La silenciosa lucha de los ancianos LGTB
Es un anciano, una persona mayor o una vieja, da igual. Vive sus días como puede, estirando todo lo posible una pensión de 400 euros. No sale de casa porque no tiene motivos ni ganas. Tampoco tuvo hijos que ahora le saquen de su minúsculo piso. Por tener, no tuvo siquiera una pareja que se los pudiera dar. No tiene libertad, no tiene amor, no tuvo sexo con quien realmente le atraía (aunque en eso ya ni piense), no tiene salud mental porque no muestra su verdadera personalidad. Sin embargo, sí que tiene algo: miedo a que su verdadero yo se descubra. Es bisexual, transexual, lesbiana o gay sin serlo, porque nunca pudo vivir como tal debido al miedo que tenía de lo que le haría la sociedad. Estando como está, en sus últimos años, cada vez duda más de si será capaz de hacer esto o lo otro. Su autonomía ha sido desde siempre su punto fuerte, ya que continuamente ha conseguido valerse sin depender de nadie. Pero aun así, le flaquean las fuerzas debido a la edad. Es por todo esto, y mucho más, por lo que esta persona planea suicidarse.
Una minoría maltratada desde siempre
El colectivo LGTB está ganando mucho peso en la sociedad y los debates actuales. Son un grupo muy activo en redes sociales, hay muchas iniciativas que buscan mejorar toda la realidad de este sector y tienen un gran respaldo detrás.
Sin embargo, hay gente que sufrió mucho sin dicho respaldo hace bastantes años y, a día de hoy, no es capaz de encontrar un sentido a su vida. Aunque no tiene por qué ser culpa de ellos necesariamente, ya que la propia sociedad les repudió cuando comenzó a normalizarse la comunidad homosexual. En cierto modo, cargaron con el estigma de sidosos, criminales y depravados. En definitiva, no eran el prototipo de homosexual que quería darse a conocer en aquel momento tan delicado.
Siempre han sido perseguidos desde muchos flancos. En primer lugar, el propio Estado les acosaba por ser supuestos delincuentes. Durante la dictadura franquista se les condenaba por la Ley de Vagos y Maleantes. Luego, cuando esta se modificó, se utilizaba la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social para encarcelarles, lo que se convertía en un camino sin retorno, pues se les consideraba peligrosos, reincidentes y sin remedio. Por otro lado, la medicina les definía como enfermos mentales y se dedicaban a hacer experimentos con ellos para intentar corregir sus tendencias sexuales. Así mismo, eran pecadores a ojos de la Iglesia, la cual contempla el comportamiento sexual humano dentro de la procreación y perseguían otras conductas sexuales distintas. También fueron olvidados cuando se instauró la democracia en España. Hubo amnistías para presos políticos, pero nunca las hubo para los miembros del colectivo LGTB+ que acabaron siendo delincuentes a ojos de la ley únicamente por su orientación sexual. Así, a partir de todos estos motivos, se desprende la principal cuestión de cómo pueden llegar a visibilizar su lucha, con qué herramientas pueden contar o quién les apoya.
Fundación 26 de Diciembre
La Fundación 26 de Diciembre tiene su base en el centro de Madrid, en el barrio de Lavapiés. Su función principal es la del cuidado de personas mayores gais, lesbianas, bisexuales y transexuales que acuden a ellos para que alguien les de algo de apoyo en su día a día. Esto es debido, en gran medida, a la soledad que impera en sus vidas llegados a este punto. El objetivo de esta fundación es muy importante para que las personas mayores puedan sentirse atendidas y queridas. En definitiva, la fundación invierte sus recursos en que ninguna persona mayor de este colectivo esté desatendida.
Federico Armenteros posa para Variación XXI después de entrevistarle en la sede de la Fundación 26 de diciembre, en el barrio de Lavapiés / Brian Santana
Esta fundación fue creada por Federico Armenteros dada su pertenencia al colectivo y la labor que desempeñaba antes como educador social. Su historia particular es cuanto menos interesante, pero podría considerarse un guión bastante común en la vida de cualquier gay que se encuentre en la tercera edad. Fue (o es) bastante común la exclusión social que sufrió en su juventud, la búsqueda de refugio en la Iglesia, que como indicaba Federico, era «una medida habitual en la época», así como la posterior interpretación extrema del papel de heterosexual durante muchos años hasta el punto de casarse y ser padre. Sin embargo, pudo salir del armario, aunque no sin muchísimas dificultades y tras pasar por una temporada muy dura que en numerosos casos no llega a superarse.
El propio Federico argumenta que una de las cosas más preocupantes del colectivo al que atiende es la predisposición generalizada al suicidio. En sus palabras: «Nos vienen 2 o 3 personas a la semana pidiendo el suicidio asistido». Se trata de personas que tienen un miedo atroz a depender de otros después de haber huido tanto sin poder mostrar quiénes y cómo son realmente. Por ello, una gran parte de los ancianos del colectivo LGTB+ tiene en mente acabar con su vida llegado el momento de no poder valerse por sí mismos, como pudo relatar Federico a partir de experiencias personales con amigos suyos. Además, las enfermedades mentales son el pan de cada día entre ellos, ya que estuvieron bajo una presión extrema durante muchos años como para que no les pasara factura de ningún modo en cuanto a la salud se refiere.
Una tarea más que necesaria
Así, la Fundación 26 de Diciembre ha sido capaz de ejercer una función totalmente indispensable en la comunidad LGTB+ sin formar parte de los grandes focos de atención que puede manejar este colectivo. A día de hoy, las redes sociales y las campañas publicitarias en contra de la discriminación, aunque con una importante inversión económica, no son un escaparate que muestre todas las realidades dentro de la comunidad. Las personas a las que atienden tienen unas necesidades mucho más básicas de atención, cariño y apoyo para poder sobrellevar sus propias vidas y esto representa, de cierto modo, una responsabilidad mayor si cabe. Tanto es así, que según comenta Joaquín Pérez Arroyo «la persona LGTB+ necesita cuidados por personal especializado. Muchos individuos vuelven al armario como defensa, con la gravedad que esto tiene para su autoestima».
Dado que no es una mayoría ruidosa, es fácil pasar por alto el calvario que están pasando miles de personas. Por suerte para todos, siempre hay quien mira por el bien de los demás y se pone manos a la obra para cambiar la situación.
Un problema que aún sigue estando presente en la sociedad y que por desgracia, poco a poco, va cayendo en el olvido.
Buena labor de estos periodistas aún un poco prematuros pero que tienen claro cuál es su cometido: contar lo que al poder no le interesa que se sepa.
Enhorabuena por el trabajo, a los tres, y ojalá ver más reportajes así en este medio.
Os seguiré leyendo!!