Menores, solos y en busca de una vida mejor
Hay distintas razones por las que una persona o un conjunto de personas abandonan un país. En ocasiones, la decisión es voluntaria, y el trasfondo es la búsqueda de una vida mejor; sin embargo, a otros no les queda otra opción que la de abandonar sus hogares debido a la situación que experimentan en su país. Pero, ¿cuándo decimos que una persona es refugiada y cuándo migrante?
En el año 2005, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) quiso que la ciudadanía dejara de asociar estos dos términos como iguales.
“Los refugiados son personas que huyen de conflictos armados o persecución. Con frecuencia, su situación es tan peligrosa e intolerable que deben cruzar fronteras internacionales para buscar seguridad en los países cercanos y, entonces, convertirse en ‘refugiados’ reconocidos internacionalmente, con acceso a la asistencia de los Estados, ACNUR y otras organizaciones. Para estas personas, la denegación del asilo tiene potencialmente consecuencias mortales.
Los migrantes eligen trasladarse no a causa de una amenaza directa de persecución o muerte, sino principalmente para mejorar sus vidas al encontrar trabajo o educación, por reunificación familiar, o por otras razones. A diferencia de los refugiados, quienes no pueden volver a su país, los migrantes continúan recibiendo la protección de su gobierno”
El caso de España. Migrantes y refugiados
No hace falta irse muy lejos para ser testigo del drama de los flujos migratorios. Una de las rutas más comunes para acceder a Europa desde el norte de África es la ruta del Mediterráneo Occidental. Es raro el día en el que ni una sola patera haya tenido que ser rescatada por Salvamento Marítimo, Cruz Roja, la Guardia Civil o la Policía Nacional. Sólo en 2017, 17.500 personas entre las que se mezclan inmigrantes y refugiados fueron rescatadas de más de un millar de pateras, el triple que en 2016. Eso sin hablar de los intentos de saltos de valla que separa las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla con Marruecos. Pero para los que consiguen pisar suelo español no se ha terminado la travesía.
Los que consigan cruzar a Ceuta o Melilla tienen derecho a ser acogidos en un Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), donde recibirán un techo y tres comidas al día. Este tipo de centro solo existe en las ciudades autónomas; el equivalente peninsular serían los Centros de Internamiento de Inmigrantes (CIE), donde se ingresan los extranjeros que están en situación irregular en el país, es decir, los conocidos como sin papeles. En la teoría los casos en los CETI se tramitan en un máximo de 60 días, aunque con la masificación de la práctica pueden demorarse más del doble de tiempo. Si después de que se haya estudiado la situación no se reconoce al individuo como refugiado y no corre ningún peligro mortal al volver a su país, el ciudadano es repatriado.
Un informe reciente de ACNUR alerta de que los flujos de migración que llegan a Europa son mixtos. Esto quiere decir que en una de las tantas pateras que llegan a las costas españolas vienen tanto inmigrantes como refugiados. Y entre tanto inmigrantes como refugiados se encuentran menores, que en ocasiones llegan solos o sin acompañar.
En el año 2015 España se comprometió a recibir a 11.337 refugiados en un plazo no superior a dos años. Hoy, cuando el plazo ya ha vencido, se ha comprobado que el número de ciudadanos acogidos apenas supera el 10%. Desde el Gobierno alegan que esta falta de compromiso se debe a que la Oficina de Reubicación de Grecia le decía que “no habían refugiados que reunieran los requisitos para ser reubicados”. Sin embargo, otros países como Finlandia, Alemania, Francia e incluso Portugal no se acogen a estas alegaciones y ya han acogido a más refugiados que España.
Menores, refugiados y solos
Menores, refugiados y solos. Son las características de cientos y cientos de niños que solicitan ayuda a las puertas de los países más importantes del viejo continente. La llamada crisis de refugiados continúa siendo un problema que parece no tener solución. La desaparición de niños y la ausencia de información sobre los mismos ha provocado que las distintas organizaciones humanitarias y organismos policiales internacionales pusieran en marcha investigaciones al respecto.
La crisis de los refugiados es un problema que no ha conseguido la atención de Europa hasta el año 2015. Fue entonces cuando los 28 países miembros tomaron cartas en el asunto para poner una solución que permitiese que tantos que se han visto obligados a abandonar sus hogares pudieran ser acogidos de forma legal y cumpliendo con los valores de responsabilidad de amparar e integrar a estas personas que están viviendo una situación desesperada. Hemos investigado sobre el proceso legal que siguen los menores solos y sin acompañar cuando llegan a territorio español para Variación XXI
El delicado proceso legal
En España, según el artículo 189 del Código de Extranjería, un menor inmigrante no acompañado es aquel extranjero menor de dieciocho años que llega o se encuentra en el territorio español sin el acompañamiento de un adulto responsable de él. La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) recalca especial importancia en detectar a los menores no acompañados entre los inmigrantes que entran en el país, particularmente cuando estos vienen en grupos con adultos. “Una valoración errónea sobre la relación de parentesco o vinculación de un menor no acompañado con el adulto que se declara como responsable del mismo, podría poner al menor en situación de vulnerabilidad o dejarle en manos de los traficantes de personas o de las mafias que le trajeron al país”, explica ACNUR.
Tras la identificación de un inmigrante menor no acompañado, el Código de Extranjería estipula que se tiene que determinar y registrar su edad, explicando que en el caso de que el menor esté indocumentado y su edad no pueda ser establecida con seguridad, se informará inmediatamente al Ministerio Fiscal para que se pueda abrir un proceso en el que trabajen las autoridades sanitarias. Por su parte, ACNUR enfatiza que, a la hora de hacer dichas pruebas, es importante tener en cuenta “los aspectos raciales, étnicos, nutricionales, medioambientales, psicológicos y culturales que tienen en una influencia directa en el desarrollo y crecimiento del niño”, denunciando que las que se vienen realizando generalmente no están cumpliendo con este matiz. “Si se considera imprescindible realizar pruebas para estimar la edad, éstas deberán llevarlas a cabo profesionales con la experiencia y formación adecuadas, que estén familiarizados con los antecedentes étnicos/culturales del niño” añade la agencia.
Según el Código de Extranjería, el siguiente paso tras determinar que el inmigrante es menor es inscribirlo en el Registro de menores no acompañados. Así, “tras haber sido puesto el menor a su disposición, el servicio de protección de menores le informará, de modo fehaciente y en un idioma comprensible para éste, del contenido básico del derecho a la protección internacional y del procedimiento previsto para su solicitud, así como de la normativa vigente en materia de protección de menores”, detalla la legislación. A su vez, ACNUR recuerda que, debido a la delicada situación en la que se encuentra un menor en esas circunstancias, “se les debe proporcionar siempre información adecuada a su edad y deben ser entrevistados por profesionales preparados y cualificados en cuestiones de menores y de refugiados”.
Uno de los aspectos críticos a la hora de gestionar la llegada de un menor acompañado al país es determinar si este sería apto para recibir asilo. Las autoridades competentes elaboran un informe con datos recogidos acerca de la situación familiar en el país de origen del menor y a través de las informaciones de las que dispone la entidad que ostenta la tutela legal del menor dentro de España. En el caso de que las autoridades, a partir de la información recopilada, consideren que “el interés superior del menor se satisface con la reagrupación con su familia o su puesta a disposición de los servicios de protección de su país de origen”, se iniciará un proceso para su repatriación. Así, el menor será informado por escrito, “en una lengua que le sea comprensible y de manera fehaciente”, según indica el Código de Extranjería, de la decisión y las razones por la que esta ha sido tomada, además de los derechos de los que este dispone. A partir de esta decisión, se abre un plazo en el que tanto el menor como la entidad de su tutela pueden formular cuantas alegaciones deseen. En cuanto a esta situación, ACNUR pone hincapié en que, generalmente, los menores no son conscientes de que su situación podría ser apta para garantizar asilo en el país de acogida. Así, ACNUR especifica que “el tutor que legalmente se asigne al menor debería considerar la posibilidad de solicitar asilo para el niño si lo estimara oportuno, aunque el menor no hubiera hecho mención expresa a este tipo de protección”. Es por eso que el Código de Extranjería también detalla que, tras la identificación de un inmigrante menor de edad no acompañado, se adoptarán “medidas para asegurar que el representante de la persona menor de edad […] actúe en nombre del menor de edad no acompañado y le asista con respecto al examen de la solicitud de protección internacional”.
¿Latinoamérica también acoge refugiados?
Sí. Con el conflicto sirio desbordado en nuestras puertas se ha abierto una nueva brecha que incumbe a todas las ciudades del mundo. La ONU declaró que “todos los países del mundo tienen la obligación, por razones humanitarias, de acoger refugiados sirios, y con todos incluyo a Canadá, Australia, Latinoamérica, los del Golfo Pérsico, Estados Unidos y Asia”
Algunos países Latinoamericanos como Argentina, Brasil, Uruguay y Chile ya se han movilizado para abrir los brazos a quienes les elijan como lugar dónde empezar una nueva vida.
Pero en Latinoamérica no solamente se acoge a ciudadanos ajenos al continente.
Por los conflictos armados, por la escasez de alimentos, por la búsqueda de un mejor porvenir y porque en Colombia uno de cada cuatro miembros que pertenecía a la guerrilla colombiana eran menores de 18 años, Ecuador, se ha convertido en el país suramericano que más refugiados acoge. ACNUR revela en sus datos de 2017 que “el Estado ecuatoriano ha reconocido a más de 60.000 personas refugiadas en el país. El 95% de ellos son ciudadanos colombianos”. El porcentaje de menores de 18 años acogidos en el país andino alcanza el 23% y, de estos, el 60% viven en entornos urbanos y e 40% en regiones no desarrollados cerca de la frontera con Colombia.
La Defensoría del Pueblo de Ecuador (DPE) en colaboración con ACNUR publicó en el año 2013 un informe que contiene fotografías donde los niños refugiados reflejan su cruda realidad a través de inocentes dibujos.
María Clara Martín, representante de ACNUR en Ecuador destacó la labor que hace el Gobierno ecuatoriano para integrar a sus refugiados: “asisten a escuelas públicas y reciben servicios de salud como cualquier ciudadano ecuatoriano”
A finales de 2017 aún no se ha cumplido el pacto firmado por los países europeos . El acuerdo evaluó las características de la situación y según un análisis en que se medían requisitos como el tamaño de la población, el PIB o la media de solicitudes de asilo se determinaba el número de refugiados que debían ser acogidos por cada país. Ese año, a nivel regional era urgente reubicar a 40.000 personas en los Estados miembros, y 20.000 en países no comunitarios. Se debe remarcar que esta crisis global de refugiados cuenta con más de 60 millones de personas que se han visto obligadas a abandonar su lugar de origen.
Un camino por recorrer
Las soluciones expuestas por los gobiernos para resolver la situación fueron algunas como estas; la acogida de miles de refugiados y reubicación, o la repatriación de los refugiados de forma directa debido a su situación ilegal en el país donde fuese acogido. Pero, el exilio ha sido la única baza de miles de personas que han huido de sus hogares en busca de oportunidades debido a los conflictos armados en lugares como Irak, República Centroafricana, Sudán del Sur o Afganistán.
La realidad es que a día de hoy, sigue habiendo historias de personas que han decidido seguir luchando sea donde sea. En el ámbito internacional, Siria es el país más azotado por este problema. Se puede decir que llevan décadas y los asentamientos en ciertos territorios han sido su única salida, a pesar de la ayuda de las organizaciones humanitarias. Además, muchos de estos pequeños no pisan una escuela en año, el trabajo será su experiencia educativa. Aunque en algunos casos, las casas alquiladas, garajes o pequeños lugares les sirven de hogar. Así, como en el caso de Holanda, increíble pero cierto: empleó como centro de acopio una de su cárceles y sus motivos fueron la disminución de la delincuencia y la acogida de cerca de 60.000 refugiados difíciles de reasentar de otra manera. Las tradiciones y costumbres no son ajenos, y estos menores refugiados deben cumplir con obligaciones como el casamiento a los 16 años. Y esto no sería inconveniente en un ambiente regular en país, sin el el suelo se ha convertido en tierra y las casas en carpas y los horarios de colegios en algo inexistente.
Según una reciente publicación del diario El País, 11 ONG denunciaban la falta de financiación estatal de los lugares, en este caso albergues, donde debieran residir los miles de niños que emigran solos en estas condiciones de exilio.
A inicios del pasado año, un informe de UNICEF hacía saber al mundo que miles de niños sufrían abusos y violencia en su ruta hacia el nuevo destino. El documento desvelaba que mujeres y niños eran vejados por agentes uniformados en las fronteras o por delincuentes implicados en el tráfico de personas.
Nota sobre los derechos de imagen: los derechos a los que están sujetos las imágenes de CAFOD se pueden consultar en su cuenta de Flickr.