¿Cuándo nos vamos a casa?
Desde el comienzo de la guerra en Siria, doce millones de personas han dejado sus hogares y con ello, todo atrás. El lugar donde construyeron o tenían el proyecto de construir sus vidas se ha convertido en un entorno hostil donde la vida peligra. Algunos ni si quiera han podido tomarse tiempo para respirar, para entender lo que estaba ocurriendo y quizá, coger sus pertenencias más preciadas. Ante la baja posibilidad de continuar con vida, solo tenían una opción, huir. Huir sin mirar atrás.
El camino de los refugiados es una vía de obstáculos constante. También lo es de contraste cultural, odio irracional, miedo, presencia de mafias, factores geográficos a tener en cuenta, tedio y pesadumbre que se convierte en fortaleza ante la visión de un lugar a donde ir. El objetivo principal de los refugiados sirios es llegar al norte de Europa a países como Alemania, Suecia o Noruega. El resto, en la mayoría de los casos, son solo ciudades-puente que atravesar en la larga osadía.
La llegada de refugiados esparcidos por todas partes deja de ser un fenómeno para valorarse como crisis y ante esta situación se encuentra la labor de organizaciones como ACNUR-Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados-, que trabaja con refugiados desde su nacimiento tras la Segunda Guerra Mundial y otras muchas formaciones, ya sean formales o no.
A finales de verano, cuando la Unión Europea trabajaba en regular la esperada llegada masiva de refugiados, el consistorio de Madrid colgó un cartel en su fachada que decía ‘Refugees Welcome’, un gesto simbólico que sacaba a relucir el lado humano del compromiso ciudadano con el hecho de la llegada de refugiados ¿pretendía concienciar? ¿Actuar? ¿O simplemente aparentar? En la capital española la llegada de refugiados plantea preguntas ¿quién los acoge?¿en qué condiciones físicas y emocionales llegan?¿quién los recibe y qué clase de ayuda humanitaria reciben?
La Red Solidaria de Acogida (RSA) surge de movimientos sociales. Se reúnen cada semana en ‘La Tabacalera’, y sin ellos, no habría avanzado la asistencia ‘in situ’ que se le ha ido proporcionando a los refugiados. Suyas son las victorias de conseguir que el SAMUR tenga una furgoneta lista para llevar a los refugiados a los albergues municipales, como también lo es que hayan habilitado más albergues para las llegadas. Suya es que se acepte ahora el derecho de asilo de los niños presentando la cartilla que demuestre que sus acompañantes adultos son sus padres. Sin ellos, están seguros, el Ayuntamiento no habría hecho mucho más que colgar el famoso cartel, probablemente por miedo a cometer un error antes del 20D. El Gobierno central carga contra el mismo Ayuntamiento, lo que paraliza la gestión de unos grupos que no tienen el tiempo como factor.
Esto ha sido denunciado por la RSA, que se ha visto forzada a asumir tareas que no les corresponden. Documentación, traducción, alimentación y asilo son todas competencias de un gobierno y no una red ciudadana con carencias de financiación. En los casi tres meses que llevan trabajando, la frustración de la impasibilidad institucional con reuniones que avanzan lentamente y las propias disidencias internas de los movimientos asamblearios, comienzan a pasar factura.
Es una situación compleja, ya que toda labor intensiva acaba desgastando los ánimos y las depauperadas arcas. Son dependientes de la financiación alternativa, como vender cerveza en conciertos y donaciones caritativas.
Donde unos quieren reivindicar las carencias políticas y demostrar que sin ellos la situación de Méndez Álvaro sería insostenible, abogando por una retirada de la estación para revelar los problemas subyacentes, los otros se niegan a dejar sin asistencia a los refugiados que llegan a un ritmo de 200 a la semana. Es una situación compleja, ya que toda labor intensiva acaba desgastando los ánimos y las depauperadas arcas. Dependientes de la financiación alternativa, como vender cerveza en conciertos y donaciones caritativas, los gastos superan a los ingresos y muchos han tenido que pagar ellos mismos cualquier gasto imprevisto en la estación.
Pero más allá de los problemas financieros, el más acuciante es el organizativo. Ya sea a nivel interno, dónde hay una escisión cada vez más palpable entre los voluntarios al pie del cañón esperando las llegada de autobuses a veces llenos, a veces no, y aquellos que se dedican a la ‘institución’ de la red, a los que acusan de “estar perdiendo el contacto con la realidad”. La comunicación entre las dos partes es determinante para lograr una asistencia eficiente, y de momento se ven ante la encrucijada de quién vino antes, Méndez Álvaro o la asamblea.
Sin duda, la estación es un observatorio de la realidad y ha permitido exponer las carencias de la gestión e infraestructura presentes. La red es un heraldo incómodo, que se fuerza a morderse la lengua, aunque en las reuniones semanales cada vez se ve con mejores ojos denunciar la realidad a la prensa, otro punto de fricción interno. Los movimientos asamblearios se muestran reticentes a ser retratados por el poder mediático, y hacen lo que pueden para evitar que los medios expongan la situación para que no sea tergiversada según las agendas que defienden. Lo intentaron cuando una cadena de televisión nacional fue a grabar a la estación para hacer una cobertura amarillista de la situación, con cámaras intrusivas para un grupo de personas que lo que quiere es llegar a Alemania cuanto antes.
“El ser humano no se aprecia como humano nunca más, tan solo como cifras, son solo números”
Las salidas se producen tres veces a la semana. A las 16:30 de cada martes, jueves y sábado parte un autobús hacia Barcelona, donde les espera otra red solidaria en la escala hacia el siguiente destino, cada vez un poco más lejos. Más que las llegadas, estos son los momentos de mayor tensión ya que 70 refugiados que no quieren perder su viaje hace que los pocos traductores no den abasto y los voluntarios encargados de la facturación se vean saturados por las carencias organizativas en las que solo la buena voluntad es insuficiente.
“La mayoría ven Madrid como una parada en el camino hacia Alemania”
Musa, un comerciante de Lavapiés colaboró en la organización no formal que recibía a los refugiados que llegaban desde Algeciras a Méndez Álvaro. El confirmó que la mayoría ven Madrid como una parada en el camino hacia Alemania. Esta organización de ciudadanos voluntarios tan solo prestaba asistencia y labor orientativa a las decenas de refugiados que van llegando a la Estación Sur de la capital. Labores de traductores, personas que ofrecen sus hogares como lugar de descanso, ofrecer comida y bebida, silencio y apoyo en la dureza del largo viaje son solo algunas de las innumerables acciones que llevan a cabo desde la organización. Simplemente, intentar dar sentido real a aquel cartel que colgaba del ayuntamiento, recibir a los refugiados a la capital, con todo el peso emocional que conlleva.
La comunicación entre las dos partes es determinante para lograr una asistencia eficiente, y de momento se ven ante la encrucijada de quién vino antes, Méndez Álvaro o la asamblea.
España debe acoger a 17.600 sirios. Al plantear esta afirmación se hace latente el callejón sin salida de esta crisis. “El ser humano no se aprecia como humano nunca más, tan solo como cifras, son solo números” contaba Musa decepcionado, incluso con la tergiversación de una labor humanitaria tan simple como la de ayudar, una labor corrompida por el afán de querer demostrar en las organizaciones, por parte de algunas personas que están allí, que algunos quieren jerarquizar, mandar y valorar si pueden sacar beneficio de una situación tan delicada.
De momento, las autoridades españolas tan solo dan pases a estos grupos de refugiados para garantizar el transito legal de ‘carácter muy temporal’. La legislación no había contemplado que una situación así pudiera materializarse, y las instituciones, rezagadas, no están preparadas. Es difícil comprender el largo viaje y la situación incendiaria que las personas que llegan ya desconfían de todo y no quieren ni mirar atrás porque las brasas de ese fuego siguen ardiendo con fuerza. Ya no se trata de Oriente ni Occidente, es cuestión de almas con el sello en el pasaporte de permanente carácter migratorio en el rumbo de reconstruir, en este mundo incierto, lo que obligados a fuerza de preservar sus vidas han perdido, con la incertidumbre constante de no saber si volverán a esa tierra, hoy de catástrofe y conflicto.
La crisis de los refugiados se agrava cada día más y más, mientras países europeos que se dicen “civilizados” lo toman como un problema de segunda orden, supeditado a otros problemas de tipo económico o político. Los poderes no entienden que no es una cuestión política, sino de humanidad. Interesante el caso concreto de nuestra ciudad Madrid, pues desde la campaña electoral los medios dejaron en un segundo plano el tema de Siria, y tenemos muy poca información sobre la progresión del asunto.