Fobia no, gracias
A los seres humanos, en ocasiones, nos resulta difícil convivir con hechos y acontecimientos extraños o inconcebibles. Creer que el Islam y los musulmanes son enemigos a abatir en Occidente, que la comunidad islámica pone en riesgo nuestra seguridad y en entredicho nuestros principios, son algunos de los falsos convencionalismos que alimentan al fenómeno de la islamofobia. El término que acuña a esta lacra nace en el seno de Reino Unido a finales de los años ochenta y principios de los noventa, para dar nombre al rechazo y la discriminación que sufre la población musulmana occidental.
A primera hora de la mañana del jueves 11 de marzo de 2004, el movimiento yihadista global, Al-Qaeda, provocó la peor masacre terrorista contemporánea. Diez bolsas de viaje cargadas con explosivos y metralla acabaron con la vida de 191 personas y dejaron heridos a más de 1800 pasajeros. Pero los atentados que azotaron a la capital española no pusieron punto y final a la historia del yihadismo en Europa. Y es que el pasado 13 de noviembre de 2015, París lloraba la pérdida de al menos 130 víctimas mortales, sin olvidar los recientes ataques al corazón de Europa perpetrados por terroristas del Estado Islámico, que sesgaron la vida de 32 civiles.
Realidad vs. Convencionalismos
Según el doctor de la Universidad Autónoma de Madrid, Fernando Bravo López, “los islamófobos difieren acerca de un gran número de cosas, unos son católicos, otros evangelistas, otros judíos y otros ateos; unos de izquierda, otros de derecha, unos racistas y otros no; pero todos están de acuerdo en una cosa: el Islam es una amenaza, y los musulmanes lo son también”. ¿Pero realmente la sociedad actual se cimienta en estos prejuicios? Parece ser que no, puesto que menos del 50% de la población española siente animadversión hacia el inmigrante musulmán.
Más que el sentir de la población que construye sus ideales desde la racionalidad, los convencionalismos son el caldo de cultivo de los medios de comunicación. Estos, en determinados momentos, a través de noticias más sensacionalistas que informativas, infunden a la sociedad una sensación de miedo e inestabilidad. “Yo creo que ahora vende el titular, vende el impacto. Hay poco tiempo para explicar bien las cosas. Entonces se busca un factor que sorprenda y que da poco margen a desarrollar bien la noticia. Porque ocurra algo en una ciudad aislada, no significa que todos los musulmanes sean así”, apunta Marcos Andrés, estudiante de Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
“Yo creo que los medios siempre mienten, nunca dicen la verdad. Cuando hablamos del tema de la islamofobia, o del tema de la Guerra en Siria, o en Palestina, o en cualquier sitio del mundo, siempre están a favor de un régimen o un tipo de política. No es la verdad. Yo creo que la islamofobia es algo que existe, pero no como lo reflejan los medios”, nos cuenta, en este caso, Hala Doudieh, refugiada siria que tras tres años como residente en España ha conseguido las tasas universitarias gratuitas para retomar Bellas Artes en la UCM, titulación que comenzó en Damasco.
El poder de la desinformación
Una de las principales causas que alimenta los casos de islamofobia es el desconocimiento. Cabezas de cerdo mutiladas junto a pintadas denigrantes, repunte de la “islamofobia de género” que perjudica a las mujeres que llevan la hiyab (velo que cubre el cabello), agresiones continuas y acoso escolar por pertenencia a una religión diferente, aumento de mensajes islamófobos en redes sociales o vandalismo contra lugares sagrados, son algunas de las consecuencias derivadas de una aglomeración informativa que no deja al ciudadano obtener un conocimiento real para poder ver más allá de una bomba de humo.
“Conocimiento e ir a conocer otras culturas. Se tiene mucho miedo. Las batallas de las religiones, que se han dado durante toda la historia, es buen momento para enterrarlas, y ver que somos personas con distintas culturas pero mismos ideales. Libertad e igualdad. Hay que mezclarse”, concluye Marcos Andrés.
La clave para seguir avanzando es no mirar con recelo al diferente porque todos nacemos con una condición: la de ser personas. Ellos, los olvidados, claman igualdad y demandan a la sociedad que no se les confunda con una rama radical del Islam, el yihadismo. Porque el mejor remedio para eliminar los prejuicios está en saber convivir en paz.