Sobreviviendo sin hogar
Vicente Ramón tiene 59 años. En octubre de 2012 lo perdió todo. Se quedó en la calle y sin recursos. Esta es la conmovedora historia de una persona que estuvo cuatro años sin hogar y salió adelante gracias al Albergue San Juan de Dios y el Centro Santa María de la Paz.
Las cifras son arrolladoras. Según Cáritas, alrededor de 40.000 personas viven en España sin un techo propio. La esperanza de vida de estas personas se reduce en 20 años con respecto al resto de la población. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, los centros nacionales de alojamiento y restauración en el año 2012 atendieron a 22.938 personas. Aunque son múltiples las causas que llevaron a cada una de estas personas a esta situación, las más extendidas son la pérdida de trabajo con un 45%, un 26% por no poder seguir pagando el alojamiento y un 20,9% por separación de la pareja.
Aunque uno de los estigmas que se asocia a la situación de estas personas sea el consumo de alcohol u otras drogas, esta afirmación resulta ser una simple leyenda urbana. Según el INE, apenas un 4,1% manifiesta consumir alcohol de manera alta y excesiva. En cuanto al consumo de drogas, el 62,7% afirma no haber consumido nunca y el 37,3% haberlo hecho alguna vez.
Sinhogarismo versus aporofobia
La Fundéu elegía palabra del año 2017 el término ‘aporofobia’. Este término es el neologismo que da nombre al «miedo, rechazo o aversión a los pobres» que se acaba de incorporar al Diccionario de la lengua española. Además, el pasado mes de septiembre el Senado aprobó una moción en la que se pedía la inclusión de la aporofobia como circunstancia agravante en el Código Penal.
El término ‘sinhogarismo’, sin embargo, no aparece como tal en ningún diccionario ni tan siquiera en la propia Fundéu como un buen uso de nuestra lengua, a pesar de que muchas organizaciones que se dedican a atender precisamente a personas sin hogar sí lo utilizan desde hace varios años y existe documentación al respecto.
Los delitos de odio tan solo son el precedente de los crímenes de odio. Uno de los casos que conmocionó a la sociedad española fue el de Rosario Endrinal, una mujer de alrededor de 50 años a la que un grupo de adolescentes quemaron viva en un cajero de la calle Guillem Tell de Barcelona. Hace tan solo unos meses, en la céntrica calle madrileña de Fuencarral, Flor, una mujer de 85 años de origen rumano, resultó gravemente agredida por un grupo de jóvenes mientras dormía en la calle junto a su marido, quien consiguió huir de los agresores.
En cuanto a este tipo de actuaciones, todas ellas deplorables en cualquier caso, existe una diferencia importante a la hora de distinguir los incidentes de los delitos de odio a personas sin hogar: los segundos se definen como «el comportamiento de violencia, hostilidad o intimidación debe ser un delito tipificado como tal en el Código Penal» los primeros, por su lado, también llevan implícita la motivación basada en «la intolerancia y los prejuicios, pero no se cumpliría el requisito de que el comportamiento sea considerado un delito y esté tipificado como tal en el Código Penal», según el Informe de Investigación sobre Los delitos de odio contra las personas sin hogar del Observatorio Hatento.
Según los datos recogidos en este informe, un 47,1% de las 261 personas entrevistadas informan de, como mínimo, un incidente o delito relacionado con la aporofobia durante su tiempo de sinhogarismo. Y no solo eso, sino que entre los que afirman tal situación, un 81,3% de ellos habría sufrido este tipo de experiencias en más de una ocasión. Las formas más frecuentes que recoge este informe son «los insultos y el trato vejatorio, discriminatorio, las agresiones físicas, el acoso, la intimidación y el robo de pertenencias, con porcentajes superiores a los 20 puntos en todos los casos». Además, casi uno de cada cinco de los entrevistados para este informe afirma haber sido víctima de un delito de odio por agresiones físicas.
El modelo ‘Housing First’
Según los datos que recoge el informe del INE, en 2012 el 31,9% de las personas sin hogar llevaban menos de un año sin alojamiento propio, el 23,6% entre uno y tres años, y el 44,5% más de tres años en esta situación. Para combatir esta alarmante situación, RAIS Fundación, gracias a la financiación del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, y a la colaboración de ayuntamientos como el de Madrid, Barcelona o Málaga, comenzó a llevar a cabo el programa Hábitat, «la primera implementación sistemática del modelo Housing First en España».
‘Housing First’ es un programa que lleva funcionando más de 25 años en Estados Unidos y en países europeos como Finlandia. Propone el cambio de un modelo de asistencia, a otro que conlleve soluciones a largo plazo y que, además resulte más barato (se calcula una media de ahorro de alrededor de 5 euros al día en función de los costes medios de los albergues españoles y una vivienda unipersonal equipada) que el modelo convencional. Se basa en prestar atención a personas sin hogar en peor situación -quienes llevan al menos 3 años durmiendo en la calle o que sufren problemas de salud mental, adicciones o alguna discapacidad grave- para poder acceder a una vivienda.
A los beneficiarios del modelo ‘Housing First’ se les oferta un apartamento unipersonal, aceptan una visita semanal de un acompañante social y se comprometen a aportar el 30% de los ingresos que reciban en el sostenimiento de dicha vivienda. Se genera una integración plena y normal dentro del vecindario, de manera que resulte mucho más sencilla la “reinserción” de estas personas para con la sociedad. En España, apenas un 12,8% de personas sin hogar percibe una renta mínima, por lo que el programa Hábitat se encarga de gestionar estos trámites.
Tal y como los propios impulsores del programa afirman, «los resultados del programa en las personas a los 12 meses, han resultado muy positivos y similares a otras experiencias internacionales. La tasa de retención de la vivienda es del 100% y se han observado mejoras en todas las áreas, especialmente en la percepción de la seguridad, relaciones familiares y situación económica».
La exclusión de las sintecho
No es casualidad que uno de los puntos específicos de la Estrategia Nacional Integral para Personas Sin Hogar (2015-2020), aprobada por Acuerdo de Consejo de Ministros el 6 de noviembre de 2015, una de las actuaciones que se prevé sea la incorporación de la perspectiva de género en los estudios relativos a las personas sin hogar y llevar a cabo un estudio sobre mujeres sin hogar.
Según las encuestas a personas sin hogar del INE, en 2.012 el total de mujeres sintecho en España era de 4.513 y de hombres 18.426. Sin embargo, estas cifras están llenas de matices. Estas encuestas del INE utilizan una metodología en la que los encuestados deben ser personas sin hogar, mayores de 18 años, que acuden a los centros que ofrecen servicios de alojamiento y/o restauración ubicados en los municipios mayores de 20.000 habitantes. Estos datos, por tanto, reflejan cifras que solo contabilizan el número de personas que viven en la calle o que acuden a las redes de atención estatales. Muchas situaciones de sinhogarismo ajenas a la idea de «sintecho» se quedan fuera de las estadísticas, como es el caso de mujeres con vivienda insegura o inadecuada.
El sistema español de ayudas resulta excluyente y patriarcal. Los recursos dirigidos a personas sin hogar están pensados para hombres. La exclusión a las mujeres se detecta principalmente en situaciones de exclusión residencial distintas a lo que formalmente se contempla como «sintecho». Siendo mujer el riesgo de sufrir algún tipo de agresión sexual o de violencia machista en la calle o en los albergues se multiplica.