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periodismo universitario en internet

Joaquín San Juan: “En un escenario vale el que vale”. Un vistazo al flamenco en la actualidad

Entrada de Centro Amor de Dios (Mario Sáez)

  • Las formas de aprender el arte fuera de la academia convencional

  • El flamenco está resurgiendo cada vez más en la sociedad actual

 

El 2,2% de la población española práctica flamenco. Esto afirma el Ministerio de Cultura español. Para ser un país en el que cada tienda de souvenirs exhibe un traje de bailaora, la cifra parece casi baja. Podría deberse a que este número refleja sólo el porcentaje de personas que practican el flamenco profesionalmente, haciendo uso de la academia como trampolín a una carrera en este arte. Sin embargo no refleja la práctica común y mundana del arte en sí, la de las escuelas fuera de los conservatorios y las titulaciones, la de el día a día español.

Como casi todas las artes musicales de gran alcance en el mundo, el flamenco es el resultado de una mezcla de culturas. La confluencia de las vivencias árabe, judía y gitana en España, dio nacimiento a lo que es hoy uno de los estilos más  reconocidos alrededor del globo. Su ceno suele ser asociado a Andalucía, pero el flamenco recorre y enraíza más allá de las fronteras del sur peninsular: en la capital reside uno de sus mayores puntos de influencia.

Cuadros en las paredes del Centro Amor de Dios (Rafa Sánchez)

Amor De Dios

El 1 de enero del año 1953, la que es, hoy en día, la academia de flamenco más antigua del mundo, abrió sus puertas por primera vez en un almacén, propiedad de Antonio Ruiz Soler, el célebre bailaor, en la calle de la Montera. Aún no había sido bautizada como Amor de Dios: aunque se pudiera asumir que su nombre nace por razones teológicas, propias de un país que resalta por ellas, en realidad lo adopta 7 años después de su fundación, cuando la sede de la academia debe trasladarse a la calle Amor de Dios número 4, tras ser declarada en banca rota la finca donde inicialmente comenzó su actividad. Así lo cuenta Joaquín San Juan, actual director de la academia. 

 

Chicos en el pasillo del Centro Amor de Dios (Mario Sáez)

“Un punto de encuentro adaptado al mundo al que sirve”

Esto, en palabras de su director, es lo que define al Centro Amor de Dios: no un sitio dedicado a formar en flamenco, sino a encontrarse con él. Aunque en los últimos años, con el avance en técnicas y metodologías, se ha vuelto común la necesidad de titulaciones y certificados, el encuentro con las artes aún tiene lugar en algunos puntos específicos. Lejos de desprestigiar la academia y la formación, Amor de Dios las solapa con el arte.

 

Cuadros en las paredes del Centro amor de Dios (Anna Camila Hidalgo)

 

Siguiendo un método muy propio de la filosofía socrática, en este centro siguen una simple consigna de “alumnos que eligen a maestro; maestro que elige alumnos”. Aunque puede parecer arcaico y remar fuera de los métodos convencionales de enseñanza práctica, este modus operandi consigue que la experiencia en el centro consiga algo que escasea últimamente tanto en el arte como en la enseñanza: la individualización, el entendimiento de que no todas las personas pueden ser sometidas a los mismos métodos, ni a seguir las mismas directrices.

San Juan lo describe afirmando que aunque la técnica existe por algo, y se puede aprender, lo que distingue al talento flamenco va más allá de ella: “¿te duele el dolor de los demás?, ¿eres capaz de paladear todos y cada uno de los matices del dolor humano?”, o lo que es, prácticamente, lo mismo: ¿eres empático?, ¿sabes transmitir esa empatía?. Si la respuesta es sí, la técnica es un añadido; si la respuesta es no, toda la técnica del mundo no convertirá al flamenco en tu profesión, porque no es suficiente.

 

La Titulitis

Todo esto nos conduce aun término que está más bien trillado los últimos años: la “titulitis”. La creencia de que los conocimientos y destrezas valen más cuando han sido certificados; el pensar que todos los oficios han de ser primero sometidos al escrutinio experto; la necesidad de convertir las artes en las ciencias. En España se ofrecen típicamente 3 tipos de formación en flamenco: las Enseñanzas Artísticas profesionales y superiores, los másteres en flamenco, y las cátedras en flamenco. ninguna de las anteriores es la adecuada para el aprendizaje del arte, sólo de la técnica y la forma. Aunque haya ya un cierto grado de metodología y, por ende, de titulaciones, no se puede perder de vista que  el origen del flamenco no está en las clases. El origen del flamenco está afuera en las calles.

En los patios, en las tabernas y en las reuniones familiares donde las emociones se transformaban en cante, toque y baile. El flamenco es, ante todo, una expresión popular y vivencial, surgida de la necesidad de comunicar lo que las palabras no alcanzaban a decir. Es un arte que se aprende con los sentidos, absorbiendo el compás, el sentimiento y la fuerza a través de la convivencia y la experiencia, no de manuales ni de exámenes.

La “titulitis” aplicada al flamenco plantea una paradoja: al encorsetar un arte tan visceral y espontáneo en el marco académico, corremos el riesgo de despojarlo de su esencia más auténtica. No se puede enseñar el duende, porque el duende no se explica, se siente. No se puede certificar el compás, porque es algo que se vive en la sangre. Intentar institucionalizarlo es como intentar embotellar el aire: una contradicción en términos.

 

Clase de baile de la escuela Amor de Dios (Rafael Sánchez)

El presente y futuro del flamenco

Aunque como práctica tenga más bien poco apogeo, la escucha de su música es cada vez mayor: es el tercer género más escuchado en Spotify en España, y su repentino auge podría deberse a la apropiación del estilo a nuevos géneros musicales por artistas emergentes. Centros artísticos como Amor de Dios desestigmatizan el flamenco como una practica antigua, innovando no sólo en métodos de enseñanza, sino también abriendo sus puertas a extranjeros y foráneos que quieran vivir el flamenco sin la presión de formarse académicamente.

No sería incorrecto afirmar, a pesar del pensamiento opuesto común, que el flamenco está más vivo que nunca.

 

 

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