Las Ventas, pasado y presente
Hablar del mundo de los toros en España es hablar de Las Ventas, la plaza con más repercusión en todo el mundo donde, anualmente, los toreros que pisan la arena se doctoran ante un público que ha ido evolucionando con el paso del tiempo pero que no ha olvidado la exigencia de antaño. Variación XXI ha profundizado en su historia, en las grandes tardes vividas con gestas para el recuerdo del aficionado, así como en detalles como la desaparición de la música durante las faenas en 1939.
La luz se cuela por cada terraza, por cada acceso, dando vida a unos pasillos que llevan en pie más de ochenta años, resistiendo el paso del tiempo y guiando a los aficionados más exigentes del mundo taurino hasta un tendido que ha visto nacer y caer a los toreros más imponentes. Una arena que sufrió al igual que todo el territorio nacional los estragos de la guerra que dividió al país, volviendo para dar fama al conocido “Manolete”, que dejó faenas para el recuerdo y grabó su nombre en el coso venteño. Se inicia en esta época de manos de Livinio Stuyck, la Feria de San Isidro, proporcionando a la plaza el reconocimiento que sigue manteniendo hoy en día. Los protagonistas del espectáculo cambian sus nombre pero la leyenda de Las Ventas se mantiene, la llamada catedral del toreo, disfruta con Antonio Chenel “Antoñete”, Curro Romero y más tarde con “Paquirri” y José María Manzanares. Llega la “corrida del siglo”, el toro “Velador” se convierte en el primer indultado de la historia, la ganadería de Victorino Martín consigue su hueco en el recuerdo de los aficionados.
Los años pasan, pero la fiesta continua, alimentada por temporadas como la del colombiano César Rincón, que logra abrir la puerta grande en cuatro ocasiones en el año 1991. A finales de los 90, asciende como la espuma el madrileño José Tomás, que en palabras del experto periodista taurino, Manolo Molés, se hizo «importantísimo en los años 97-98 y 99, toreaba muy muy bien y peleó durante esas tres temporadas con los más grandes que había en ese momento, ganándoles la partida, era el mejor, el número uno sin discusión» sentencia. «Dejó un sello muy fuerte y hay gente que quiere verlo de nuevo en Las Ventas» añade el narrador. Tras seis años de ausencia, volvió a pisar el ruedo más conocido del mundo en 2008, estando ausente hasta la actualidad.
La Monumental de Madrid se encuentra flanqueada por estatuas que recuerdan la figura de los que ya no están y que han dado mucho por hacer crecer este coso. El recuerdo al científico escocés que salvo la vida de tantos toreros gracias al descubrimiento de la penicilina, el Doctor Fleming. El tributo al gran torero Luis Miguel Dominguín, desaparecido en 1997 y que representa al matador arrastrando su capote y dando las gracias al público con la mano derecha. Frente a la Puerta Grande se encuentra el homenaje a José Cubero “Yiyo”, el último matador muerto por cornada en España, el 30 de Agosto de 1985. La imagen muestra por una parte a un ángel arrodillado frente a una silla en la que están el traje de luces y la montera, por la contraria, un torero celebra la victoria delante del toro mientras los aficionados vestidos de San Isidro aplauden. A su derecha, la estatua dedicada a Antonio Bienvenida, uno de los toreros madrileños predilectos de su generación y quien más veces toreo en Las Ventas, en ella se ve a un grupo de varios hombres sacando a hombros al vencedor.
Este ruedo representa el sueño de muchos jóvenes que pelean desde pequeños para llegar a pisar la arena con el traje de luces sobre sus hombros, es el caso de Kevin de Luis, novillero de Sevilla, que continua luchando para cumplir su objetivo. Con una sonrisa de oreja a oreja comenta, «es la primera vez que piso Las Ventas, es un sueño cumplido, llevo viéndola toda la vida, pero hoy es el primer día que he estado en el ruedo». Junto al torero Gonzalo Caballero, el andaluz recorre la parte central de la plaza y realiza pases al aire mientras según sus propias palabras, «estaba imaginándome el día que toree aquí». Caballero, que tomó la alternativa en este mismo lugar en Octubre del año pasado, reconoce que «siempre es una sensación única estar aquí, es la plaza más importante del mundo y la que te cambia la vida. Impresiona tanto llena como vacía, produce un respeto que solo los que saben lo que es esto entienden, es la plaza en la que me he criado, con la que sueñan todos los toreros y tomar la alternativa aquí es un sueño, algo que no se puede describir con palabras».
Desde finales de los 40, la fama que albergan estas gradas las ha convertido en centro de peregrinaje obligado para todos los fieles a la fiesta del toro. «Las Ventas es diferente, yo que recorro todo el mundo taurino, desde la plaza más chiquitita de Perú hasta la Monumental de México (la que cuenta con mayor aforo del mundo), puedo decir que es la mejor plaza, por las instalaciones, por los carteles que se dan, por el público que va. La plaza de Madrid es una maravilla, su construcción, su arquitectura» comenta Francisco Serrano, Presidente de la Asociación de Abonados de Las Ventas (Abovent). Coincidiendo con su visión está la de Manolo Molés, «es la plaza que tiene los niveles más altos de todo, de exigencia, de categoría, de toro, de dificultad para triunfar y está claro que es muy bonito triunfar en Valencia o en Sevilla porque consigues prestigio, pero quien te da categoría y dinero es Madrid. Las Ventas es la plaza decisiva, si no pasas la reválida de Madrid, no triunfarás» añade. No todas las opiniones van en la misma dirección, este es el caso de José Barranco, vicepresidente de la Asociación el Toro de Madrid, que cree que «hoy en día no hay ninguna plaza que sobresalga por encima de las demás. Las Ventas ya no es lo que era, y eso es una realidad, ya no manda, antes, venía un torero aquí y triunfaba y ya tenía la carrera hecha, hoy en día no es así».
El público ha cambiado
Son pocas las voces que opinan que Madrid ha perdido el primer lugar del mundo, pero las hay, donde no hay debate posible es cuando se plantea la cuestión de si ha cambiado su público.
La afición para muchos más entendida ha dejado paso a un nueva generación que tal y como comenta Serrano, «solamente va a ver a las figuras, el público es exigente, aunque no todos lo son, ahora está muy mezclado. Hoy en día va un público muy variado y hace cuarenta años todos eran entendidos. El paso del tiempo ha provocado este cambio, ahora va cualquiera aunque no entienda de toros» reconoce. Para Javier Morales, uno de los veterinarios de la plaza y miembro de Abovent, el coso ha sufrido los cambios propios de la evolución social, «es cierto que hace unos años en el siete había gente muy entendida que decía las verdades y que ahora se vocifera más, es cierto, pero es un cambio normal, la sociedad ha cambiado y los aficionados al toro también» comenta.
Atrás quedan ya los nombres de aficionados ilustres que protestaban hasta crear un verdadero escándalo público si no se les ofrecía un buen espectáculo, es el caso del famoso “Ronquillo”, que se sentaba en el bajo del siete y con su voz gargantosa y astillada lanzaba frases lapidarias. Más tarde hubo otros como “Juanito” el de la andanada del ocho, que tuvo sus más y sus menos con Luis Miguel Dominguín, aunque según José Barranco, «el que marcó una época fue el “Lupas”, él fue quien en los años 70, principios de los 80, fijo un listón para la afición, se protestaba de verdad. La empresa tenía que andarse con mucho cuidado porque se podía armar. La intensidad de la protesta ha ido disminuyendo y hoy en día ya no es lo mismo. El rosco trata de darle un aire de seriedad pero se está quedando muy solo», declara.
La plaza sin música
En la gran mayoría de plazas de toros hay una banda de música que ameniza el último tercio de la faena. Pero Madrid es un caso único. La música suena antes de cada corrida y entre toro y toro se interpretan pasodobles, pero nunca durante la faena. El motivo es la polémica que surgió entre partidarios de Domingo Ortega y Marcial Lalanda, los primeros se enfadaron porque durante la actuación de su torero la banda no tocó, cosa que sí había hecho en el turno a Lalanda. Este hecho a priori, inofensivo, ocurrió en 1939, y desde entonces la música solo ha estado presente en una faena en Las Ventas, el 16 de noviembre de 1966, en el último toro de la despedida de los ruedos de Antonio Bienvenida.
Este tipo de detalles son los que marcan la diferencia entre la plaza de Madrid y el resto del mundo taurino, pormenores que sirven de excusa para recordar el debut como aficionado en el ruedo venteño. Es el caso del periodista Manolo Molés, que tras más de cincuenta años, revive su primera vez en Las Ventas, «la impresión fue que aquello era enormemente diferente a lo que yo podía haber soñado, lo multiplicaba. Me llamó mucho la atención que era una plaza sin música y me gustó, porque yo creo que la música queda muy bien como telón de fondo muy bajito, pero no me gusta que predomine. La sensación fue espectacular, sobre todo de grandeza. Grande el toro, grande la plaza, grande la exigencia, grande el triunfo, grande todo», rememora el castellonense. Anécdotas de visitantes habituales que aumentan la inigualable leyenda de un lugar construido para disfrutar de la fiesta. De los toros. «Cuando tenía 6 o 7 años iba casi todos los domingos a la plaza con mis padres, era muy pequeño pero tengo grabadas algunas imágenes, recuerdo que bebíamos agua de un botijo a cambio de una perra gorda y veía escalar a la gente por la pared de ladrillo de la plaza para colarse», evoca el presidente de Abovent. «En mi primera visita me sorprendió muy gratamente todo. Recuerdo que la gente reclamaba porque había salido un toro de carreros y la gente protestaba que era manso. Yo, que no tenía ni idea, recuerdo que un aficionado se levantó y dijo: «Pero que protestáis ignorantes, si es manso banderillas negras», aquello me llamó tanto la atención que se me quedó grabado. Venía muchas tardes pero como no había papel y yo no podía pagar la reventa, tenía que irme a la andanada del 6 o del 5», recuerda Barranco. Relatos que forman parte de una historia común que se empezó a construir en 1922 de la mano del arquitecto José Espeliú, la idea, hacer que más madrileños disfrutasen de un espectáculo que hoy en día se ha convertido en el acontecimiento cultural que más ingresos proporciona a Hacienda.
Habéis puesto un dato que es incorrecto y es que el Yiyo no ha sido el último torero muerto en España por hasta de toro. Revisar ese dato porq está mal.