Los faraones llegan a Madrid de la mano del British Museum
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Una exposición para conocer las curiosidades del Antiguo Egipto, desde el inicio de la monarquía egipcia hasta la muerte del último faraón
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Objetos, joyas o tesoros, símbolos de poder de los faraones
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Una época de reyes venerados como dioses
Hasta el día 20 de enero, podremos acudir a esta cita con el Antiguo Egipto y todos sus secretos en CaixaFórum. A través de todos estos restos con miles de años de antigüedad descubriremos todos los secretos ocultos de esta antigua civilización ni más ni menos que de la mano del British Museum. «Faraón. Rey de Egipto» explora el simbolismo y el ideario de la monarquía egipcia, al tiempo que intenta desvelar las historias que se ocultan detrás de los objetos y de las imágenes que ha dejado como herencia esta antigua civilización.
Divinidades encarnadas
Los faraones eran divinidades vivientes, eran los monarcas absolutos del Antiguo Egipto. Los egipcios alzaban bastos monumentos como las Pirámides de Guiza, las construcciones más altas del mundo conocido en su momento, esfinges u obeliscos. «A los faraones se les rendía un respeto especial porque eran la propia encarnación de la Divinidad, y de ahí tenemos que entender en ese marco de pensamiento que hubiera gente que lo dejara absolutamente todo para construir pirámides o construir obras públicas», dice Nacho Ares, egiptólogo e historiador.
Una curiosidad sobre los faraones es que no siempre eran egipcios, pues en épocas de inestabilidad política y guerra civil, la región fue invadida por potencias extranjeras y gobernada por monarcas que rivalizaban entre sí, como los kushitas de Nubia, región que actualmente se encuentra en el norte de Sudan. Además, los gobernantes de esta tierra no fueron siempre hombres: la famosa reina Hatshepsut, por ejemplo, rigió los destinos de Egipto como faraón entre 1472 y 1458 a.C., aunque en los monumentos oficiales apareciera siempre representada como un hombre. Por no mencionar a la archiconocida Cleopatra.
La suntuosa indumentaria del monarca y sus elaboradas joyas lo diferenciaban del pueblo, mientras que su poder recibía plasmación simbólica en una serie de coronas con significados muy concretos. La doble corona, por ejemplo, que combinaba la corona roja del Bajo Egipto y la corona blanca del Alto Egipto, indicaba su control sobre el país unificado. El Bajo y el Alto Egipto se conocían como las Dos Tierras, y en los periodos de estabilidad eran gobernados como un solo país.
La importancia de los objetos
Al margen de su origen, o de que fueran hombres o mujeres, los monarcas egipcios se definían mediante la adopción de símbolos reales; así, por ejemplo, inscribían sus nombres en cartuchos, o llevaban en la frente el ureo, una figura que representaba una cobra erguida. Si bien algunos faraones fueron objeto de veneración, como Tutmosis III (que dio su máxima extensión al imperio egipcio), o Amenhotep I (que tras su muerte fue adorado como un Dios), otros se vieron condenados al olvido, como fue el caso de Akhenaton, causante de un profundo trastorno religioso al introducir el culto al disco solar Atón, como único Dios nacional.
Gracias a algunos objetos, encontramos la importancia de Tutankamon, uno de los faraones más destacados por los propios egiptólogos. Howard Carter fue el descubridor de su tumba en 1922 en el Valle de los Reyes, frente a la población egipcia de Luxor: «La propia historia del descubrimiento de ese tesoro para buscar la tumba y conseguir el sueño de su vida como arqueólogo son diferentes aspectos que convergen en la figura de Tutankamon y lo convierten en un faraón importante», asegura Ares.
Tras este descubrimiento, podemos conocer todo lo relacionado con este faraón perteneciente a la Dinastía XVIII. Sin embargo, pese a que para los egiptólogos es de los más destacados, no se le reconoce tal importancia en la historia del propio Egipto: «Su nombre fue borrado de las listas reales junto al de su padre y alguno de sus descendientes, y nosotros lo hemos hecho destacado por la fastuosidad del tesoro o de los objetos destacados en su tumba en el Valle de los Reyes. Era la primera vez que veíamos una tumba intacta de esas características y los objetos se han convertido con el paso del tiempo en iconos del mundo faraónico», añade Ares.
Representación que te hace viajar en el tiempo
Por eso, los objetos traídos a la exposición reflejan la diversidad consustancial a la monarquía egipcia. Junto a estatuas monumentales, bellos relieves en piedras de antiguos templos y relucientes joyas de oro, la exposición también presenta objetos menos habituales. Objetos como las incrustaciones de colores que se usaron para decorar el palacio de un faraón nos dan un atisbo de cómo se vivía en la corte real. Las misivas grabadas en escritura cuneiforme sobre tablillas de arcilla dan fe de la intensa actividad diplomática entre Egipto y Babilonia durante el tiempo que convivieron.
De esta forma, la exposición «Faraón. Rey de Egipto» nos transporta a una de las épocas de más disputas, guerras e intrigas palaciegas de la historia. Donde las dinastías duraban milenios y el estatus divino de los faraones no se cuestionaba. Una época donde se construían pirámides para honrar a esos dioses una vez dejasen su forma mortal. Pero también una época de sencillez y respeto. Donde los sirvientes se vestían de formas simples que mostraban el absoluto respeto a sus dirigentes.