otra parte, Internet ha traído de la mano la aparición de medios online como Pitchfork (a nivel global) o Jenesaispop (en nuestro país) que, aunque surgieron como tal, obviamente no pueden calificarse de blogs, sino que son medios profesionalizados, exactamente igual que las revistas de papel”. Lo dice Luis J. Menéndez, editor y redactor jefe de Mondo Sonoro, una de las revistas más leídas de nuestro país y con más presencia, actualmente, en las redes sociales. La suya siempre ha sido una lucha de igual a igual, por su condición de gratuita, aunque muchos de sus contenidos han dejado de editarse en papel para tener presencia exclusiva en la World Wide Web.

Para entender el éxito primerizo de los blogs, hay que ir a su contenido y a su enfoque, más independiente y alejado de las modas, incluso llegando a instaurar una propia. “Muchos se sienten atraídos por las visiones personales de quien escribe en ellos. Buscan compartir emociones, sensaciones, opiniones concretas. Hay otros blogs que tienen seguimiento pequeño porque sus lectores respetan sus opiniones y su criterio musical, al margen de los grandes medios”, destaca Andrés P. Mohorte, redactor de Hipersónica, aunque “como siempre, depende del blog. Hay algunos semiprofesionalizados que son muy parecidos a los medios de comunicación. En general hay muchos más blogs personales y amateurs cuya credibilidad es inexistente”.

El barcelonés Aleix Ibars fundó el blog Indiespot hace siete años y, a día de hoy, su medio es uno de los más leídos del país en lo referente a música independiente. Para él, el éxito de los blogs reside en el público. “Creo que la clave es que con el nacimiento del fenómeno blog también creció el público potencial, por lo que sencillamente todo se multiplicó, tanto la oferta como la demanda. Los blogs (los que están bien hechos, no las decenas de millones que rondan por ahí sin pena ni gloria ni estilo ni conocimiento de las normas ortográficas básicas) suelen ofrecer cosas que los medios tradicionales no proporcionan, como exhaustividad, especialización, cercanía o inmediatez”.

El dato en Internet, desde luego, sigue siendo demoledor. Según el ultimo informe del ránking Alexa –que computa la presencia de los medios en la red en base a visitas, valoración de Google, enlaces externos y éxito en las redes sociales– sólo dos revistas que se editan en papel (Mondo Sonoro y RockDelux) se posicionan en el top 10 de nuestro país. El resto lo completan revistas online que nacieron como blogs (Jenesaispop, Hipersónica, Muzikalia o PlayGround) y bitácoras como tal (Indiespot, LaFonoteca o Binaural).

Unas tornas más acusadas en el pasado que, además, no empezaron a cambiar hasta que los medios tradicionales aceptaron el puñetazo, se sacudieron la sangre y se levantaron del fango con una visión renovada. Para Andrés P. Mohorte, el KO vino en las redes. “Los medios aquejaron fundamentalmente la presencia en Internet. Es el cambio más sustancial. Casi ninguno de los grandes medios escritos y tradicionales son punteros o líderes en Internet, en su parcela musical, aunque poco a poco están ganando terreno, como Mondo Sonoro.”


Adaptación o muerte

El nuevo contexto hizo que los medios tradicionales debieran replantearse su condición. Se encontraban ante una situación desconocida, que les afectaba tanto en público como económicamente. El lector optaba por una plataforma que estaba al alcance de un click y que era absolutamente gratuita en primera instancia. Cuando los medios escritos decidieron competir contra el nuevo fenómeno subiendo sus contenidos a la red, el público terminó abandonando la compra en el quiosco. ¿La puntilla? Para Xavier Sancho, redactor de cultura en El País, sí: “Mira, al final, todo es culpa del primer capullo que decidió colgar los contenidos de un gran diario gratis en la red. Desde mi punto de vista la única solución de los medios tradicionales es diferenciar total y absolutamente su oferta en papel, en web, en tableta o incluso en app. Esto es lo que ha hecho wallpaper y ha sido un éxito. La solución de  suscripción híbrida del New York Times (semana digital y el periódico del fin de semana en papel en casa) puede funcionar un tiempo pero, al final, el papel debería quedar para salir solo en fin de semana, en formato revista, con grandes reportajes, grandes fotos, artículos de análisis… y dejar para Internet y el móvil la inmediatez, el breve, la última hora y la interactividad”.

En ese clima de inestabilidad, de no saber qué hacer o cómo atacar al fenómeno blogger, muchos medios decidieron incorporarlos. Copiar su modelo de opinión y de cercanía e insertarlo en un altavoz mucho más grande. Una propuesta que terminó por ser poco efectiva, más cercana a una columna de opinión al uso que a un blog, como asegura Aleix Ibars: “Un blog de un medio tradicional se enfoca como la bitácora personal de algún periodista de ese periódico (un poco en la línea de cómo nacieron los blogs en su día), algo así como una columna de opinión diaria que no está demasiado ligada a la actualidad; mientras que los blogs que nacen como tal sí que están inevitablemente ligados a la actualidad, y aunque incorporan la opinión en su enfoque, se trata de una plataforma más dinámica, abierta y constante”.

Mondo SonoroLuis J. Menéndez, sin embargo, insiste en que la revolución obligada para los medios escritos no llegó tan determinada por el contenido sino, otra vez, por la necesidad de luchar en las redes. Y que eso, precisamente, es lo que termina por viciar el contenido. En otras palabras: las revistas viven condicionadas por el lector y no viceversa, como ocurría anteriormente. “Hace un tiempo una revista se podía permitir trabajar con calma e ignorar las demandas de los lectores, marcar el paso y que los lectores fueran quiénes seguían al medio. Con la aparición de Internet vivimos una nueva realidad que se contabiliza en clicks: poca publicidad, mal pagada y que depende de las entradas que consigas en tu medio. Esto se ha traducido en que el medio trabaja a destajo buscando el mayor número de noticias que interesen al mayor número de personas, lo que condiciona absolutamente el contenido, priorizando los nombres más populares y dando la espalda a los minoritarios que necesitan un recorrido y un tiempo del que las redacciones de hoy, cada vez con menos recursos humanos, carecen. Conclusión: empobrecimiento e igualdad a la baja de los contenidos”.

Y este es un mundo en el que las revistas ya no tienen la sartén por el mango, sino que es un triángulo de fuerzas viciado. El lector exige un contenido y lo exige ya. Y tampoco necesita una opinión sobre él. Para eso están los blogs. El contenido –la canción, el vídeo– pasa a ser el dominador absoluto y la revista se convierte en un mero intermediario que actúa, simplemente, como altavoz, esperando a posteriori unos réditos que llegarán, o no, por obra y gracia del lector. Algo que no ocurre con los blogs, sin tanta dependencia del público.

Pero si hay algo en lo que los medios tradicionales aún pueden luchar contra los blogs es a nivel de credibilidad. Al igual que muchas bitácoras se han profesionalizado, proporcionando un contenido que tiene poco que envidiar a otros grandes medios, muchas otras se convierten en un batiburrillo de opiniones personales difusas, sin contrastar y que priorizan la inmediatez por encima de cualquier atisbo de calidad. ¿Cómo actúa el lector, entonces, ante los blogs?

Aleix Ibars, desde su perspectiva blogger, piensa que cualquier fobia se puede superar. “Supongo que de entrada es difícil de creer un blog. Pero la confianza se gana a base de constancia, de demostrar que no se publican cosas solo por publicar o sin haber contrastado mínimamente su procedencia. Es algo que, por desgracia, no abunda en la blogosfera, y por tanto tiende a generar cierta desconfianza general hacia todo lo que se publica en los blogs (rumores, suposiciones, falsas noticias), pero para mí el ideal de un blog es el que está hecho por un periodista que es un experto en esa materia y aborda los temas de forma rigurosa y exhaustiva”.

Otros, como Xavier Sancho, defienden la hegemonía del medio tradicional en términos de confianza para el lector. “En un principio, tenían más credibilidad, porque los grandes medios la habían perdido. Se les veía como garantes de la independencia ante las deudas que tenían las grandes corporaciones con el capital, la política, las industrias culturales, etc. Pero luego sucedió que la industria cultural dejó de tener dinero para ejercer presión en los grandes y se dedicó a exprimir a los pequeños, que por su condición eran más baratos de comprar. Por supuesto que hay blogs con seguidores fieles que valoran la opinión de sus blogueros del mismo modo que mi madre pensaba que todo lo que decía El País iba a misa, pero son pocos, desarmados y demasiado dispersos para ser relevantes”.

El periodista, la llave

Si en todo este entuerto hay un factor diferencial, ése es el periodista. Es él quien debe poner sentido a semejante embrollo, actuando con independencia, criterio y honestidad. Al fin y al cabo, el trabajo del crítico musical está orientado al lector y nunca debería estar supeditado a factores externos. En un mundo en el que miles de grupos sacan millones de discos, el crítico se presenta como un salvador que actúa de criba, guía y foco de recomendaciones. El periodista, como individual, se antepone al medio como conjunto. Máxime cuando en una redacción existen miles de voces disonantes, incluso dentro de un estilo determinado. Es ahí cuando el crítico se posiciona para el lector en el único salvavidas posible. Por desgracia, no siempre es así. Algunos, como Nando Cruz (RockDelux, Nativa) levantaron la voz hacia el gremio recientemente. Lo hizo en un artículo firmado como “¡Mira, mira! ¡He escrito bien sobre ti!”, donde criticaba el maloliente amiguismo entre el periodista y el contenido. “El crítico se acerca a una obra, da la espalda al artista y se dirige al público. Porque en cuanto el crítico asume que se está dirigiendo al autor está desviando la mirada de su verdadero destinatario y está empezando a traicionar su vínculo con el lector”, subrayaba en el texto, para continuar: “Hoy nos comportamos todos como náufragos aferrados al mismo madero de la visibilidad. Del espero que ese grupo no descubra lo que he escrito sobre él hemos pasado al ¡mira qué bien he escrito sobre ti! Sin rubor y sin que nadie nos haya obligado a ello. Así, minuto a minuto, la crítica musical sigue sumando vicios, llenándose de espuma, convirtiéndose en un jacuzzi gigantesco en el que periodistas y artistas dispuestos en círculo retuiteamos con la mano derecha mientras con la izquierda enjabonamos la espalda del de al lado”.

Un artículo que levantó heridas en la escena del periodismo cultural, que nunca ha destacado por su capacidad autocrítica. Mientras unos defienden la integridad e independencia del periodista por encima de cualquier otra cosa, otros como Xavier Sancho, destapan la caja de Pandora. “Las deudas de los grandes medios son con las empresas del mismo grupo, que es el verdadero cáncer del periodismo cultural del siglo XXI. El momento en que tu periódico tiene una cadena de televisión, una editorial, una compañía de discos, una productora de cine, todos tus contenidos culturales acaban viciados. Recuerda cómo Ignacio Echevarría salió rebotado de El País por meterse con un libro de Bernardo Atxaga que editaba Alfaguara, propiedad de PRISA. Eso es lo peor, porque el lector no tienen por qué saber que ese libro lo edita el mismo grupo que el medio en que lee la critica. Esta oligarquía cultural es nefasta para la independencia”.

Mondo Sonoro

Un exceso de localismo, quizá, que termina por echar a pique la credibilidad del periodismo cultural. Precisamente cuando es un vicio que él mismo reconoce como propio: “Para el periodista, simplemente se trata de no pisar minas y ser más o menos ortodoxo. Realmente, si yo escribiera lo que me da la gana y como me da la gana, los artículos se parecerían bien poco a lo que publico”.

Es ahí donde los blogs deberían ganar la partida, más alejados del ejercicio de poder y contactos que las de un medio más grande. Luis J. Menéndez, no obstante, apunta a que es un mal endémico de todas las plataformas. “La dependencia de los medios “tradicionales” es para con sus principales anunciantes, que al menos hasta hace poco (ahora todos se están marchando en desbandada) eran las marcas de ropa, cerveza, etc, a los que les importa muy poco si te cargas a un grupo o no, sólo quieren presencia en la revista. El factor humano, el amiguismo, tiene mucho más que ver en la condescendencia para con los discos y los grupos, que sí, que la hay. Pero de eso no se libra el blog de turno, que también tiene un precio y la mayor parte de las veces más bajo: con una entrada gratis o unas palabras amables del músico de turno ya está el blogero en el bolsillo”.

Del lado de los blogueros, Aleix Ibars niega absolutamente que la plataforma en la que se escribe condicione la opinión del periodista y defiende la integridad del mismo. “No, no y no. Quiero desmontar desde ya este falso mito. Obviamente algunos intentamos ser independientes, pero al final la independencia no proviene tanto del entorno (buenas relaciones, etc) como de la profesionalidad del periodista”, apunta Ibars, que pese a todo también observa cierta falta de capacidad crítica en el periodismo cultural. “La crítica como tal es algo que se está perdiendo, y me incluyo en eso. Hay tanto donde escoger, tanto volumen de información, que por simple inercia acabamos escogiendo siempre aquello que nos gusta, porque siempre apetece más (o nos es más sencillo) que aquello que no nos gusta. Pero eso hace un flaco favor a cualquier sector, porque de críticas constructivas también se debería aprender, y sí que percibo que en el mundo blog hay mucha tendencia al elogio y muy poca a crear una cultura crítica que sin duda debería existir”.

Otro círculo viciado que destruye en sí la esencia del periodismo. Blogueros que dedican cuatro palabras bonitas a cambio de visibilidad y conciertos gratis; medios benévolos con un determinado producto para no enfadar al publicitario y a las grandes marcas, en ocasiones, como apuntaba Xavier Sancho, encorsetados en su propio organismo.

Al final, una guerra civil promovida por los indices de visibilidad, en la que muchos medios han perdido el norte, el público y el dinero para hacer frente a la bitácora que, en muchas ocasiones, también ha dejado de lado la independencia en pos de réditos personales. Dos plataformas, al fin y al cabo, unidas por algo: ambas son insostenibles económicamente. ¿Y el futuro? “No se me da muy bien hacer de adivino, pero lo que sí siento es que los blogs están a punto de convertirse en el pasado. Como los concursantes de la segunda edición de  Gran Hermano, ya nos las sabemos todas. Se quiso cambiar del modelo antiguo a uno nuevo sin saber exactamente cómo hacer pasta con lo nuevo. Eso hundió a los viejos en la miseria y dejó a los nuevos a expensas de las marcas, del mismo modo que lo hizo a finales de los 90 con las revistas gratuitas, que también iban a ser el futuro y ahora casi no queda ni una”, intuye Xavier Sancho. De todos modos, adivinar en un sistema tan cambiante se convierte en magno menester. “De la forma en que se mueven las cosas no es de extrañar que de aquí tres años estemos hablando de cómo los medios tradicionales y los blogs deben ceder espacio a un nuevo formato de presentar contenidos. No habrá nada estable hasta que exista un modelo de negocio realista. Al final puede sonar muy corporativo, pero la independencia te la da el dinero, el que viene de tus lectores, sobre todo, y si das todo gratis, es complicado que eso suceda”.

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