Periodistas y voluntarios sociales
Veintitrés estudiantes de periodismo se reúnen bajo las frondosas ramas de unos pinos. Sentados, en círculo, sobre sus sillas de plástico negras, los jóvenes debaten sobre el artículo que ha escrito una de sus compañeras. El Profesor Emérito José Carlos García Fajardo, al frente del pelotón de fusilamiento, lidera el grupo: cede la palabra a quien la pide e incita a los más tímidos a que den su opinión y descarguen fuego sobre la alumna si creen que su texto contiene errores de estilo básicos. Supera la prueba sana y salva. Es más, su artículo se va a publicar en diferentes medios de comunicación de España y Latinoamérica. Llega el turno del siguiente. El mismo proceso. “No uses gerundios”, sentencia Fajardo. “Esta frase no tiene sentido”, “¿Acaso crees que esta idea se comprende?”, “Saca el diccionario”. Así, una y otra vez. Los discípulos del maestro siguen sus directrices, corrigen sus errores, los ponen en común con el resto de miembros del corro y reflexionan sobre qué técnicas seguir para no caer en los mismos fallos.
Cuando acaba la sesión, algunos siguen al Profesor a la sede del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), un pequeño edificio verdoso con verjas rojas cuyas ventanas dan al campo de rugby de la Facultad de Ciencias de la Información. A la derecha, nada más entrar, hay colgado un mapamundi con más de ochenta chinchetas de colores, que indican los lugares que han visitado Fajardo y algunos de sus antiguos alumnos; a la izquierda se despliega una sala atestada de ordenadores antiguos, en cuyos escritorios pueden encontrarse decenas de carpetas repletas de artículos escritos por alumnos y profesores. Las estanterías rodean el entorno. Están llenas de libros viejos, cajas con anotaciones y fichas de todos los jóvenes que han pisado el Taller de Periodismo Solidario (TPS), además de algún que otro souvenir del extranjero que hace las funciones de pisapapeles y adorno. Un libro de tamaño enciclopédico con letras doradas destaca entre los demás: Mestizaje.
El ya reducido grupo de estudiantes se mete en el despacho del Profesor, en silencio. Se sientan en torno a su mesa, mientras este, con solemnidad, saca una libreta y empieza a repartir tareas. A unos les toca acompañarlo en las labores de compostaje; otros deben plantar semillas o pequeños árboles en zonas concretas. Al tercer grupo le toca bajar al almacén, donde se encuentran reservas de comida destinadas al Banco de Alimentos. Los primeros se ponen unos guantes desgastados por el uso para evitar infecciones en las manos. Los otros, las chaquetas y bufandas. Fuera hiela. En el CCS se trabaja tanto en verano como en invierno. El tiempo tampoco hace concesiones a los más necesitados.
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Dentro del Centro de Colaboraciones Solidarias
Son pocos los alumnos que siguen, pero entre todos forman una cuadrilla que, además de aprender sobre periodismo de manera gratuita en su tiempo libre, colaboran junto a Fajardo, fundador de Solidarios (ya retirado), ONG de la que depende el CCS, en labores medioambientales y solidarias. Escriben sobre contenidos de sociedad, en especial sobre cualquier tema relacionado con injusticias sociales, catástrofes medioambientales, investigación y desarrollo, salud, ciencia y, en esencia, derechos humanos. Lo hacen desde el anhelo de crear un mundo mejor y más justo. Sus palabras nacen de sus tripas y de su corazón. Después de escribir y ser corregidos, colaboran en labores de concienciación social y medioambiental y en el mantenimiento de las zonas verdes de Ciudad Universitaria. Algunos hasta se atreven a formar parte de Solidarios de manera oficial y entran en cursos y programas de voluntariado en comedores sociales o en cárceles. El periodismo y el taller les sirven de trampolín para lanzarse de cabeza hacia un mundo más justo y equitativo.
“Es imposible cambiar el mundo sin cambiar nuestra propia vida”, sentencia Fajardo en su libro Manual del voluntario. También defiende que los voluntarios sociales son como “caballeros andantes” que buscan luchar contra la injusticia social y enfrentarse cara a cara a la explotación de un sistema económico y social deshumanizado, donde la pobreza de sus gentes y la cada vez más deteriorada calidad del medio ambiente es una realidad patente. Si bien no todo el mundo puede ser voluntario, pues requiere cierta formación complementaria para la que no todo el mundo está hecha, los periodistas, o los aspirantes a periodista, sí tienen el deber de comunicar la realidad social del entorno en el que viven.
La finalidad del Centro de Colaboraciones Solidarias, en palabras del propio Fajardo, era “ampliar y profesionalizar la presencia de los temas sociales y de justicia social en universidades, centros de estudios y, sobre todo, medios de comunicación”. A través del análisis de la realidad social y humana “en el campo de la salud, de la educación, de un desarrollo sostenible y de la justicia social”. Los artículos publicados por alumnos y otros especialistas y renombrados profesionales de la comunicación en el CCS eran enviados gratuitamente a más de 500 medios y cerca de 1.500 profesionales de toda América y España.
En la propia página web de Solidarios se describe al CCS como un “servicio periodístico dirigido a periodistas, medios de comunicación y a organizaciones de la sociedad civil”. Este centro comenzó a operar en 1999 en la facultad de Ciencias de la Información, “con el fin de aprovechar las nuevas tecnologías de la información para ponerlas al servicio de la sociedad, sobre todo de los más desfavorecidos”. En 2017 el Taller de Periodismo desapareció y el CCS dejó de enviar artículos a su vasta red internacional de contactos.
Formar parte del Centro de Colaboraciones Solidarias fue la herramienta perfecta para que aquellos con cierta sensibilidad contra la injusticia se sintieran útiles. A través de charlas sobre periodismo, talleres de escritura y horas dedicadas al voluntariado social o medioambiental, aprendieron a escribir desde las entrañas, corrigieron los errores de estilo y denunciaron en sus textos las vivencias que experimentaron en primera persona. En realidad, cualquier buen profesional sabe que no hay otra manera de hacerlo: conocer aquello de lo que se habla es la mejor manera de trasladarlo al papel. El periodista Ryszard Kapuściński lo recordaba en cada uno de sus libros: el cuidado por el detalle, la descripción de los entornos y el afán por querer cambiar el mundo deben ser requisitos indispensables para cualquier periodista que quiera transmitir una historia con poder transformador. Y la única manera de llegar al público es escribiendo desde la sencillez: ser claro, conciso, descriptivo cuando se necesite y aséptico si las circunstancias lo requieren.
¿Cuál es la mejor manera de hacerlo? Desde el conocimiento específico de lo que se habla. Colaborando en diferentes ONG, fomentando el desarrollo sostenible, denunciando las injusticias sociales, formando parte de un vastísimo equipo de voluntarios que inviertan su tiempo en las labores recogida y reparto de alimentos, plantación de zonas verdes y colaboraciones con presos en cárceles. Solo se puede transmitir la realidad del mundo que se busca describir si se conoce su entorno. Por eso el CCS brindó, durante años, la oportunidad de que jóvenes periodistas de la Universidad Complutense de Madrid aprendieran, junto al fundador de Solidarios, también reputado periodista y docente Emérito, las técnicas del buen periodista y pudieran, al mismo tiempo, conocer cuáles eran (y siguen siendo, pues sus conocimientos serán transmitidos de generación en generación) los requisitos indispensables para formar parte del voluntariado.
Fajardo sentencia que un error de base a la hora de involucrarse en estas actividades es creer que se le está haciendo un favor a la ONG. “El favor se lo hacen los pobres, los marginados, los ancianos, para que vayan a caminar con ellos”, sentenciaba en una entrevista el Profesor. En ese sentido, tanto el voluntario como el periodista que se sabe poseedor de la llave para transmitir la realidad social del entorno en el que vive, deben ser conscientes de que “ante el sufrimiento y ante el dolor, hay que descalzarse mentalmente”.
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Solidarios: la entidad que lo cambió todo
La historia de Solidarios para el Desarrollo –nacida entorno a la facultad de Ciencias de la Información de la UCM– se remonta a hace más de 30 años, cuando el profesor Fajardo decidió visitar algunas cárceles. Pronto fue acompañado por algunos de sus estudiantes, con los que fundó un seminario de solidaridad. Ávidos de hablar de derechos humanos, pobreza, desigualdad, injusticias, pronto esta iniciativa, nacida en Madrid, se abrió paso a otras ciudades de España.
Gracias a Solidarios miles de universitarios se formaron en temas relacionados con lo social y con clara proyección hacia el voluntariado. De hecho, la ONG formó voluntarios para universidades de Latinoamérica durante más de diez años. El objetivo era que a su vez estos voluntarios formaran nuevos voluntarios en el continente.
Solidarios organiza charlas, debates, conferencias en colegios mayores, encuentros con el alumnado, exposiciones fotográficas o congresos universitarios. No es desdeñable destacar la posición que esta ONG tiene como pionera de la creación del Manual del Voluntario, su cooperación con otras organizaciones y con las Administraciones o los proyectos de cooperación en otros continentes.
Además de formar voluntarios, Solidarios se proyecta de forma clara a favor de colectivos desfavorecidos en algún aspecto: tercera edad, personas sin hogar, discapacitados/as, enfermos/as, presos/as, etc, como bien data su memoria anual . En este sentido, organiza el ‘programa Convive’ , que pretende visibilizar el abandono de ancianos y ancianas. Este programa permite que un joven universitario comparta casa con una persona anciana para ayudarla con las labores domésticas y a nivel económico, además de ofrecer un soporte emocional a personas que lo necesitan.
Sobre sus financiadores, figuran universidades públicas (UCM, Universidad de Sevilla, Universidad de Granada, etc.) y Administraciones (Ayuntamiento de Madrid, Ministerio de Sanidad, Junta de Andalucía, etc.) entre sus colaboradores, además de colaboradores privados como la Obra Social la Caixa o IBM. Conviene valorar también que esta ONG ostenta desde 2013 el sello de Transparencia y Buen Gobierno de la Coordinadora de ONG del Desarrollo (CONGDE), que deberá ser reevaluado en 2020 tras haber sido renovado en 2017. Las cuentas de esta ONG son auditadas todos los años por profesionales independientes y se publican en el Registro Nacional de Asociaciones. También ha sido declarada entidad de utilidad pública.