Berlín era una fiesta. Revoluciones de 1989, el año en que cambió Europa (3)
«Ich bin ein Berliner» John F. Kennedy (26 junio 1963)
El acontecimiento que sirve de referencia al proceso de transformación de los países de Europa central y oriental a finales del siglo XX es sin duda la «Caída del Muro de Berlín». La imagen de la apertura de fronteras y el derribo del muro han quedado como el icono de la democratización europea oriental. Con un antecedente innegable en las riadas de germano orientales que trataban de traspasar, y traspasaban, las fronteras para huir del sistema de partido único. Es la imagen del derrumbe de la influencia soviética en Europa, la de la gente subida al «muro de la vergüenza» derribándolo escoplo y martillo en mano.
La Unión Soviética pierde su influencia en Europa
La Unión Soviética fue durante la posguerra mundial el aglutinante que mantenía bajo su influencia el sistema de partido único en media Europa. El factor militar -liderazgo ruso y Pacto de Varsovia- y el económico -COMECON y división social del trabajo internacional- eran los garantes del sistema. Sin embargo, la URSS fue también el catalizador de la democratización y Michail Gorbachov su paladín. ‘Gorbi’, familiarmente llamado así por sus anfitriones germanos, visitó Bonn en junio de ese mismo año, en vísperas de las elecciones europeas. De sus reuniones con el canciller Helmuth Kohl se podían deducir ya algunos de los futuros movimientos de la política de las dos Alemanias. La economía soviética se había vuelto insostenible y sus capacidades militares estaban en la cuerda floja. Con una situación social y política inestable, una cada vez menor influencia en las repúblicas periféricas y una posición internacional debilitada por actuaciones como la fallida presencia en Afganistán, el Presidium del Soviet Supremo buscaba una solución con la etiqueta perestroika (apertura política) y glasnost (apertura económica), que a la postre se convertirían en herramientas de la implosión del sistema soviético.
Gorbachov no podía por más tiempo soportar la presión ejercida por sus aliados europeos cuyas sociedades reclamaban independencia política y económica. Necesitaba urgentemente encontrar salidas a sus problemas internos, de forma que prefirió permitir los movimientos reformistas de los demás y concentrarse en resolver las cuestiones internas.
A pesar de que el discurso oficial seguía siendo socialista, de los actos y discursos del líder soviético se podía deducir que la teórica inhibición respecto a los problemas de sus socios era una estrategia dirigida a testar los resultados de la apertura democrática en el banco de pruebas europeo. Ese laboratorio de pruebas transicionales no era aplicable, sin embargo, a las descomunales dimensiones, geográficas y políticas de la URSS. Otro factor muy a tener en cuenta era la caducidad inminente de la mayoría de los líderes de la línea más dura socialista europea, agotados y ahogados por su avanzada edad y por la falta de una continuidad política que hiciera sostenible la prolongación del sistema de partido único. Así titulé las dificultades de Gorbachov para afrontar la situación: «¿Reforma pacífica o represión a la china?» (El Independiente, 13 de octubre de 1989).
Un verano caliente
Esa atmósfera de permisividad hizo que durante la época estival los ciudadanos de la República Democrática Alemana (DDR) aprovecharan sus vacaciones para poner en práctica su particular odisea en una huida generalizada. Aunque había constantes intentos de huida hacía la República Federal, sin contar los que se producían en la propia ciudad de Berlín, los alemanes orientales aprovecharon sus vacaciones para solicitar permiso para viajar al Lago Balatón, a tan sólo 100 kilómetros de Budapest, atravesando parte de Checoslovaquia. Cargaban sus ‘Trabi’, diminutivo con el que se conocía al uniformado utilitario de la marca Trabant, con los enseres necesarios y se dirigían a la región lacustre, para acto seguido huir hacia la frontera austriaca y pasar de vuelta a la añorada Alemania Occidental o Federal. Los datos oficiales señalaban que más de 13.000 personas emigraron a Hungría en aquella época.
Al final del verano, el pueblo alemán oriental comenzó a salir a la calle y se movilizó en manifestaciones masivas contra el Gobierno del SED (Sozialistische Einheitspartei Deutschlands o Partido Socialista Unificado de Alemania, en español). Especialmente significativas eran las manifestaciones organizadas todos los lunes en Leipzig. El día 18 de octubre el líder de la DDR, Erich Honecker, se vio obligado a renunciar a la presidencia del país y fue reemplazado por Egon Krenz, perteneciente al sector más conservador del aparato del SED. El último acto oficial de Honecker fue la celebración del 40 aniversario de la república, con asistencia preparada también para Michail Gorbachov. Las crónicas del acontecimiento, incluida la firmada el 20 de octubre, reflejaban la incertidumbre de las posiciones, incluyendo las filtraciones de la entrevista secreta mantenida por ambos mandatarios socialistas. «Mientras, en el último momento de Honecker todas las miradas se volvieron hacia Moscú. El contenido secreto de las entrevistas mantenidas entre el primer mandatario soviético, Mijail Gorbachov, y su colega alemán, se podía deducir de las declaraciones de uno de los consejeros del primero, Taschitschev. Según éstas, las reformas en la RDA harían desaparecer a los conservadores del poder, añadiendo que todo monopolio de poder termina por pudrirse. Estas duras afirmaciones hacen asegurar que la URSS está dispuesta a convivir con una Alemania unida y que Gorbachov prefería cualquier solución antes que una China europea. Una solución violenta al estilo Pekín no habría sido aceptada por la Alemania Oriental sin una activa oposición» (El Independiente, viernes 20 de octubre de 1989). Todo ello conformaba un cóctel explosivo que llevó a la «Caída del Muro».
¡El Muro está abierto!
Ya forma parte de la historia la accidentada apertura de las fronteras berlinesas, y del resto de la República Democrática, debida a la pregunta de un periodista en la rueda de prensa de Günter Schabowski anunciando las medidas del Gobierno del nuevo mandatario Egon Krenz. Dichas medidas permitirían en determinadas condiciones el tránsito de los alemanes orientales al extranjero. La idea era expedir pases para traspasar la frontera y permitir hacerlo, previa presentación del salvoconduto, a partir del día 10 de noviembre. El Gobierno pretendía responder así a la avalancha de viajeros producida durante todo el verano y parte del otoño.
El italiano Riccardo Ehrman, dela agencia ANSA, preguntó por la Ley de Viajes, a lo que Schabowski respondió con el proyecto de ley que tenía entre sus papeles, señalando que cualquier ciudadano germano oriental podía viajar con un simple carnet y sin justificante. Ehrman repreguntó, aunque ésta se le atribuye también al reportero de Bild Zeitung Peter Brinkman: «¿Cuándo entra en vigor?», a lo que Schabowski contesto: «Según entiendo yo… inmediatamente» (Ab sofort), sin leer la parte que decía que la medida entraría en vigor el día 10, ni el resto de papeles de aquella improvisada rueda de prensa. Suficiente para informar prensa, radio y televisión que «el Muro está abierto» y los puestos fronterizos comenzaron a recibir riadas de berlineses que pasaban al lado de la República Federal. Los guardias fronterizos, que no estaban informados, no sabían cómo actuar exactamente y se inhibieron, comenzando por el puesto de Bornholmerstrasse, dejando pasar a todo el que lo solicitaba. Sin embargo, muchos no se atrevieron todavía y esperaron al día siguiente, en que se produjo la verdadera riada.
En el ojo del huracán
Tras la declaración de Schabowski el día 9 de noviembre por la tarde, comenté por teléfono la situación con Fernando Mas, mi Jefe de Internacional. Desde hacía días, meses, la DDR vivía en esa agitación constante, con salida de ciudadanos a través de Hungría durante todo el verano, manifestaciones en Leipzig -todos los lunes-, y en los últimos días dimisión del Politburó y Egon Krenz nombrado presidente. Así lo reflejaba mi artículo publicado el día 8, justo un día antes de la rueda de prensa: «El goteo interminable de refugiados. El nuevo líder no contenta ni a los conservadores ni a los reformistas del partido» (El Independiente, miércoles 8 de noviembre de 1989). Mauricio me avisa de que me están llamando del periódico y no me localizan., yo andaba por algún café descifrando la prensa germana. Después de varias conversaciones telefónicas aquella tarde del día 9 discutiendo la situación, el día 10 a primera hora en camino a Berlín en un Toyota alquilado, vía la frontera Austria-DDR (fronteras atestadas en dirección a Europa Occidental) para evitar cruzar Checoslovaquia. Muchos austriacos se dirigían a Berlín para vivir en directo el histórico acontecimiento.
Aunque iba en dirección contraria a la corriente de alemanes orientales, todos los ‘Trabi’ y otros coches que salen tocan el claxon y saludan entusiasmados. Llegué por la tarde y tuve que buscar, junto con un montón de alemanes orientales, sitio donde dormir. El Gobierno de Kohl daba una noche de hotel y 100 marcos de Alemania Federal a cada visitante del este. Noche del 10 de noviembre en Brandemburgo, escribo mi primera crónica y la envío telefónicamente al periódico. Las fotos del derrumbe del muro son del día 10, viernes, y no del día 9 como mucha gente piensa.
El sábado día 11 a las ocho de la mañana hago un emocionante directo para los informativos de COPE. Es emocionante, además, porque al otro lado del teléfono está mi hermano Alberto, a la sazón director de los informativos de fin de semana. Hablo con José Virgilio Colchero, corresponsal diplomático del mismo periódico El Independiente, que estaba en Hungría con Felipe González y ha venido siguiendo la noticia a Berlín. Hablo con la mujer de mi amigo Pedro Alcalde, director de orquesta, que vive en Berlín, pero no conseguimos encontrarnos debido a la algarabía y la cantidad inmensa de gente en la calle. A media mañana del sábado día 11, fiesta en el muro frente a Brandemburgo otra vez. Los soldados germano orientales están subidos al muro y la gente, desde alguna escalera que otra, habla con ellos con buen ánimo y les ofrecen objetos «con amor». Paso al Berlín de la DDR vía CheckPoint Charlie, los soldados fronterizos vuelven a estar de mal humor. Un café y una vuelta en taxi por los escenarios socialistas de posguerra, incluida Alexanderplatz… todo desierto. El museo de Check Point Charlie se podía visitar ya entonces.
Por la noche cenamos en un restaurante yugoslavo (gran bandeja de carne de la que da cuenta José Virgilio). Cogemos el coche y rodeamos el muro en un largo paseo intramuros, me cuenta que estuvo aquí cuando comenzaron a construirlo. A mi crónica enviada por la mañana añado una breve pieza separada, más literaria, sobre la famosa fotografía del soldado Schumann saltando una alambrada para librarse de la división de Alemania en 1961. Titulaba: «Alemania Oiental ha dado, en unas semanas, un paso de gigante hacia un futuro incierto» (El Independiente, domingo 12 de noviembre de 1989). Al día siguiente volvemos a encontrarnos (estamos en hoteles diferentes) e informo a Colchero de la muerte de ‘La Pasionaria’. Él no lo sabía todavía y a mí me lo había comentado en la radio. José Virgilio me relata la historia completa de Dolores Ibarruri a la que conoce muy bien. Me dice que podría haber sido enterrada en los muros del Kremlin.
El regreso y la preparación de un futuro incierto
El lunes es fiesta en Alemania Oriental, se está pasando la resaca del fin de semana. Vuelvo el martes a Viena, vía Checoslovaquia -Praga en concreto-. ¿Por qué resultan tan desagradables los soldados de frontera checos? En breve caerá también este Gobierno centroeuropeo. Lo normal es pasar por estos países con visado de turista, si dices que eres periodista suelen retener todo el papeleo y suelen tardar un par de meses o tres en darte un visado. Me ven la máquina de escribir portátil, una Olivetti Pluma heredada, y sospechan de un turista escritor. Me cobran por un visado de camión y me dejan entrar en el país, Salir será más fácil, aunque con una cerradísima niebla del mes de noviembre se hace bastante complicado conducir por Checoslovaquia. Aquel lunes en Berlín el violochelista ruso Mstislav Rostrpóvich interpretaba a Bach a los pies del muro para mostrar su adhesión a la democratización de Europa oriental.
«La chispa (la sustitución al frente de la dirección política de la República Democrática Alemana de Erik Honecker) provocó el incendio (Krenz permite a los ciudadanos germanoorientales viajar al oeste), y por el humo (el muro de Berlín comienza a ser derribado) se sabe dónde está el fuego (el debate sobre la reunificación). El Gobierno de Bonn se encuentra mirando a dos mundos muy distintos. De un lado la obligatoriedad de su Carta Magna, con el expreso mandato de trabajar en favor de la reunificación, y de otro su lugar en las organizaciones occidentales, la Comunidad Europea y la OTAN, a las que irremisiblemente pertenece. La República Federal no puede, además, aprovecharse de las carencias económicas ni de los problemas inevitables que las reformas van a provocar en la RDA, para llevar a cabo medidas unilaterales que obliguen a realizar plenamente la constitución del lado occidental. Las posiciones de ambos poderes políticos han quedado claras en la riada de declaraciones e intervenciones televisivas a lo largo del fin de semana» (Martínez Arias, S. El Independiente, 11 de noviembre de 1989).
Espléndido documento testimonial y aclaratorio de este hecho histórico. Nuestra sincera enhorabuena al Dr. Santiago Martínez Arias por compartir, en este artículo, sus vivencias como corresponsal.
Muchas gracias Dra. González Conde. Siempre es un honor ser apreciado por periodistas de su categoría. Le recomiendo también los dos capítulos anteriores Hungría y Viena:
http://variacionxxi.com/2019/11/04/1989-hungria-democratizacion-budapest-europaoriental/
http://variacionxxi.com/2019/10/31/1989-europaoriental-viena-csce-correponsal/
Y los que vendrán. Un saludo, S. Martínez Arias