Mutilación Genital Femenina: el dolor de un tabú
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Más de 200 millones de mujeres han sido víctimas de esta práctica
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«La MGF se debe entender como violencia de género»
La Mutilación Genital Femenina (MGF), considerada una violación de los derechos humanos, afecta –según la Organización de Naciones Unidas (ONU)– a una de cada veinte mujeres en el mundo. Dicha práctica está presente en más de 29 países del globo, sobre todo en las zonas de África, Asia y Oriente Medio.
La Mutilación Genital Femenina (MGF) consiste en la resección parcial o total de los genitales externos femeninos –así como otras lesiones de los mismos órganos– por motivos no médicos. Existen tres tipos de mutilación: el primer tipo, que comprende la resección parcial o total del clítoris y/o del prepucio; el segundo, la resección parcial o total del clítoris y los labios menores, con o sin escisión de los labios mayores; y el tercer tipo, que consiste en la extirpación del clítoris, junto con el resto de los genitales externos y la sutura posterior de la vagina, dejando un orificio mínimo para la salida de la orina y el flujo menstrual. Esta modalidad, también conocida como infibulación, es la más modalidad más agresiva.
La MGF suele ser realizada por personas mayores de la comunidad o por parteras tradicionales. Aunque, en determinados pueblos –según sostienen desde el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA)– “la realizan curanderos, barberos, miembros de sociedades secretas, herboristas o parientes”, en su mayoría sin ningún tipo de conocimiento médico. La MGF se realiza con cuchillos especiales, tijeras, bisturíes, trozos de cristal o cuchillas. No suelen utilizar anestésicos ni antisépticos a menos que el procedimiento lo lleven a cabo profesionales médicos. En comunidades donde se practica la infibulación, a las niñas les atan las piernas para inmovilizarlas durante 10 o 14 días y permitir así la formación de tejido cicatricial, afirman desde UNFPA.
No existe una edad establecida para llevar a cabo la MGF. En algunas zonas se realiza durante la infancia, incluso un par de días después del nacimiento. En otras, se lleva a cabo durante la niñez, a la hora de contraer matrimonio, durante el primer embarazo de una mujer o tras el nacimiento de su primer hijo. Desde UNFPA sostienen que informes recientes “sugirieron que las niñas han ido disminuyendo en algunas zonas y la mayoría de las MGF se realizan entre 0 y 15 años”.
La mutilación forma parte del tejido cultural de muchas sociedades, sobre todo en países africanos como República Democrática del Congo, Senegal, Sierra Leona, Somalia, Sudán, Togo, Uganda o Zambia. Son más de 29 países los que todavía integran esta práctica dentro de sus creencias. De hecho, según la OMS, son más de tres millones de niñas en el mundo las que, cada año, corren el riesgo de sufrir algún tipo de mutilación. En España, según un informe titulado “La mutilación genital en España”, elaborado por la Fundación Wassu-UAB y la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, son 15.562 niñas de entre 0 y 14 años las que, anualmente, están en peligro de ser mutiladas.
La MFG, posee una dimensión ritual –como sostienen desde organismos como UNICEF– y está ligada íntimamente a las desigualitarias creencias de las sociedades en las que se practica. Objetivos como asegurar la virginidad y la posterior fidelidad perpetúan esta práctica. La prevalencia de determinados mitos, tales como que la mutilación aumenta la fertilidad o que ayuda a la supervivencia del feto, permite y promueve la continuidad de dicha práctica, según señala la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Por ese motivo, en España, organizaciones como Médicos del Mundo, abogan por la “mediación entre culturas” como herramienta para combatir esta práctica. La ONG opta por la generalización del llamado “compromiso preventivo”, un documento en el que una familia con raíces ligadas a algún país en el que se practica la MGF (residente en España) se compromete a no mutilar a su hija durante los viajes a su país de origen. Además, permite que un pediatra revise a la niña en su regreso del viaje.
Según el Informe “La Mutilación Genital Femenina en España”, llevado a cabo en 2016 por el Ministerio de Igualdad, son alrededor del 5% de las mujeres residentes en nuestro país de entre 35 y 39 años las que han sufrido algún tipo de mutilación. Las menores de entre 0 y 4 años víctimas de la práctica, oscilan entre el 3 y el 4%.
El mismo informe, detalla las niñas y adolescentes residentes en España que el pasado año 2018 se encontraban en riesgo de sufrir algún tipo de mutilación. En el conjunto de España eran, en ese momento, más de 3652; siendo Barcelona (con 746,14 víctimas potenciales), Girona (con 504,025), y Madrid (con 335,065) las ciudades que concentran un mayor número de niñas en riesgo de sufrirla.
Una realidad lejos de ser erradicada
En el año 1997, la OMS, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el UNFPA firmaron una declaración conjunta con el fin de dar el primer paso para combatir dicha práctica, considerada una “violación de los derechos humanos de mujeres y niñas”. Desde ese año, y según sostiene la OMS, “se han hecho grandes esfuerzos para luchar contra el MGF”. La organización destaca “la creación de organismos internacionales de seguimiento, la adopción de resoluciones que condenan la práctica, la revisión de los ordenamientos legislativos y el aumento del apoyo político a la eliminación de la mutilación genital femenina en más de 26 países de África y Oriente Medio”.
Sin embargo, la realidad está todavía lejos de ser erradicada. UNICEF analiza que si no se adquiere un compromiso mayor que el actual por poner fin a dicha práctica, para 2030 ochenta y seis millones de niñas más habrán sufrido MGF. UNICEF advierte, además, que la pandemia del Covid-19 tendrá efectos negativos en la lucha por erradicar la MGF. “El cierre de colegios como consecuencia de la Covid-19 y la interrupción de programas de ayuda para niñas en países donde es común esta costumbre, provocará que se produzcan alrededor de dos millones de casos adicionales de víctimas en la próxima década”- sostienen.
Una larga lista de consecuencias y secuelas psicológicas
Las consecuencias para las mujeres son muy graves. A corto plazo, las niñas mutiladas pueden desarrollar múltiples infecciones, hemorragias, tétanos, anemia o incluso la muerte, como consecuencia de las condiciones en las que se realiza -la mayoría de las veces sin ningún tipo de conocimiento médico-. Entre las consecuencias a largo plazo -esas que acompañan a las mujeres víctimas de la ablación durante toda su vida-, podemos encontrar dolencias como los cálculos urinarios, fístulas obstétricas, dolor durante las relaciones sexuales, prolongación del trabajo del parto, dismenorrea o incluso infertilidad. Todo ello, sumado a los daños psicológicos que provoca en las mujeres y en la percepción de su propia sexualidad.
Un estudio realizado por la OMS en el año 2018, determinó que el coste económico que supone tratar todas esas complicaciones médicas derivadas de la mutilación oscila los 1400 millones de dólares anuales. Las conclusiones del estudio sostienen que, si no se actúa al respecto, en el año 2047 el coste se incrementará en un 68%, ascendiendo hasta los 2300 millones.
El tabú del sexo, un factor determinante para la perpetuación de la MGF
«Hay sociedades en que parte de la población mantiene esta práctica porque la interpretación errónea como necesaria para el control de la sexualidad femenina. Se cree que si una mujer o niña no es mutilada, no podrá contraer matrimonio», explica Nieves Gascón, activista del Equipo de Infancia de Amnistía Internacional. «La mutilación genital femenina se debe entender y abordar como violencia de género, ya que atenta contra el derecho a la salud, a la vida e integridad física y psicológica, y contra el ejercicio libre de los derechos sexuales y reproductivos de mujeres y niñas, quienes no podrán disfrutar de una vida sexual o maternidad ni libres ni satisfactorias».
En el año 1993, los progenitores de una menor nacida en España se sentaron en el banquillo de los Juzgados por autorizar la mutilación de su hija, por parte de una circuncidadora que viajaba con asiduidad a España para satisfacer los deseos de los padres que querían llevar a cabo la práctica, que le provocó una anemia grave. Los padres fueron absueltos, al considerar que no había intención de hacer daño a la niña. El padre confesó desconocer por completo en qué trataba la mutilación por ser «un tema propio del sexo femenino que no se comenta por tabú».
Una realidad, la del tabú que rodea la mutilación, que secundan Verónica Caballero Cala y Rosa María Zapata Boluda en su libro Educación y salud en grupos vulnerables. “Para los hombres, la MGF, es un tema tabú, les causa pudor. Sin embargo, constituye una doble moral: es una cuestión reservada a mujeres, pero ningún hombre quiere como esposa a una mujer no mutilada”, refleja.
Una cuestión ignorada por la sociedad española
Tras preguntar a personas en plena calle y difundir una encuesta de realización propia, el 80,9% de los encuestados cree saber qué es la mutilación genital femenina pero, a la hora de definirla, pocos conocen la realidad. “Una pesadilla que no puede ser real”, “Es la extirpación del clítoris”, “Mutilar los genitales femeninos o masculinos”, “Monstruosidad y violación de derechos humanos” y “Salvajada” son las respuestas más comunes entre las personas encuestadas. Por tanto, se trata de una cuestión que muchos de ellos creen saber, pero no saben exactamente de qué se trata.
Por otra parte, más de la mitad de los encuestados sí son conocedores de que la MGF se practica la mayoría de las veces por cuestiones culturales, ya que se trata de “una transición hacia la vida adulta”. Asimismo, los preguntados en la calle consideran que se debe a “motivos culturales” o “por motivos religiosos”.
Las consecuencias de la mutilación son varias, pero no todos son conocedores de ellas. La MGF no causa en la mayoría de los casos la muerte a las niñas y adolescentes que la sufren, como han contestado los 70 de los 94 encuestados, y siguen siendo fértiles, algo que no consideran el 50%. Pero en gran medida sí que causa hemorragias, problemas urinarios y complicaciones en el parto, como han apuntado en un 85,1%, 66% y 54,3%, respectivamente.
Es sorprendente que tan solo un 66% conozca la etapa en la que se produce la mayoría de los casos, ya que se practica en la infancia y en la adolescencia, alrededor de los 15 años de edad. También es cierto que hay excepciones, y este ritual se puede realizar en algún momento de la lactancia, una opción disponible en la encuesta que solo han dado por válida un 5,3%.
En relación al continente en el que mayoritariamente se practica, el 90,4% de los votos han optado por el africano, mientras que el 9,6% se ha decantado por el asiático. Esta minoría también está en lo cierto, ya que las más de 200 millones de mujeres y niñas que han sido víctimas de la MGF se concentran en países de África, Asia y Oriente Medio.
Para finalizar, el 76,6% de los encuestados creen que no existen los mismos casos en países desarrollados como subdesarrollados, mientras que los entrevistados consideran que “no saben”, o creen que se lleva a cabo por “gente que viene de fuera”. Están en lo cierto, pero hay un inconveniente. Algunas familias residentes en países democráticos utilizan las vacaciones de verano para llevar a cabo la práctica en su continente. El marco legal del país desarrollado no se lo permite, pero del que proceden, sí.
En este sentido, sí que hay personas que tienen conocimiento sobre estos casos minoritarios: “En países desarrollados está prohibida la práctica y hay un seguimiento a personas que pueden salir del país para ello”, “Los casos en los países desarrollados son normalmente perpetrados por inmigrantes”, “En España los casos de mutilación femenina que hay son de personas inmigrantes”.
Para que no ocurran estos casos en los países más desarrollados, los entrevistados consideran oportuno “ir a por los que lo hacen y meterles en la cárcel”, “prohibirla”, “hacer campañas o destinar dinero” y mediar a través de “leyes” .