Rusia: operación salida LGTBI+
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Torturas, humillaciones y falta de derechos, ser homosexual en Rusia puede costarte la vida
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La ley contra la propaganda homosexual fue aprobada por el Parlamento ruso en 2013
El amor entre dos personas del mismo sexo tiene un alto precio en un régimen autoritario. Tim Korovin es un joven de 29 años homosexual que se vio obligado a abandonar Rusia por la presión homófoba a la que se veía sometido. En 2019 emprendió su viaje hacia España con tan solo un billete de ida y la promesa de encontrar en nuestro país asilo político, algo que había descubierto tan solo un año antes que podía pedir. Con el corazón aún encogido explica a Variación XXI cuál fue el detonante que le hizo abandonar su tierra natal: «Me echaron del trabajo porque unos padres del colegio en el que trabajaba descubrieron que era gay y en estos regímenes ser gay es como ser pederasta. Al poco tiempo ya tenía los billetes para ir a España. No me iba a suicidar ahí».
Cuando ser homosexual equivale a ser un criminal
Lo que le sucedió a Tim no es un caso aislado. En el mundo aún existen 11 países en los que ser homosexual está castigado con la pena de muerte y setenta en los que se persigue y castiga penalmente a las personas del colectivo LGBTI+ como si hubiesen cometido un auténtica violación de la ley. La homosexualidad en Rusia estuvo considerada como un delito hasta el año 1993, tras lo cual estuvo clasificada como enfermedad mental hasta el reciente año 1999.
De acuerdo con los datos proporcionados por el Alto Comisionado de Derechos Humanos para los Refugiados, la milicia local y las fuerzas de seguridad del territorio de Chechenia han llevado a cabo diversos secuestros de personas bajo la sospecha de ser homosexuales o bisexuales. Estos secuestros derivan en una serie de detenciones arbitrarias, que generalmente aparecen acompañadas de actos de tortura y violencia contra estos individuos. Tampoco son extraños los informes de homicidios, según informa la Oficina del ACNUDH, justificados en la sospecha de la orientación sexual de las víctimas, incluso por parte de sus propios familiares. Este tipo de actos son comúnmente conocidos como «crímenes de honor».
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos declaró en julio de 2021 que la falta de derechos de los ciudadanos rusos para contraer matrimonio con personas de su mismo sexo, de modo que las relaciones homosexuales sean reconocidas formalmente de la misma manera que las heterosexuales, resulta una violación directa del artículo octavo del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales, conocido como el derecho a la familia. La resolución estuvo motivada por tres solicitudes diferentes presentadas por parejas homosexuales rusas que pedían poder contraer matrimonio desde el año 2019, y cuyas súplicas habían sido ignoradas y denegadas por las oficinas de registro al tratarse de una solicitud imposible en el país.
El Tribunal señaló que es posible que cada gobierno decida la forma más adecuada para inscribir en el registro estas uniones homosexuales, teniendo en cuenta la cultura y el contexto social en que estas se ubiquen. Sin embargo, Rusia no contemplaba ninguna posibilidad en su legislación nacional que proteja los matrimonios entre dos personas del mismo sexo, ni tan siquiera a través de una vía que no se enmarque en la forma del matrimonio pero que garantice un mínimo de seguridad que pueda asemejarse al matrimonio tradicional.
Por su parte, Vladimir Putin, actual presidente de Rusia, ha asegurado que durante su mandato no existirá la legalización del matrimonio homosexual dentro de las fronteras del país. «No habrá progenitor uno y dos, habrá papá y mamá», pronunció en la reunión que se celebró en febrero del pasado año 2020, en la que descartaba el matrimonio homosexual y manifestaba su deseo de que estos estén prohibidos por la Constitución rusa.
Rusia es una jaula de oro con muy pocos tigres
Ahora Tim trabaja como profesor en una escuela en España. Asegura que su vida ha cambiado por completo desde que llegó. En Rusia no podía ser él mismo. En pocas palabras describe su país como una jaula de oro llena de tigres, donde mucha gente quiere salir pero no se lo permiten.
En pleno siglo XXI sigue existiendo mucha homofobia entre la sociedad rusa. Está prohibido mostrar afecto en la calle, por lo que si dos chicos caminan cogidos de la mano les golpean en un intento de hacerles ver, a ellos y a su entorno, que eso que están haciendo está mal y que por tanto debe ser castigado. Las relaciones deben ser necesariamente entre un varón y una mujer, tanto es así que muchas personas deciden casarse con alguien del sexo contrario al suyo, por el que no se sienten atraídos, para poder garantizarse una familia y una vida normal.
«Me sentía el único homosexual del planeta», confiesa el joven de origen ruso, «Yo no sabía que era algo malo, algo malo en las cabezas de la gente, lo expresaba abiertamente, incluso cuando conocía a alguien». Pero todo cambió cuando subió unas fotografías a redes sociales en las que aparecía abrazado con otro chico. La noticia se esparció rápido y pronto todo su pueblo se enteró de su condición sexual. «Fue un infierno», reconoce Tim, «cuando se enteró todo el colegio empezó el acoso». Las situaciones de homofobia en los centros escolares de Rusia son algo común por el tipo de enseñanza que se imparte en ellos. En el año 2013 se aprobó, por parte del Parlamento ruso, la «Ley para la protección de niños y niñas frente a la información que promueva la falta de valores familiares tradicionales». Esta norma, conocida también como «Ley de Propaganda homosexual», fue pensada para evitar que se promocionen las relaciones sexuales no tradicionales entre los menores, de forma que estas se sigan viendo como una aberración y una traición a las normas constitucionales. Esto ha supuesto una auténtica desinformación para el colectivo LGTBI+, quienes han desaparecido por completo de los medios y de la cultura.
Los derechos se consiguen en la calle, no los da el estado
María José Pérez del Pozo, profesora de la Universidad Complutense de Madrid y experta en relaciones internacionales y política exterior rusa, reconoce a Variación XXI que la población de este país vive un tanto de espaldas a las decisiones del poder político, no porque esta las rechace, sino porque no les generan ningún tipo de interés.
La opinión pública es muy distinta según provenga de la población residente en una gran ciudad como Moscú o San Petersburgo, o de aquellos que vivan a 30 kilómetros de la capital. El acceso a medios de comunicación es prácticamente imposible fuera de las grandes ciudades.
A nivel internacional llegan pocas informaciones de lo que sucede dentro de Rusia, pero son normas que se inscriben dentro de una política de control, de exaltación ultranacionalista de los valores nacionales rusos, como ideas o colectivos que actúan motivados por la propaganda occidental dentro del país. Esta situación justifica el hecho de que no haya grupos manifestantes tratando de conseguir la libertad para los colectivos más afectados por determinadas leyes rusas. El miedo a las consecuencias y la falta de participación del pueblo en las decisiones políticas obligan a los ciudadanos a permanecer en silencio incluso cuando su última oportunidad para vivir libres es huir.
«Rusia es un país que actualmente se encuentra en conflicto con Ucrania, por lo tanto todos los tintes autoritarios que ya existían en Rusia y que estaban muy desarrollados se han acelerado más, porque encuentran justificación en el hecho de que es un país con una operación militar en marcha, por lo tanto los mecanismos de coerción contra determinados colectivos, y especialmente contra opositores políticos o contra personas de diversa orientación sexual, se agudiza mucho más en estos momentos», explica la profesora Pérez del Pozo. Esto no es nada nuevo, se inscribe en un contexto represor y controlador que ya existía muchos años antes del más reciente conflicto, sin embargo, el hecho de que ahora se esté produciendo una guerra, y especialmente en las condiciones mediáticas en las que se enmarca, permite justificar mucho más esa represión.
Cómo podemos actuar para conseguir la igualdad
Como comunidad internacional es posible generar un cambio frente a esta situación exigiendo a las organizaciones internacionales que hagan valer toda una política de derechos humanos básicos que no admiten ningún tipo de discriminación relacionada con la orientación sexual, normativa que aparece recogida en la Declaración Universal de Derechos Humanos, una baza importante para la lucha, pues es un acuerdo que cuenta con el reconocimiento y valor internacional y a través del cual es posible demostrar una vulneración de los derechos más elementales de los seres humanos, la posibilidad de vivir sin el miedo independientemente de la propia orientación sexual.
Hay muchos documentos básicos en los que se recogen ese tipo de respetos, pero no todos los estados lo respetan, por lo que debe demandarse de una forma sistemática el cumplimiento exhaustivo de ese tipo de derechos. «Los estados nunca regalan ningún derecho, es una conquista nuestra, la conquista de la sociedad frente a los estados del respeto y las garantías para todo tipo de colectivos, para que se respeten nuestros derechos elementales», recuerda la profesora Pérez del Pozo.
Por lo tanto, el campo de batalla se encuentra en las calles, es la propia sociedad la que debe reunirse y exigir ante las organizaciones internacionales y ante los representantes de los estados ese tipo de reivindicaciones para conseguir una Rusia donde cada persona sea libre de escoger de quién se enamora.