¿Menos carne más vida?
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Hablamos de la situación actual de las pequeñas ganaderías frente a las grandes industrias cárnicas
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¿Cuál es el futuro de la industria cárnica en España? ¿Será sostenible el consumo masivo de la carne?
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Además, analizamos la cultura vegana y vegetariana, cada vez más instauradas dentro de la sociedad Española
Reunirnos alrededor de una barbacoa. Ser los mayores exportadores de jamón del mundo. O sacrificar alrededor de 1700 animales por minuto para el consumo humano. Esta es la marca España. La marca de un país donde 2 millones de personas viven de la cadena ganadero-cárnica y donde se consume a la semana el doble de carne recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Lo cierto es que la industria de la carne ha estado durante años en el punto de mira de los expertos. Las vacas locas, el acelerado con fármacos como el clenbuterol o la estafa del caballo por ternera han sido algunas de las polémicas a las que se ha tenido que enfrentar el sector. Hoy, el ojo del huracán se encuentra en el excesivo consumo de carne de los españoles y en la problemática de la ganadería extensiva frente al auge de las macrogranjas.
A pocos kilómetros del pueblo de Moros, en la provincia de Zaragoza, José Manuel Casado, conocido como Pepillo, nos habla del olvido que ha sufrido la profesión del pastoreo y sus trabajadores. Kepa Josu Olabarria, un ganadero y veterinario vasco que llegó a Soria por amor, recibe a variaciónXXI en un prado de Arévalo de la Sierra junto a su rebaño de vacas. Y Laura Flores, dietista-nutricionista y vegetariana, nos acoge en su casa para dar voz a una realidad que ya forma parte de la vida de cuatro millones de vegetarianos en nuestro país. ¿Es el consumo de carne un problema para el futuro de la humanidad? ¿Llegará el día en que esta producción sea insostenible? A través de estos testimonios conocemos de cerca el sector cárnico y sus problemáticas.
El consumo de carne en España, el país más carnívoro de la UE
A pesar de que cada vez es mayor la conciencia medioambiental de la sociedad, España sigue siendo el país que más carne consume frente a sus estados vecinos. Además, muy pocos españoles valoran la procedencia o el tipo de ganadería en la que el animal ha sido criado y sacrificado. Como en muchos otros sectores, lo que prima el consumidor es la cantidad y no la calidad. Así lo dice Kepa Josu, que considera que cada vez son más los consumidores que buscan una mayor cantidad de carne a un menor precio.
Independientemente de su precio o de su calidad, en el año 2020 los españoles llegaron a consumir 49,86 kilos de carne por persona, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Esta cifra muestra un aumento del 10,2% respecto al año anterior. Posicionando a España como la mayor consumidora de carne de la Unión Europea.
Este elevado consumo de carne ha dado lugar al lanzamiento de campañas como #MenosCarneMásVida, impulsada por Alberto Garzón, Ministro de Consumo. Dicha campaña fue objeto de una gran polémica y supuso al gobierno un aluvión de críticas, tanto por parte de la oposición, como por parte de los trabajadores del sector ganadero.
Algunos, como Pepillo consideran que esta polémica fue sacada de contexto «Garzón lo único que hizo fue repetir lo que dicen cada día los médicos y los cardiólogos». Sin embargo, Kepa Josu, más severo con el gobierno, sentencia: «Lo único que hace es joder a los que estamos todo el día trabajando en el campo y peleándonos por mantener no sólo la ganadería, sino también el medioambiente».
La otra cara de la moneda
Para Laura Flores los intentos del gobierno de concienciar a la población no son suficientes. La joven asegura que el gobierno está llevando a cabo acciones para reducir el consumo de carne «de manera muy pobre y a veces contradictoria». Y añade que «sería positivo que los políticos recondujesen la educación nutricional hacia un consumo cárnico más responsable para alcanzar la conciencia global».
Los vegetarianos tienen muy claro cuál puede ser la solución para vivir en un planeta más sostenible y saludable: cortar de raíz y excluir el consumo de alimentos de origen animal. Laura afirma que el futuro de la humanidad depende de una decisión: ser egoístas o ser conscientes.
Sin embargo, según la OMS, a pesar del gran impacto medioambiental de la industria cárnica dejar de comer carne no tiene por qué ser la solución. Laura Flores, desde su perspectiva como dietista, comenta que «la carne proporciona elementos esenciales como la proteína, el hierro o la vitamina B12, muy importantes para el desarrollo cerebral». Las dos primeras pueden suplirse con otros alimentos. Sin embargo, la vitamina B12 sólo puede ser sustituida ingiriendo suplementos de esta vitamina. «Se puede ser vegetariano y tener una dieta equilibrada pero hay que estar siempre bien informado», añade.
La cuestión es que la dieta española contiene cárnicos demasiado a menudo, llegando a consumir en exceso este tipo de productos. Así lo corrobora la dietista-nutricionista, cuando explica que «comer carne en dosis altas produce muchas enfermedades asociadas, por lo que su menor consumo siempre va a ser beneficioso para la salud».
En el otro lado de la moneda, Pepillo cuenta que «el consumo de carne es mucho más alto que hace 50 años y no parece que vaya a cambiar. Todas las sociedades están avanzando hacia un consumo de carne quizás excesivo». Y quizás la clave, según este apasionado por el pastoreo, es «comer carnes sin tanta grasa y colesterol como el cordero y, sobre todo, hacer un consumo de productos cárnicos responsable y de calidad», como es el caso de las pequeñas ganaderías.
El consumidor español: cantidad antes que calidad
La carne más consumida en la actualidad a nivel nacional sigue siendo la fresca, con una ingesta de 36,20 kilos por persona. Después de esta, encontramos la carne transformada –que la OMS define como cualquier tipo de carne que ha sido alterada con salazón, curado, fermentación, ahumado u otros procesos– con un consumo de 12,39 kilos al año.
«La sociedad va derivando hacia el consumo de carnes transformadas» afirma Pepillo, preocupado, y añade que «sería bueno recuperar la carne fresca de circuito corto». No sólo porque los productos cárnicos frescos son mucho más saludables, sino porque se conservan mejor que la carne transformada. Además, esta última es menos sostenible y más perjudicial para la salud, hasta el punto de que la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer la incluye dentro del grupo de sustancias más cancerígenas.
A pesar de la aparición en el mercado de otras opciones de origen no animal, los consumidores parecen no querer reducir las carnes de su dieta diaria. Sobre esto, Laura Flores asegura que «hoy en día hay muchas alternativas que pueden llegar a imitar el sabor de la carne, pero es verdad que ser vegetariano en España requiere de un esfuerzo económico mayor para el consumidor». Un precio que, sin estar concienciados, pocos están dispuestos a pagar.
Por otro lado, según Kepa Josu, a los consumidores de hoy en día les importa cada vez menos la calidad de la carne que llena sus neveras. El consumidor español quiere comer carne, pero no pagar lo que vale realmente. Además, nos cuenta que cada día se levanta al amanecer para revisar cómo han pasado la noche sus vacas y no es hasta el anochecer cuando la faena acaba y vuelve a casa. Así los 365 días del año. «Los costes cada día son más altos, y el precio sigue siendo el mismo que hace 40 años», afirma el ganadero. Por otra parte, Pepillo sostiene que el consumo de carne es mucho más alto que hace medio siglo. Pero –al menos todavía– la sociedad no está dispuesta a pagar un poco más por una carne más sostenible, respetuosa con los animales y de calidad.
Pero no solo los consumidores, sino también las políticas de la industria cárnica de hoy en día buscan la rentabilidad por encima de la calidad. En concreto la Política Agraria Común (PAC) que ha dado la espalda a las pequeñas ganaderías familiares y sostenibles al beneficiar a las macrogranjas con mayor número de cabezas de ganado y superficie. Kepa Josu, indignado, se queja de que la PAC ha empeorado su situación. «Ha sido un desastre, porque solo se ha impulsado la ganadería intensiva en nuestro país», dice. Así, el sistema de ayudas español ha dejado en la estacada a los ganaderos extensivos que cuidan con mimo a su ganado para obtener una carne de mejor calidad.
Una filosofía que pone en jaque la subsistencia de los pequeños ganaderos. Así lo cuenta Pepillo, que con una irónica sonrisa, nos cuenta que su supervivencia, en realidad, es fruto de «la gestión óptima de la miseria». Una vida dedicada al campo y a los animales en la que se da más de lo que se recibe. «Trabajamos muchas horas y obtenemos poca rentabilidad. Vivimos como podemos aprovechando al máximo todos los recursos disponibles. No siempre a buen precio», concluye Pepillo.
La ganadería extensiva en contra de las macrogranjas
Pasado o futuro. Tradición o novedad. Calidad o cantidad. La industria de la carne se encuentra en una encrucijada que se acrecienta con el paso de los años. Por un lado, la ganadería extensiva, y por otro, la ganadería intensiva, o lo que conocemos como macrogranjas. Un vocablo que se ha ido introduciendo en la agenda pública y mediática, y que cada vez nos es más familiar. Socialmente, este tipo de instalaciones han adquirido una connotación negativa hasta el punto de convertirse en un término peyorativo. Pero, ¿a qué nos referimos realmente cuando hablamos de macrogranjas?
Las macrogranjas son establecimientos con animales en los que se busca la mayor producción de huevos, leche y carne en el menor coste y tiempo posible. Son el máximo exponente dentro de la ganadería intensiva. «No podemos dar lugar a la misma productividad, es imposible competir contra ellos», achaca Pepillo, que es consciente de que los pequeños ganaderos no tienen nada que hacer frente a las grandes empresas productoras de carne.
Y es que el punto fuerte de las macrogranjas se encuentra en su rentabilidad económica. El ciclo de producción es más breve por lo que el beneficio será mayor. A esto hay que sumarle el impacto monetario que proporcionan a la economía estatal, ya que suponen el 14% de la Producción Final Agraria, el 39% de la Producción Final Ganadera y el 1,4% del Producto Interior Bruto nacional.
Sin embargo, acarrean una serie de contras que dificultan su asentamiento en la sociedad. En primer lugar el impacto medioambiental. En una sociedad concienciada con el medio ambiente como en la que nos encontramos, la contaminación de las macrogranjas implica un grave inconveniente. Según Greenpeace, superficies como estas empeoran en gran medida la calidad de las aguas y emiten una gran cantidad de gases de efecto invernadero. Además, este tipo de explotaciones no están obligadas por ley a declarar sus emisiones, lo que ha supuesto un gran revuelo en asociaciones y grupos medioambientales.
Pepillo nos cuenta que no solo es el brutal impacto que producen las macrogranjas, sino el «tapón» que generan al resto de ganaderos. Concluye con que es preferible explotaciones más pequeñas y sostenibles, no solo por el tema medioambiental sino por el tema social. Así se «ayudaría a que más familias se instalen en un lugar poco poblado y formen parte de la vida social de ese territorio», favoreciendo al aumento de población de lo que conocemos como la España Vaciada.
Otro elemento a tener en cuenta es el trato a los animales en este tipo de establecimientos. Las informaciones que se difunden sobre este asunto son contradictorias. Protectoras de animales y asociaciones ecológicas afirman que en su interior los animales no tienen ningún tipo de asistencia, que se encuentran en unas condiciones pésimas. Están aglutinados, y rodeados de animales muertos y suciedad. Sin embargo, la industria cárnica niega dichas acusaciones, y añade, además, que los animales en las macrogranjas tienen mejores condiciones sanitarias que en explotaciones familiares.
Sea cual fuere la verdad sobre el trato animal, lo que es indiscutible es que el número de macrogranjas se ha disparado estos últimos años en España. Esto ha supuesto tal revuelo mediático que el tema se ha colado en las agendas político-ambientales llegando a la cumbre del clima en Glasgow el pasado mes de noviembre. En España hay un total de 507.020 explotaciones ganaderas activas, lo que se traduce en una por cada kilómetro cuadrado. Dentro de estas explotaciones ganaderas, según el informe Principales Indicadores Económicos del Sector de la Carne de 2020 del MAPA, el número de granjas más pequeñas ha descendido un 30% y el de las más grandes ha crecido un 3%. Este porcentaje se ha disparado de tal manera que varias ONG han pedido la moratoria en la concesión de licencias. Llegados a este punto, ambas partes se preguntan cuál será el futuro de la industria cárnica o si existe una solución en la que todos salgan bien parados.
El incierto futuro de la industria cárnica
Es evidente que las pequeñas ganaderías que desde hace siglos están presentes en nuestros montes, bosques y pastos están en peligro, y junto a ellas el medioambiente. La ganadería extensiva es quien proporciona la fertilidad, la conservación y el mantenimiento de nuestros paisajes. En los últimos años se ha convertido en una de las causas por las cuales sigue habiendo vida en las zonas rurales más despobladas del país. Y no podemos obviar la aportación alimentaria que hace la carne de calidad a nuestros platos.
Todos deberíamos coincidir en el deseo de seguir conservando un campo verde y limpio. Sin embargo, el mantenimiento de los paisajes está siendo perjudicado por las grandes industrias ganaderas que han monopolizado el sector cárnico. Hoy, las estadísticas nos dicen que la mayoría de ciudadanos miran hacia otro lado consumiendo carne barata y de menor calidad. Nuestro frenético ritmo de vida y un individualismo cada vez más presente en nuestra sociedad han hecho que olvidemos el papel de los ganaderos y lo que acarrea el declive que está sufriendo su profesión. Y es que deberíamos preguntarnos qué está ocurriendo en nuestra sociedad para que con una cultura cárnica tan arraigada los pequeños ganaderos y pastores estén quedando en el olvido.
El consumo de carne forma parte del ser humano desde sus orígenes. Sin embargo, hoy sabemos que es posible vivir sin este alimento independientemente de que sea más o menos sano. Tal vez, nunca pueda erradicarse el consumo de carne a nivel global, pero lo que está claro es que solo hay una forma de salvar el planeta en el que vivimos: remando todos en un mismo sentido.
Es muy interesante ver los diferentes puntos de vista en un tema tan actual y del que se suele hablar de manera muy sesgada. Gracias.
Muy buen reportaje chicos. Seguid así 👌
Tema muy interesante y a la orden del día.
Es un reportaje muy interesante. Tenemos que reflexionar todos, como sociedad, pero sobre todo el gobierno es quien tiene que poner empeño en que la ganadería extensiva tenga más presencia y que resulte más barata para el consumidor.
Es un debate muy interesante y necesario!
Pienses lo que pienses acerca del consumo de la carne te resultará interesante este artículo, muy objetivo y muy bien ejecutado.
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Un tema de gran actualidad
Una visión muy amplia del tema!
Artículo muy interesante y desde varios puntos de vista
Enhorabuena por el reportaje, recoge todos los puntos de vista de un tema que está a la orden del día.
Muy necesario que se dé voz a personajes como los de Kepa Josu y Pepillo, pequeños ganaderos que luchan por sobrevivir
Un reportaje muy bien ejecutado, basado en testimonios y datos de valor que nos ayudan a entender el lado oscuro de la industria cárnica. ¡Gracias!