Lo que queda de la Movida
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¿Qué importancia tuvieron los bares de la Movida? ¿Qué queda de esos lugares tan emblemáticos?
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Nuestros protagonistas nos cuentan el significado de los bares de la Movida Madrileña.
Hace veinte años Enrique Urquijo moría de una sobredosis en un portal cercano a El Penta. Este suceso marcó el final de años de música y desenfreno en la capital. Hoy, Daniel vuelve a reencontrarse con los bares de su juventud. Con esas barras de bar que tanto visitó. Con esas paredes multicolores en las quedaron atrapados las historias de aquella época. La Movida Madrileña fue un movimiento contracultural nacido en la capital a mediados de los 80. Tenía como insignia la palabra «libertad». El epicentro de esta nueva cultura, tuvo lugar en los bares del famoso barrio de Malasaña. Convirtiéndose en el verdadero hogar de muchos jóvenes, que sólo podían ser libres entre aquellas paredes.
Cómo eran bares de Malasaña en los 80
Los bares fueron un microcosmos donde se reunían todas las tribus sociales. En sus barras, pistas y escenarios improvisados, se gestaron grandes figuras musicales de la cultura post franquista española. Alaska, Antonio Vega, Nacho García, Tino Casal, Loquillo o Los Secretos se convirtieron en el himno de una nueva generación.
En los bares madrileños de aquellos años no sólo nacieron músicos. También pintores, escultores, diseñadores y hasta directores de cine, como el reconocido Pedro Almodóvar. Este, motivado por una necesidad expresiva y creativa imparable–como otros muchos coetáneos–, sacó a la luz temas increíblemente vanguardistas. Y destapó tabúes a través de su obra cinematográfica, como la homosexualidad, la transexualidad y las drogas.
La Movida no fue sólo una revolución social, sino una revolución mental. Lo que se veía en el mundo del arte, era una transformación que había dado sus primeros pasos en la calle. Concretamente, en suelos como el de El Penta. Allí, Juanma, actual dueño del bar, nos abre la puerta a Variación XXI. «Todo empezó y acabó en El Penta», sentencia.
Joaquín Notario, actor que ha trabajado para icónicos cineastas que plasmaron los ideales de la época, como el mencionado Almodóvar o Fernando Colomo, resalta la importancia de este movimiento y su repercusión en el séptimo arte. Para él La Movida supuso un antes y un después. Con un terreno, recién abonado por los hippies, Malasaña se convirtió en un lugar idóneo para que se instaurase el germen de La Movida. «Este movimiento llegó como una apisonadora para romper los muros que la España tradicional había construido, y eso en aquel momento era muy importante», relata el actor.
Daniel, desde el mismo taburete en el que se sentaba entonces, confiesa que echa de menos aquellas noches. «Miro estas paredes y siento que aquí he pasado media vida. Y en realidad, tan solo fueron un par de fines de semana. Menos mal», expresa. Ahora, rehúye del boom mediático y artificial que generó la Movida. Y que aún a día de hoy, sigue vendiendo. Y es que la Movida trajo muchas cosas, unas mejores que otras. Pero nadie pensó nunca, que aquellos jóvenes que sólo querían divertirse formarían parte de la historia de nuestro país.
«Aquí han pasado muchas cosas y de la mitad ni nos acordamos», concluye Daniel. Todos los que recuerdan sus aventuras en los bares de Malasaña, parecen describir un lugar en el que se sentían como en casa. Allí, podían ser ellos mismos y reivindicar su propia identidad. Punks, heavys, rockers, los niños de papá y los glams abrieron las puertas a una nueva España. Más libre, más desenfada y con un infinito horizonte por explorar.
El impacto de la movida en la sociedad
Madrid se convirtió en un lugar lleno de esperanza. Tras el intento de golpe de Estado del 23 F, Felipe González arrasó en las urnas. Las calles del país rebosaron de euforia tras el histórico 12-1 contra Malta. Y durante todos aquellos años, los locales se llenaron de sexo, drogas y Rock and Roll. Si ya lo dijo Tierno Galván, “quien no esté colocado que se coloque”.
En el cine también se vivieron tiempos de esplendor y reivindicaciones. Así nos lo cuenta Joaquín Notario, que durante los 80 participó junto a Fernando Colomo en la película La Vida Alegre «Veíamos posible un futuro muy abierto para todos y lleno de posibilidades» declara el actor.
Si nunca hubiese existido la Movida, piensa Notario, «seguramente España hubiera sido un país más triste». Porque lo que trajo este movimiento fue, sobre todo, esperanza. La esperanza de volver a empezar de cero en garitos como El Penta, La Vía Láctea, Nueva Visión, Tupperware o el Siroco.
La cara oscura de la noche madrileña
Toda historia, tiene su lado oscuro. El de la Movida, se coló poco a poco, disfrazado de amigo: las drogas. Los jóvenes que caminaban por las calles de Malasaña se sentían indestructibles, casi inmortales. El desconocimiento y el desenfreno de la noche madrileña, trajeron consigo sustancias a las que muchos se engancharon. La heroína fue la droga de esta generación. Muchos de estos jóvenes cayeron en la tentación. Emprendieron un viaje de no retorno.
Manolo Tena, Antonio Flores, Enrique Urquijo y Antonio Vega eran amigos, y todos ellos cayeron en la compañía infernal de las drogas. Y es que, fueron muchos los que vivieron un tira y afloja con la muerte. Y muy pocos los que pudieron escapar de ella.
Sin embargo, todo llega a su fin, incluso el boom de la heroína y la Movida. Y aunque algunos de los locales terminaron por cerrar, la esencia transgresora de la Movida sigue latiendo en bares como El Penta. Su secreto, según Juanma, es su espíritu.
Y es que a pesar de su lado oscuro, la Movida cambió el devenir, no sólo de una generación, sino de las que vinieron después. Los jóvenes de hoy, somos más libres gracias a la juventud que se reunió, hace cuarenta años, en los bares de Malasaña, dando paso, sin saberlo, a una nueva España.
Aquellos bares hoy en día
«Las cosas han cambiado pero la esencia sigue viva», señala Juanma, detrás de la barra de El Penta, en relación a la situación actual de los bares madrileños. No hay peor enemigo que el paso del tiempo, o en este caso, que el paso del tiempo sumado a los estragos y secuelas de una dolorosa pandemia. Muchos de los bares de la zona de Malasaña se han visto afectados por las restricciones que les han sido impuestas durante estos últimos dos años.
Incluso algunos de los sitios más icónicos de la Movida, como la sala Rock Ola, se han visto obligados a cerrar. La limitación de los aforos, junto al varapalo que ya supuso la época de confinamiento, han hecho que las salas de conciertos sean las primeras en caer.
Juanma nos cuenta que, a pesar de las dificultades y la adaptación obligada por la pandemia, la esencia cultural en los bares sigue viva: «La música se sigue viviendo en los bares y los músicos se siguen haciendo en los bares», asegura el dueño del local madrileño. Para él, ser dueño de El Penta supone una gran responsabilidad, tanto por la historia que acarrea a sus espaldas como por el legado que intenta perpetuar.
Afirma, que la llegada de la COVID-19 fue una de las pruebas más duras de esta andadura: «Fue un momento muy difícil. Tuvimos que tirar de ahorros, préstamos y pedir ayuda a familiares, amigos, clientes», relata Juanma. Dice que muchos de ellos les llamaban para ofrecer su ayuda y preguntar cuándo podrían volver a la barra de este emblemático bar.
Fue en ese momento cuando se le planteó una compleja dicotomía, seguir hacia adelante o acabar con todo. Pero acabar con todo suponía dejar morir una parte de la historia de Madrid y de la música española, algo que no podía permitir. Esa responsabilidad, o ese amor ciego, depende de quién y cómo se mire, hace que hoy el Penta siga vivo.
Ese es el secreto de su salvación, no solo de El Penta, sino de todos los bares de la Movida: la nostalgia, el recuerdo, el no dejar que se muera una parte de aquellos jóvenes que hoy en día ya son adultos. El secreto está en la masa, sí, en la masa social, en la gente, porque sostiene Juanma: «La gente aún necesita seguir viviendo esto, la gente aún necesita sentirse viva».
La vuelta a la normalidad tuvo más de vuelta que de normalidad. Los bares de la Movida, una vez quitadas sus telarañas, reabrieron sus puertas después de las restricciones establecidas durante los diferentes estados de alarma. Locales como El Penta decidieron reinventarse, adaptándose a las nuevas restricciones. Esto se debe a la persecución que sufrió el ocio nocturno durante la pandemia. «Estuvimos mucho tiempo cerrados, y como parche, decidimos convertirnos en un restaurante y servir comidas para que no nos afectasen tanto las restricciones», explica el empresario madrileño. Una decisión que tomaron muchos otros bares del barrio céntrico de Madrid para así abrir sus puertas cuanto antes.
Una vez pasado el tiempo, y gracias a que la situación sanitaria lo permite, el ocio nocturno ha hecho acto de presencia. Las luces de neón, los flashes parpadeantes y las pistas de baile han vuelto al lugar del que nunca debieron irse. Han vuelto a los bares de la Movida Madrileña. Y lo han hecho con más fuerza que nunca: «La gente ha vuelto acelerada, con ganas de más. Cuando había restricciones de aforo intentábamos distribuir a la gente por el local para respetar la distancia, pero todos se pegaban a la barra», relata Juanma. Qué tendrán las barras que tanto las han extrañado los vividores de la noche madrileña.
La imperiosa necesidad de sentirse libres
Y es que guardando las distancias, Madrid vuelve a tener una necesidad imperiosa de libertad, al igual que en la época de la Movida. Por aquel entonces no estuvimos encerrados, pero sí bajo una dictadura militar. Y no fueron dos, sino treinta y seis años, desgraciadamente.
Lo que es cierto, es que la gente vuelve a tener ese menester de volver a ser libres y disfrutar del ocio nocturno en compañía. De hecho, hay quien se atreve a catalogar la situación por la que pasamos como una Segunda Movida. Quizá porque realmente lo piensan, o quizá porque lo vean como una herramienta marketiniana.
Juanma se mantiene un tanto escéptico y señala que el sentimiento de libertad puede que sea el mismo, pero la necesidad artística no: «Antes había una necesidad de expresarse y de decir las cosas, que no veo ahora. Y lo hacían cantando, componiendo, pintando, esculpiendo o vistiendo», afirma el dueño de El Penta.
Algo similar a lo que relata Daniel, quien dice que es cierto que la juventud vuelve a las calles con el mismo énfasis de libertad, pero que por aquel entonces había una mayor necesidad de romper con lo anterior. Añade, además, que hoy en día somos más civilizados pero que eso da pie a que se restrinjan más cosas. «Ahora hay más censura que antes», concluye Daniel. Una conclusión a la que también nos lleva Joaquín desde el salón de su casa: «Hoy en día se prohibirían muchas de las películas que se hicieron en aquella época», dice el intérprete madrileño.
Todos coinciden en lo mismo, y es en que la Movida tuvo una esencia que, por suerte o por desgracia, nunca se volverá a repetir, pero con la que aún podemos seguir reencontrándonos en los bares de Madrid. Porque las risas, las charlas, y La chica de ayer vuelven a sonar en el Penta. La noche regresa a Madrid. Y los bares reviven, después de haber sido el sector más afectado por la pandemia.
Manono Tena tampoco sigue vivo
Muy buena idea, super original e interesante