EL ESPECTÁCULO DEBE CONTINUAR
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Lo que la pandemia se llevó y no volverá de la misma forma: el resurgir del mundo del espectáculo en directo
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Un análisis de lo que ha supuesto la falta del público desde los ojos de los protagonistas del sector de la cultura
La pandemia ha afectado a todo el mundo. Ha hecho que dejemos atrás muchas cosas y que se hayan paralizado otras. Para el mundo del espectáculo no ha sido diferente. La llegada de la COVID-19 nos ha privado de muchas actividades que nunca imaginamos que iban a desaparecer. Las puertas se cerraron y los espectadores buscaron alternativas para poder seguir disfrutando de esos momentos de desconexión que permitían salir de la rutina. Esto provocó la emisión de contenidos digitales y grabaciones teatrales antiguas que se retrasmitieron en televisión o plataformas online. Circunstancias que dieron un portazo a muchas obras teatrales que ya habían salido y se vieron obligadas a cancelarse; y otras que eran proyectos que se vieron frustados. Las pérdidas económicas se veían reflejadas por un factor fundamental: LOS ESPECTADORES. ¿Qué es el teatro sin espectadores? ¿A quién van dirigidas esas obras si las butacas están vacías?
David Sánchez es actor de Acorde al Guión, una compañía de teatro que nació en octubre de 2011, fruto de la unión de varios alumnos del Colegio Montpellier que decidieron apostar por una ilusión, la de hacer teatro. David cuenta lo difícil que ha sido para ellos, mantener una actividad normal sin poder llenar los teatros a causa del aforo, como medida de seguridad para frenar el avance de la pandemia de la COVID-19. Sobre el movimiento #culturasegura, considera que «la cultura es muy segura», los teatros proporcionan el suficiente espacio para mantener las medidas necesarias y no comprometer la seguridad de las personas que acuden a disfrutar del trabajo que tanto timpo ha llevado.
El teatro está hecho para las personas y sin ellos, nada es lo mismo.
Un año de condena. Este es el lema con el que la asociación Movilización Unida de Trabajadores del Espectáculo (MUTE) se manifestaba el pasado 14 de marzo en varias ciudades españolas. Se cumplían exactamente 12 meses de ese gran frenazo en seco, de ese hachazo que sesgó la normalidad y se llevó la vida de todos tal y como la conocíamos. Un hachazo que afectó y sigue afectando de forma especial a los trabajadores de la industria del espectáculo, los cuales han tenido que ver como su horizonte laboral no ha mermado, sino que ha desaparecido. Los artistas han tenido que convivir con el desamparo y la incertidumbre y, en los casos más extremos, han tenido que cambiar los micrófonos, cámaras, focos y escenarios, por las hoy tristemente multitudinarias colas del hambre.
Pocos días después de esta serie de concentraciones en ciudades como Madrid, Sevilla, Zaragoza o Valencia, otra capital española, en este caso Barcelona, acogía con ilusión un experimento musical vendido como «el inicio de la nueva normalidad». Más de 5000 personas vibraron al ritmo de la agrupación indie Love of Lesbian en el Palau Sant Jordi catalán, en lo que constituye un evento piloto para la reinvención y regreso de los conciertos masivos. En esta ocasión todos los asistentes disfrutaron del recital con mascarilla, pero sin ningún tipo de distancia social. Lo hicieron tras acceder a someterse a un test de antígenos antes de entrar al recinto. Los organizadores catalogan, más de un mes después, el experimento como un rotundo éxito. Sin duda es un paso más. Pero, tal y como reza una de los grandes éxitos del grupo, que por seguro disfrutaron los asistentes el pasado 29 de marzo, «aún vive el monstruo y aún no hay paz».
Reinventar. Para la RAE, literalmente volver a inventar. En consecuencia, una reinvención es el proceso por el que se somete algo ya existente a ser hecho de nuevo. Proceso al que ha tenido que enfrentarse el mundo del espectáculo en general y que ha hecho desaparecer la música en directo. Todavía son muy pocos los artistas que pueden permitirse salir de gira y poder obtener ingresos con ello. Esto afecta, más que a los rostros conocidos, a los integrantes de la banda y del staff de un artista. Lo mismo que ocurre en los grandes estadios y arenas de conciertos, ocurre en recintos más pequeños en los que se representan otro tipo de disciplinas artísticas.
Puro teatro
De él, dijo un genio como Lorca, que es la poesía que se levanta del libro y se hace humana. Esa poesía que, al hacerse humana, habla y grita; llora y se desespera. Por supuesto, estamos hablando de él, estamos hablando del teatro. El teatro ha sido y es el estandarte de todas las artes escénicas. Un indiscutible «cabeza de cartel» que también ha tenido que soportar el diluvio de la COVID 19. Un espectáculo que debe continuar y continuará. Un espectáculo, que ha tenido que enfrentarse al miedo al virus, pero también a la incesante necesidad de cultura.
Irene Pozo es una joven promesa de la interpretación. Licenciada en Arte Dramático por el Laboratorio de William Layton, ha colaborado en varias producciones y montajes teatrales. Su ritmo de trabajo era ascendente hasta marzo de 2020. «Cuando entramos en cuarentena, el 13 de marzo, como todo el mundo, estuve un tiempo sin trabajar -cuenta la joven actriz- posteriormente hice algún casting, pero todo self tape, desde casa», añade. Pozo cuenta como notó un pequeño repunte laboral en los últimos meses del año: «en octubre, noviembre y diciembre tuve bastante suerte, se me juntaron varios proyectos». No obstante, confiesa que actualmente se encuentra “bastante parada». «Es lo que hay […] hay que seguir, no podemos tirar la toalla», confiesa la interprete, antes de despedirse con el tono esperanzado de quien se deja arrastrar por una vocación irremediable.
Ella misma narraba que, a su regreso al trabajo, ha tenido que amoldarse a las medidas de seguridad específicas recogidas en el código de las Artes Escénicas y de la Música. Lo mismo le ha ocurrido a su compañero, Borja Ferrero. También Licenciado en Arte Dramático por la misma escuela, el actor detalla lo difícil que ha sido para él adaptarse a esta nueva normalidad laboral: «en la RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático) nos han obligado a actuar con mascarilla y ahí es dónde creo que el público puede decir ‘me estoy perdiendo lo mejor». «Como actor es muy complicado interpretar sin contacto físico directo con los compañeros -añade Ferrero- otro punto complicado es la respiración y el volumen de la voz con la mascarilla. Requiere un mayor dominio y técnica», sentencia.
Es posible que la realidad de este grupo de jóvenes actores difiera de la viven actualmente, en los grandes teatros, figuras más relevantes del mundo de las artes escénicas. En cualquier caso, su testimonio y la gran dificultad que se está viviendo a la hora de reabrir espacios escénicos, está ahí y da muestra del gran impacto que el virus ha tenido en la cultura.
Volveremos, pero menos
El pasado fue, también, el peor año para el cine desde que hay registros. En 2020 acudieron a las salas menos de la mitad de espectadores del, anteriormente, peor año para la industria: el 2013. En cifras contantes y sonantes: se recaudaron 170 millones de euros, es decir, un 72% menos que en 2019, cuando se lograban un total de 624 millones provenientes de nuestras salas. Una comparativa que, vista en papel, resulta todavía más dramática y dolorosa.
Desde una de las productoras líderes de la industria cinematográfica en nuestro país, Telecinco Cinema, dan buena cuenta de la situación. «La pandemia nos ha parado», cuenta Luca Gianmatteo, director de marketing de la compañía. Muchas grandes majors, ese reducido grupo de estudios que dominan el cine estadounidense, se han valido de sus plataformas de streaming para estrenar sus nuevas apuestas, incluso durante el confinamiento domiciliario. Su misión, acercar sus productos al consumo doméstico. Desde Telecinco Cinema, el economista aclara que ellos no cuentan con medios a su alcance para llevar a cabo una maniobra de ese tipo: «nuestra experiencia es diferente». «Nosotros o estrenamos en cine o no tenemos alternativas», asegura Gianmatteo.
Con todo, la tendencia es clara: se calcula que durante el confinamiento, el 70% de las búsquedas en Internet fueron para acceder a contenidos culturales. El consumo de cultura nunca ha cesado, como demuestran los significativos aumentos de las suscripciones en plataformas como Netflix, Amazon Prime Video o HBO, simplemente se ha transformado. Si lo ha hecho para siempre -expertos aseguran que volveremos a las salas de cine, pero menos que antes- es una duda que aún queda por resolver. Mientras tanto, el auge del streaming es el punto positivo y esperanzador de un año de pandemia que deja pérdidas millonarias y un futuro incierto. A falta de los efectos de la vacuna, el teatro y la música en directo resisten, al igual que lo hacen el cine y la televisión: gracias a la calidez del público, ávido de escuchar y vivir historias. Y, por supuesto, gracias a la ilusión de un grupo de personas que no están dispuestas a bajar el telón.
Los aficionados hablan
Son muchas las historias anónimas de aficionados al teatro que se agolpan en el largo conteo de funciones en toda España. Por culpa del coronavirus, todas las funciones, desde el teatro de barrio más pequeño hasta los grandes teatros de Madrid, Barcelona o Valencia, se enfrentaron al mismo cruel destino, el cierre durante meses.
En Granada, durante el mes de febrero de ese fatídico 2020, en el Teatro Isabel la Católica se representaba un teatro infantil llamado Invierno, un teatro sensorial que sumergía a los más pequeños en un universo repleto de sensaciones, un teatro para fomentar la imaginación. Juan Carlos Dorado era profesor de primaria del CEIP Tinar, en la localidad de Albolote, «recuerdo que el ambiente en los niños era de absoluta normalidad, pero los profesores empezábamos a estar preocupados cuando fuimos a ver la función. Las noticias de contagios empezaban a sucederse y estuvimos planteando si merecía la pena arriesgar a los niños y al profesorado a una excursión de este tipo». Acudieron al teatro a finales del mes de febrero, «aun así creo que la experiencia fue positiva, no se reportó después ningún caso conocido y creo que los chicos se lo pasaron muy bien».
Mientras en la capital de España, en Madrid, epicentro de los teatros y musicales, Gabriela Cruz, colombiana de 45 años, es una gran aficionada a los musicales y a ese «oasis de diversión y desconexión» que es nuestro pequeño Broadway en Gran Vía. «Hace tres años que llegué a Madrid, cuando estaba más sola que nunca era cuando empecé a acudir a los musicales», nos confiesa esta abogada de Cartagena de Indias. Los musicales le acompañaron en sus primeros difíciles meses de adaptación, «cuando tenía un mal día, compraba una entrada de un musical, aunque lo hubiese visto, y con ello me evadía de la soledad». Ahora, pasados los meses, vacunas de por medio, Gabriela ha vuelto a contemplar los musicales con ilusión y en compañía. «He conocido a un hombre que también trabajó muchos años en una compañía y ahora estamos deseando poder ir a ver A Chorus Line, el nuevo musical de la productora de Antonio Banderas en el Teatro Calderón». El musical cuenta una historia ubicada en medio de una audición para una nueva producción musical en Broadway a mediados de los años 70, donde a través de los números musicales el espectador podrá ir conociendo los sueños y secretos de los distintos aspirantes al puesto.
Juana es una catalana hija de andaluces que emigraron a Barcelona a finales de los 60, se trata de un asidua consumidora de ópera y el lugar perfecto para el disfrute de la ópera es el Gran Teatro del Liceo, histórico símbolo de cultura barcelona, auténtica joya de la capital condal. «Vive sola desde que hace 8 años me quede viuda y la ópera era una pasión que compartía con su marido», nos cuentan desde la prensa del Teatro al preguntarles por historias de grandes aficionados. Mari Cruz, la gerente que nos atiende al otro lado comenta que «ella ha vuelta a renacer al volver a ver ópera en el Liceo, nos comentó que durante los meses en que no había música en el teatro, lo pudo ver gracias a los dvds de diferentes representaciones que le regaló su hijo».
Joaquín Diez sufrió por partida doble la suspensión de toda actividad en los teatros, primero porque es un gran aficionado a la música en vivo y en directo, y segundo, porque su trabajo es el de técnico de sonido en el Teatro Circo Price. «Entré en ERTE y me quedé sin sueldo y sin disfrutar de la música en directo, porque yo soy uno de esos afortunados que ha logrado trabajar de lo que le gusta», comenta Joaquín. Entre sus más de 5 años ha acumulado gran experiencia y ha podido trabajar con el sonido para muchos directos de sus grupos favoritos, M-Clan o León Benavente y solitas como el cantaor Israel Fernandez o Fito Cabrales.
Un sector en peligro
A falta de conocer los datos sobre el balance de consumo teatral en 2021, los datos reflejados en 2020 mostraron una realidad muy desesperanzadora para el teatro español. Según un informe de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), el teatro sufrió una caída de hasta un 70% y hasta 60 millones de euros; siendo uno de los sectores más perjudicados debido a la presencialidad de las artes escénicas, los aforos reducidos y las medidas de contención y distancia que ha provocado la pandemia.
La cultura representa el 3 % del PIB y da empleo a unas 700.000 personas; según los datos de FAETEDA, más de 5.500 trabajadores de artes escénicas se acogieron a ERTES durante el año pasado. La precariedad marca el rumbo de un consumo cultural en un sector que ha sido arrasado por la crisis económica y al que parece que la vuelta a la normalidad ha frenado lo que hubiese podido ser la puntilla para la mayoría de teatros y compañías.
Unas salas de teatro que han visto cómo se reducía en ocasiones la mitad de su aforo. El gremio de actores reivindicó el año pasado la seguridad de sus medidas, en contraposición a los aforos que sí estaban permitidos en otro tipo de establecimientos: «Los teatros son seguros tanto o más que ir en un avión, en el metro o estar en una terraza».