Voluntariado internacional, un plus en el currículum
Noelia Olivert tiene 37 años y en 2012 viajó a El Salvador como voluntaria con la ONG Por un pasito más, para ayudar en la educación de niños y jóvenes. Quería ver otras realidades y aprender de ellas, algo que le ha permitido “ser feliz con lo que se tiene, ser conformista y menos consumista”. Como ella, cada vez son más los jóvenes que deciden ampliar sus fronteras para adquirir una experiencia social, solidaria e incluso profesional.
Un voluntariado internacional implica no tener miedo a lo nuevo, desarrollo personal, ganas de ayudar y para muchos, trabajo. Las empresas buscan cada vez más perfiles con algo diferenciador, lo que hace que muchos jóvenes vean en esta oportunidad una forma de adquirir conocimientos atractivos para las compañías y contemplen los proyectos de voluntariado como una manera de ampliar sus horizontes profesionales. En este sentido, se pueden destacar programas como el Servicio de Voluntariado Europeo (SVE), que desde hace 20 años permite a jóvenes colaborar con una entidad sin ánimo de lucro en países europeos. Aunque no es remunerado, como explica a Variación XXI Antonino Versace, responsable SVE de la organización Building Bridges, “sí tiene una cobertura en cuanto gastos de viaje, alojamiento y comida en el país de acogida”.
“El SVE es más bien un trabajo”, añade el profesional; supone tener que “dedicarle el 100% de tu vida, por lo menos de lunes a viernes, al proyecto europeo”, que puede durar desde dos meses a un año. Hay diferentes formas para encontrar proyectos. Por cuenta propia, buscando en la base de datos europea oficial del programa y encontrar una entidad de acogida o buscando entidades de envío, como Building Bridges, que puedan ayudarte a encontrar socios de acogida. Además, también hay varias fechas límite cada año, que suelen ser febrero, abril y octubre, entre las cuales hay que presentar un proyecto de subvención para pedir el dinero del SVE, según comenta Versace. Sin embargo, “el chico o la chica voluntaria participa, en general, en la búsqueda de una entidad de acogida pero no en la escritura del proyecto”, apunta el responsable de Building Bridges.
Andreas Reichel es alemana y colabora como voluntaria en la ONG Mojo de Caña, en Gran Canaria, donde se encarga, entre otras cosas, de publicar ofertas del SVE en las redes sociales y de gestionar el correo de la asociación. Así como de la organización e implementación de eventos locales e internacionales. Aunque asegura que todavía no puede valorar las ofertas que el voluntariado le puede dar, solo tiene 18 años, destaca que ha conocido “una nueva perspectiva del proceso de selección y solicitud” que va a ser de mucho valor en su vida laboral.
Iniciativa y liderazgo, rasgos diferenciadores
Un voluntariado internacional ayuda en muchas ocasiones a las empresas a “diferenciar a los candidatos”, comenta Virginia Vega, responsable de voluntariado de Cooperación Internacional. Valoran la “iniciativa”, el “liderazgo” y que “la gente sea capaz de mirar un poco más allá”, añade. En esta línea, Versace asegura que entre las habilidades que se adquieren con el SVE están además la “responsabilidad” aprender a “trabajar en equipo” e incluso “competencias lingüísticas”, ya que “se controla más un idioma”.
Al finalizar el proyecto cada joven puede solicitar un certificado reconocido a nivel europeo, el youthpass, que “garantiza tener por escrito todas las competencias y capacidades” que se adquieren durante la estancia, resalta el empleado de Building Bridges. Este documento se puede adjuntar al currículum para que las empresas puedan consultarlo.
Un voluntariado en el extranjero permite después ser más “abierto, adaptado y flexible” en el puesto de trabajo, como comenta Ana Díaz de Diego, responsable de contabilidad de la ONG Por un pasito más. Con el SVE “quizás mucha gente que no tiene claro qué quiere hacer en la vida, les ayuda a conocer más mundo y a descartar opciones para luego poder buscar un trabajo”, apunta Versace.
A Noelia el voluntariado le ha permitido aprender diferentes valores y le ha abierto un “horizonte profesional social”. “Te da tablas para relacionarte con gente de otras culturas, para ser empático, para aprender de personas sencillas”, destaca. Andreas espera que le facilite la solicitud de acceso a la universidad o que le ayude a solicitar otros voluntariados e incluso becas.
¿Y en España qué?
Sin embargo, aunque irse al extranjero sea más atractivo, no todos los jóvenes tienen la misma predisposición. Por ello, el voluntariado nacional también se puede presentar como un plus a nivel profesional. Este es caso de Diego Martín, un joven de 22 años que ha hecho varios voluntariados en el área de ocio y deporte en la Fundación Síndrome de Down de Madrid (FSDM). Gracias al voluntariado y de la mano de otros factores como formación específica y experiencia previa, ha podido conseguir su actual puesto trabajo como monitor de deporte en FSDM. Vega explica que en Cooperación Internacional promueven más el nacional, porque además de que en España también hay muchas necesidades, puede ser más estable, constante y duradero. Versace recuerda que es además “una actividad complementaria a la que sueles hacer: trabajas por la mañana y por la tarde vas a ayudar a alguna organización”.
“Motivación” y “atreverse a soñar”, para Andreas. “Voluntad de aportar a cambio de nada”, para Diego. “Tener ganas, ser flexible y querer ayudar”, para Noelia. Todo esto y mucho más es lo que hace falta para hacer un voluntariado, bien sea en el extranjero o en tu propio país. Ante todo lo que tiene que motivar a alguien para decidirse a tomar un paso como este debe ser personal, pese a las recompensas profesionales que puede tener en un futuro. Decía el uruguayo Eduardo Galeano que “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo”.