Moda de segunda mano: ¿la mejor alternativa?
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La compra de ropa usada es una práctica creciente en nuestro país
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La conciencia ambiental y la oportunidad de renovar el armario de manera económica están impulsando su popularidad
La moda de segunda mano se abre camino como una forma de consumo aparentemente responsable frente al fast fashion y su perjudicial impacto en el medio ambiente. Pero ¿conocemos todo lo que hay detrás? ¿Es realmente sostenible? El modelo de producción de la moda rápida domina la industria de la moda (la más contaminante del mundo después de la industria petrolera). Con el objetivo de satisfacer las constantes demandas de últimas tendencias, se basa en la producción masiva de prendas de forma rápida y económica. Para combatir sus efectos negativos, surgen alternativas como la compra de ropa ya usada, que ha ido ganando popularidad estos últimos años.
Esta actividad implica adquirir prendas usadas que han sido donadas, vendidas o intercambiadas por sus anteriores propietarios. Según un informe del Instituto de Investigación Medioambiental de Suecia y Milanuncios, en 2021 el mercado de segunda mano aproximadamente 1,4 millones de toneladas de CO2 y 1250 toneladas de plástico.
Pero no sólo tiene beneficios medioambientales, sino que también está impulsando la economía circular en España, pues se alarga la vida útil de las prendas al usarlas una segunda vez, reduciendo el desperdicio de ropa y evitando la generación de desechos y residuos textiles que se envían a vertederos. También contribuye a crear nuevas oportunidades de empleo.
La ropa usada es tendencia
Lo que antes se ocultaba por sus connotaciones negativas, ahora se enseña con orgullo, sobre todo entre las generaciones más jóvenes. La Generación Z (seguida por los millenials) es la que más compra artículos de segunda mano, según apunta una encuesta de Statista realizada en 2021 a nivel mundial. Las redes sociales tienen mucho que ver en esto. Ellos lideran las plataformas web, tanto como creadores de contenido como consumidores. La adquisición de ropa de segunda mano se ha convertido en tendencia en aplicaciones como TikTok, YouTube o Instagram, dejando de lado el aspecto despectivo que esta actividad pudo tener en el pasado.
Esta práctica se extiende rápidamente por plataformas virtuales como Vinted, Wallapop o Milanuncios. La primera se ha convertido en la aplicación favorita de los consumidores, con más de 800 millones de usuarios en todo el mundo. Según el Informe General Mobile de SMARTME ANALYTICS, consiguió posicionarse como la app de moda con mayor cuota de mercado en el primer trimestre de 2021, colocándose incluso por encima de marcas de Inditex.
Por su parte, el grupo Inditex ha querido sumarse a este nuevo negocio, anunciando una nueva plataforma de ropa de segunda mano. Su nombre es Zara Pre-Owned, y ya está disponible en Reino Unido, Francia y Alemania. Pretenden llegar a España y al resto de países de la zona euro antes de finalizar este año. Esta aplicación se dedica a la compraventa de prendas usadas, pero en perfecto estado, de Zara, con la idea de extender la vida útil de prendas usadas, pero en perfecto estado.
Las tiendas físicas también son muy frecuentadas. La más popular es la cadena Humana, que cuenta con 52 tiendas en todo el país. En 2022 alcanzó los 2,4 millones de clientes, aumentando un 22% respecto al año anterior.
El primer problema: la gentrificación
Ya sea por una mayor conciencia ambiental o por los precios económicos, comprar en tiendas de ropa de segunda mano se ha convertido en una práctica muy común. Según un estudio de GlobalData, la venta de ropa de segunda mano creció un 109,4% entre 2016 y 2021. En cuanto a perspectivas de futuro, se espera que el valor de este mercado se triplique en los próximos diez años, llegando a superar los 80.000 millones de dólares en 2029.
Lo que era una opción sostenible, comienza a suponer un problema con el exceso de compraventa, sobre todo de jóvenes, que gastan cientos de euros en productos de segunda mano. Lo antiguo ha pasado a ser vintage, único, influyendo en el estatus de los consumidores. La popularidad de estas prendas provoca un exceso de consumo y la consiguiente subida de precios. Usuarios de clase media y alta contribuyen a la gentrificación de las tiendas de segunda mano.
Algunos ejemplos los encontramos en los barrios de Malasaña o Chueca en Madrid, donde se encuentran la gran mayoría de las tiendas de segunda mano de la ciudad. Las tiendas que antes eran para personas de bajos ingresos, dejan de ser accesibles para esa comunidad de clientes debido al aburguesamiento de las mismas. La actividad que parecía una alternativa anticapitalista al capitalismo, pasa a estar vinculada al mismo.
¿Qué pasa con la ropa de los contenedores?
Por otra parte, el proceso por el que pasan las prendas para llegar a las tiendas tampoco es muy eco-friendly. Tomando como ejemplo la tienda Humana, esta lleva a cabo un proceso de selección de la ropa donada, clasificando y separando las prendas en lotes en función de su calidad. Según un reportaje de El Español, únicamente el 13% es reutilizado, mientras que el 39% es vendido a comerciales en África, hasta donde se desplaza en barco. Desde allí, en muchos casos, se exportan hasta otros lugares como Bangladesh, Togo o Afganistán. El transporte hasta estos países genera una gran huella de carbono y un gran impacto ambiental. El porcentaje restante es vendido a empresas de reciclaje por su mal estado.
El objetivo de la ropa depositada en los contenedores especiales para el reciclaje de textiles es la reutilización de estos. A través de su posterior recogida, se pretende redistribuir todas estas prendas a personas con escasos recursos que las necesitan. De ello se encargan las ONG, asociaciones de voluntarios e iglesias. Sin embargo, no toda esa ropa acaba siendo donada.
En términos generales, según la Agencia Europea de Medioambiente, el porcentaje de ropa que se recoge de manera separada en Europa -es decir, ropa reciclada en los correspondientes contenedores y no la que acaba junto a restos orgánicos y plásticos- es de tan solo el 38%. De ese porcentaje, solo el 20% de mejor calidad acaba siendo revendida en tiendas de segunda mano. Todo lo demás acaba siendo exportado a países de África y Asia, o bien se incinera para convertirla en combustible.
Kenia como ejemplo del eslabón final de la moda de segunda mano
Si desglosamos un poco más cada uno de estos procesos, veremos que la ropa donada directamente a otras personas adquiere mayor de tiempo de vida y, por lo tanto, se cumple con el objetivo de la reutilización. Lo mismo ocurre con las prendas que acaban en tiendas de segunda mano, aunque ya no se repartan de manera gratuita, lo cual acaba afectando a familias de bajos ingresos. Sin embargo, cuando estos textiles ya no pueden ser reutilizados en Europa debido a su baja calidad, se exportan principalmente a países africanos.
Según un estudio realizado por Clean Up Kenya y Wildlight, sólo en 2021 la Unión Europea exportó a Kenia más 112 millones de ropa usada, de las cuales 56 millones no se pudieron aprovechar porque estaban sucias o estropeadas. De esta cifra, 37 millones de prendas estaban fabricadas con materiales sintéticos, los cuales son difíciles de reciclar porque no son biodegradables y en el peor de los casos acaban en vertederos de basura contaminando ríos y generando una crisis sanitaria entre los ciudadanos del país.
Los mayores basureros de ropa
Teniendo en cuenta que, dentro del total de la ropa de segunda mano que es exportada a Kenia (900 millones de prendas), se ha descubierto que el 40% acaba en grandes vertederos. Y este es sólo uno de los muchos países que también recibe ropa usada que acaba siendo inservible y, por ende, contaminando la biosfera.
Otro ejemplo es el desierto de Atacama, en el norte de Chile, que recibe millones de toneladas de ropa usada de Europa, Asia y América. Según las Naciones Unidas, la denominada “gran mancha de basura de la moda” ya es considerada una “emergencia medioambiental y social”. Podemos ver que, aquello que hacemos con buena intención, y que dejamos en manos de empresas aparentemente concienciadas, acaba dañando el medio ambiente.
Al otro lado del Atlántico: Centroamérica
En la actualidad, las importaciones de ropa de segunda mano en Centroamérica son bastante bajas (1,8%) si lo comparamos con África subsahariana (33,8%), Asia (10,8%) y el norte de África (7,3%).
Centroamérica, no obstante, se ha convertido en el mayor mercado de ropa usada proveniente de Estados Unidos, Europa y Asia, siendo Nicaragua el principal destino de estos textiles porque cerca del 80% de la población consume ropa o calzado de segunda mano. Según el informe “Reutilizar antes de reciclar”, entre 2011 y 2021 este negocio ha generado más de 274 millones de dólares.
En el año 2021, el 3,4% de toneladas de ropa usada del total mundial (130.000 toneladas) se exportaron a Guatemala; el 2,7% (66.000 toneladas), fueron importadas por Honduras; el 1,9% (52.500 toneladas) se enviaron a Nicaragua; y en El Salvador un 1,9% (unas 35.000 toneladas en 2021) fueron llevadas al país.
Las grandes marcas y el “greenwashing”
Por otra parte, las cadenas de fast fashion han querido sumarse a este nuevo negocio en alza, cayendo en el llamado greenwashing, por el cual las marcas tratan de ofrecer una imagen sostenible y ecológica, cuando realmente sus acciones van en contra del medio ambiente. En el caso de H&M, las tiendas cuentan con un programa de reciclaje de ropa por el cual te dan un cupón de 5€ por cada bolsa de ropa ya no quieras. Pero ¿es cierto que esas prendas se reciclan? En un reportaje de este mismo año del periódico sueco Afton Bladet, salió a la luz que, de 10 prendas, solo 2 fueron recicladas, mientras que el resto acabaron en vertederos de África e India (donde es incinerada, contaminando así el medioambiente), o comercializada en exportadoras. También H&M fue acusada de quemar 12 toneladas de ropa sin vender al año.
Después de todo, ¿es la mejor alternativa?
Una vez observado algunos de los engranajes que componen la moda de segunda mano, cabe preguntarse si al final del día es más sostenible que la moda rápida. La respuesta es sí. Reutilizar y tratar de alargar la vida de la ropa siempre es una mejor opción para el medioambiente, pues reduce la contaminación y evita que estos productos acaben en lugares de vital importancia como los ríos.
Sin embargo, tampoco hay que olvidar que la ropa usada proviene de la moda rápida. Por lo tanto, los esfuerzos también deberían dirigirse hacia el origen del problema: reducir las inmensas toneladas de ropa que se fabrican al año y preferiblemente emplear textiles biodegradables y no sintéticos. En último lugar, cuando estas prendas ya no pueden ser utilizadas debido a su inutilidad o baja calidad, tarde o temprano acabarán en vertederos.
Además, durante este proceso, se ha comprobado que en los últimos años y con el auge de esta tendencia, las personas que más necesitan la ropa usada son las que más están saliendo afectadas debido al alto precio de las prendas. Aún así, el negocio genera un gran número de puestos de trabajo.
El eslabón intermedio entre el nacimiento y la muerte de la ropa es, entonces, la segunda mano y su intento de alargar la vida de las prendas y evitar que acaben donde no deberían. A pesar de enfrentarse a desafíos que provocan cierto impacto negativo, es, de momento, una de las alternativas más sostenibles a la moda rápida dentro de la industria.