Hacia un lenguaje sin géneros
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María Teresa García: «Lees alguna oración para analizar escrita en el libro de texto y te das cuenta que hay una raigambre machista muy fuerte»
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Asunción Bernárdez: «Se debe crear un lenguaje con representación de las mujeres y los colectivos minoritarios»
El lenguaje inclusivo es un tema que ha estado en boca de todos en los últimos años. Esta evolución lingüística está ligada a revoluciones como el feminismo, que al igual que otros valores de su ideología, hace frente diariamente a una enorme cantidad de detractores. Entre las barreras que han frenado su avance, se encuentran instituciones de primer nivel como la Real Academia de la Lengua Española, partidos políticos o figuras reconocidas dentro del ámbito periodístico nacional. Sin embargo, no todo es de color negro, puesto que desde las altas esferas del Gobierno, como pueden ser los nombres de Irene Montero o Eduardo Fernández Rubiño, se han creado líderes y fieles defensores del uso del mismo. Gracias a ello, movimientos como el LGTBIQ +, han encontrado una innovadora vía para sentirse representados más allá del ámbito social: en el propio lenguaje.
«La prevalencia del masculino es una muestra de los sesgos patriarcales del lenguaje». Estas son las palabras de Asunción Bernárdez, docente de la asignatura de Comunicación y Género en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Su defensa por el asentamiento del lenguaje inclusivo en el ámbito social no ha cesado en los últimos años como fiel reflejo de la disconformidad de determinados grupos sociales. Para la doctora en Periodismo y licenciada en Filología Hispánica, el lenguaje inclusivo no es más que el mero resultado de una sociedad que necesita reivindicarse para llegar a la ansiada igualdad. «Se debe crear un lenguaje con representación de las mujeres y los colectivos minoritarios», comenta Bernárdez.
A partir de ahí se puede explicar el origen del lenguaje inclusivo. El castellano es una lengua que entiende de géneros pero que a la hora de generalizar sólo abarca al masculino. Como forma de combatirlo, los estratos que no lograban sentirse identificados iniciar a hacer uso del morfema ‘-e’, ya que el impulso anterior del ‘@’ o ‘x’ no terminaba de convencer a los españoles. Así pues, se dio pistoletazo de salida a una revolución que ha enfrentado a dos bandos con ideas totalmente opuestas a la hora de darlo un uso.
El primer y principal muro para que se asiente de forma legal reside en la Real Academia de la Lengua Española. «La RAE incumple sus propios principios», afirma rotundamente la profesora. Asunción Bernárdez no duda en recordar que esta institución tiene como algunos de sus pilares esenciales la inclusión, la renovación de los términos y su uso en base a la utilización de los propios usuarios del castellano. Es por ello, que el descontento generalizado por el bloqueo que está sufriendo, continúa acrecentándose conforme el movimiento se va agrandando. Así pues, el lenguaje inclusivo ha sobrepasado el ámbito lingüístico y se ha convertido en un elemento que provoca el enfrentamiento entre ideologías conservadoras y liberales.
La RAE, lejos de distanciarse del término, también ha elaborado su propia definición : «el lenguaje inclusivo es un conjunto de estrategias que tienen por objeto evitar el uso genérico del masculino gramatical, mecanismo firmemente asentado en la lengua y que no supone discriminación sexista alguna». Asimismo, se ha mostrado tajante sobre su utilidad: «El uso de la ‘x’ como supuesta marca de género inclusivo es ajeno a la morfología del español, además de innecesario e impronunciable; el masculino gramatical ya cumple esa función como término no marcado». De esta forma, parece que las posiciones entre unos y otros están lejos de llegar a un posible consenso.
Nacimiento en los años 70
Para poder entender el lenguaje inclusivo de la actualidad, primero es necesario recapitular hasta sus orígenes. A pesar de que no existe una fecha exacta sobre sus primeros pasos, la gran mayoría de expertos en la materia lo sitúan allá por los años 70. En esta década se dieron algunas de las revoluciones feministas de mayor impacto para la sociedad española, por lo que se puede asociar al lenguaje inclusivo como uno de los grandes hitos del movimiento en el siglo XX. El motivo fundamental para esta ruptura con la lingüística tradicional fue el inicio del cuestionamiento de la escasa relevancia del género femenino en la lengua o la representación despectiva del mismo. Sin embargo, no era un problema novedoso, ya que siglos atrás ya se había mencionado tímidamente esta circunstancia.
La reincorporación de la libertad de expresión en España abrió una veda en la que las mujeres reconocían que no estaban incluidas en la hora de expresión mediante la palabra, a las que posteriormente se fueron uniendo diferentes grupos minoritarios que pasaban por una situación similar. Mujeres y colectivos como el LGTBIQ + comenzaron a hacer público su enorme descontento, ofreciendo al lenguaje inclusivo como remedio ante la sexualidad gramatical. La defensa de los mismos estaba fundamentada en no sentirse representados, cada caso por sus propios motivos. Así pues, poco a poco se fueron exponiendo diversos remedios que con el paso del tiempo terminaron por calar dentro de un sector concreto: la juventud. La nueva generación no sólo sintió la libertad de actuar y expresarse libremente, sino de crear un lenguaje sin discriminaciones ni géneros marcados.
Y ya en la última década, las sugerencias han pasado a ser elementos de debate no sólo en tertulias, sino en el propio Gobierno. La entrada de Unidas Podemos marcó un antes y un después para el lenguaje inclusivo en España. Con la ministra de Igualdad, Irene Montero, como cabeza más visible en su defensa, los discursos de los morados han incorporado de forma habitual los diferentes tintes que ofrece el lenguaje no sexista. Fruto de ello, han tenido que hacer frente a debates interminables cargados de ironía, en los que partidos de otra ideología han mostrado un rechazo absoluto de su uso. Gracias a este altavoz, cada vez son más las manifestaciones que lo incorporan en sus pancartas más destacadas.
Opiniones chocantes
Entre los numerosos detractores a la renovación de la RAE para acoplar el lenguaje inclusivo destaca la figura del escritor Arturo Pérez Reverte, académico de número de la Real Academia Española. Reverte, sostiene que el empleo de la letra “e” como supuesta marca de género inclusivo, constituye una deformación del lenguaje y es ajeno a la morfología del español. Una actitud mordaz contra la reformulación de la lengua que el escritor acostumbra a mostrar con asiduidad. Así sucedió el pasado mes de abril, cuando salió a la palestra en redes sociales, concretamente en Twitter, para rechazar con rotundidad el uso del lenguaje inclusivo, el cual considera una ‘absurdez’. Acompañado de una imagen de un libro de Historia que hacía uso del masculino y femenino a la hora de referirse al plural, el escritor publicó un tuit que no dejó indiferente a nadie. En él comentaba que los libros de texto eran escritos por “idiotas” aceptados por los colegios.
Unas palabras que contrastan con las de Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno, que en 2019, retrató que «no está en manos de nadie parar el avance del lenguaje inclusivo» y apostilló que la Real Academia Española debe «velar por la lengua». Pues “se trata de algo tan normal, tan democrático y tan deseable como que el lenguaje ayude a recoger la realidad que ya existe y transformarla con respeto a las mujeres». Unas declaraciones que chocan con la decisión Tomada por la RAE de no introducir en la Constitución el lenguaje inclusivo, que considera ‘gramaticalmente impecable’. No obstante, la negativa del autor de Alatriste hacia el lenguaje inclusivo es consabida, y cuenta con precedentes de calado. En 2018, sin ir más lejos, declaró que dejaría su puesto en la RAE, con vigencia desde el 2003, en caso de que la institución apoyara la incorporación de dicho lenguaje en la Constitución.
Poco después, en 2019, en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, Reverte rehusó categóricamente la utilización del lenguaje de género neutro. «¿Decir ‘todes les niñes’ ?, me niego. No me da la gana. No porque sea académico, sino porque soy un escritor profesional», apuntó. Aunque es consciente de la necesidad de adoptar la lengua a los nuevos tiempos donde “la mujer tiene roles que antes no se desempeñaba», para el académico «hay límites y el límite es la estupidez». «Yo tengo que escribir con claridad, en un código que mis lectores comprendan y compartan, entonces, otra cosa es que el club de niñas analfabetas de Rosario me diga cómo tengo que escribir mis novelas para no ser machista». Unos límites que no se deben sobrepasar en aras a un entendimiento colectivo, según el periodista.
«La RAE debería dar una vuelta al diccionario»
Aun así, no todas las personas relacionadas directa o indirectamente con la Real Academia Española son reacias a una reconfiguración del idioma. María Teresa García, antigua miembra de la institución y profesora titular de Lengua Castellana, pone voz y rostro a esta variante. García, considera que la gramática está obsoleta y precisa de una actualización adecuada a los nuevos tiempos. «Los miembros de la RAE deberían dar una vuelta al diccionario». Asimismo, asegura que la gramática se encuentra repleta de lacras que los docentes y los propios alumnos dan cuenta de ello. Siendo el desfase de la lengua, el punto cardinal en el que tanto el alumnado como el profesorado coinciden.
Los docentes como García son partidarios del uso del lenguaje neutro, carente en la normativa de la RAE, bajo la premisa del idiolecto particular como la razón legítima para desviarse del discurso establecido. Una lucha que a nivel lingüístico para la profesora está fundamentada en el ejercicio de la libertad individual, y que persigue el objetivo de erradicar aspectos arcaicos presentes en un idioma que cuenta con una tradición muy arraigada en la sociedad. «Es cierto que lees alguna oración para analizar escrita en el libro de texto y te das cuenta que hay una raigambre machista muy fuerte». La docente habla desde sus experiencias en las aulas, y deja claro el requerimiento de un lenguaje actualizado que no excluya a nadie.
Un lenguaje inclusivo, que trata de acercar a los estudiantes, presentes y futuros agentes portadores y comunicadores de la lengua y sus variaciones. «En clase lo trato mucho, porque me parece que debemos separar lo que es género y sexo, ideologías políticas de lo que es ser una persona. La lengua no tiene por qué estar sometida a los poderes políticos, ni ser una herramienta para nada. La lengua es un medio de comunicación, el mejor que tenemos los seres humanos». Es por ello que no cesa en su empeño en practicar y hacer ver un idiolecto universal e integrador a sus alumnos.
Esta visión es compartida por Mercedes Bengoechea, sociolingüista y Catedrática de Filología Inglesa en la Universidad de Alcalá de Henares. «Nos hacen creer que decimos de forma natural, mi padre, mi madre, mi tío y mi tía, pero eso no ha caído del cielo», declaraba en una entrevista en RTVE. La catedrática razona que los mecanismos de las gramáticas desde el siglo XVIII estipulan nombrar de más importante a menos, es decir primero los hombres y luego las mujeres. De acuerdo con Bengoechea, las sociedades patriarcales se han desarrollado bajo un lenguaje sexista. Y explica que no sólo la lengua española es un caso aislado en cuanto al sexismo implantado, sino que se articula como una problemática a tratar y a cuestionar que recorre una gran cantidad de países alrededor del planeta.
El lenguaje inclusivo está aún en progreso. Ojalá la idea salga adelante.
Gran trabajo periodístico. Contextualizado y bien tratado. Además, ofrecéis una análisis histórico del tema y no os quedáis en la superficie.
Buen artículo. Completo y entretenido
Me ha gustado mucho Iván!!!
Un tema tan necesario e importante como el lenguaje inclusivo debería salir más recurrentemente en los medios, pero a la derecha no le interesa…