Don Ernesto y Madrid: tras la huella de Hemingway
EL 20 de diciembre de 1923, el Star Weekly de Toronto publicaba un reportaje titulado La fiesta de los toros es una tragedia, enviado por su corresponsal en Europa Ernest Hemingway. Con tan solo 24 años y habiéndose recorrido el antiguo continente en busca de historias, Hemingway escribía sobre un viaje que había hecho a Madrid con la intención de ver su primera corrida de toros. Según narraba el escritor americano, había pedido a un amigo que le dibujara un mapa de España en la parte posterior de la carta de un restaurante y, con aquel plano improvisado, el joven reportero tomó un tren en París a primera hora de la mañana para llegar a la capital española a las pocas horas.
Hemingway quedó maravillado con los encantos que ofrecía Madrid desde el primer momento: por su excelente clima, su extraordinaria ubicación, por el Museo del Prado, el Parque del Retiro y, sobre todo, por el carácter de sus gentes, con las que acabaría estrechando fuertes lazos hasta llegar a ser conocido por todos como “don Ernesto”. Allí encontraría la inspiración necesaria para escribir algunas de las obras que le llevarían a ser considerado como unos de los escritores más importantes de la literatura universal. En el final de su novela Fiesta, sus protagonistas se reúnen en el bar del Hotel Palace y, agradecidos por la gentileza del servicio, contemplan el paisaje veraniego que transcurre detrás de las ventanas.
Reportero en la Guerra Civil Española
Tras haber establecido una conexión tan estrecha con la ciudad, Hemingway no dudó en acudir a la capital española en su momento más trágico y delicado. Debido al levantamiento de los fascismos que se estaban llevando a cabo en Europa, Ernest Hemingway se situó siempre en el bando que él consideraba defensor de los derechos y las libertades, y por ello viajó a Madrid en plena Guerra Civil para contar al mundo la lucha que allí se estaba librando. Desde las habitaciones del Hotel Gran Vía y del Hotel Florida escribió numerosas crónicas para el North American Newspaper Alliance. El 14 de abril de 1937 contaba:
«La ventana de la habitación del hotel está abierta y escucho tendido en la cama el tiroteo que llega hasta mí desde la línea del frente situado siete manzanas más allá. El fuego de fusilería continúa toda la noche y se mezcla con ráfagas de ametralladora pesada y disparos de mortero. Al escucharlo, causa placer estar acostado y retirar poco a poco las piernas para calentar los pies, y no en el frente de Carabanchel o de la Ciudad Universitaria. De la calle llegan la voz recia de un hombre que canta y la de tres borrachos que discuten cuando empiezo a quedarme dormido».
Fue en el Hotel Florida , situado en la Plaza de Callao, donde comenzó su romance con la que acabaría convirtiéndose en su tercera esposa, la reportera de guerra Martha Gellhorn. En aquel edificio se acabaron reuniendo también otros artistas como el también escritor John Dos Passos o el célebre fotógrafo Robert Capa, y fue allí donde se fraguó uno de los documentos históricos más importantes sobre la guerra civil: Tierra de España. Dirigida por Joris Ivens, este documental refleja la lucha de los milicianos y los campesinos españoles, y muestra imágenes reales de la ciudad de Madrid hecha pedazos tras los continuos bombardeos.
Pero, sin duda, uno de los relatos más entrañables de aquellos días es el acabó llevado como título Los chóferes de Madrid. En él, Hemingway habla de un tal Hipólito al que describe como un hombre que «se mostraba firme cual una roca, puro igual que el bronce de una buena campana y constante y puntual como un reloj de estación de ferrocarril». Tras una jornada de intensos bombardeos, Hipólito ofreció sus servicios como chófer para llevar en su automóvil a Hemingway y sus acompañantes a almorzar por la Gran Vía. Tras dejarlos en un restaurante, el chófer aparcó cerca para esperarlos en el interior del vehículo. Al poco, un nuevo bombardeo sorprendió a los comensales y, al salir a la calle, Hemingway encontró el coche de Hipólito cubierto de escombros. Temiendo lo peor, corrió para socorrerlo, pero al llegar se dio cuenta de que el chófer despertaba de una apacible siesta. Aliviado tras el fuerte susto, Hemingway dijo a su chófer: «Vamos al Bar Chicote a tomar un café».
Hemingway y los toros
La guerra terminó, y tras la derrota del bando republicano Ernest Hemingway juró no volver a pisar España. Pero finalmente no pudo evitar romper su promesa. En 1959 escribiría sobre su regreso:
«Me resulta raro volver a España; nunca esperé que me permitiesen regresar al país que amo más que ningún otro excepto el mío y yo tampoco quería hacerlo mientras que algunos de mis conocidos estuviera en la cárcel».
Pero volvió. No podía evitar la pasión que despertó en su juventud la vida en los ruedos. Debido a su carácter temperamental y a su fuerte personalidad, no era de extrañar que Hemingway se viera atraído por las fiestas taurinas. El enfrentamiento del hombre contra la bestia contenía los ingredientes necesarios para seducir al aventurero escritor, aficionado a la caza y amante del riesgo. En su obra Muerte en la Tarde intenta explicar el sentido de este espectáculo que, fuera de España, era percibido como una auténtica barbarie. La pasión con la que Hemingway abordó este libro es la misma que le llevó a establecer una amistad fuerte con distintos toreros como Antonio Ordoñez o Luis Miguel Dominguín. Por eso era habitual verle en la Plaza de Toros de las Ventas presenciando la faena de sus colegas, pero también en otros lugares como la Cervecería Alemana, situado en la Plaza de Santa Ana, donde acudía a tomar cerveza y café como contaba en su artículo para la revista Life titulado El verano peligroso.
La ciudad que acogió a Ernest Hemingway
Le gustaba beber y comer en buena compañía, y no le costó encontrar lugares con encanto en Madrid para hacerlo. Hay una anécdota que ha sobrevivido al tiempo y que ocurrió en el Restaurante Botín. Allí, el escritor se terminaría haciendo amigo del dueño de la taberna, hasta tal punto que le pidió que le enseñara a preparar la paella. Después de varios intentos poco fructuosos, Hemingway acabaría admitiendo su derrota: «Será mejor que me siga dedicando a la escritura».
La mayoría de estos lugares conservan algún recuerdo del paso del Premio Nobel americano. Su foto cuelga en las paredes de estos locales que, a pesar de los años, se enorgullecen de haber sido elegidos por el gran escritor en el pasado. Los aficionados a sus novelas y reportajes pueden recorrer estos sitios a modo de ruta y revivir en poco tiempo el paso de Hemingway por la ciudad de Madrid. Cincuenta y cinco años después de su muerte, don Ernesto sigue presente en el corazón de una ciudad que lo acogió como a uno más.
En Madrid hayas nacido donde hayas nacido, serás tratado como uno mas, porque el 90% de la población han venido de otro lado o son hijos de gente venida de otro lado.
Si le preguntan a alguien de Madrid, y tu de donde eres, te dirá em promer lugar soy de Valladolid o de Réus, aunque haya nacido en Madrid. Muy pocos se consideran Madrileños, y los pocos que lo son suelen añadir “de pura cepa” para que quede bien claro.