Arte y oficio del transformismo en Madrid
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La expresión artística del drag siempre ha estado bajo la sombra de la ignorancia y el rechazo por todo lo relacionado con el colectivo LGBTQ+
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El transformismo y el espectáculo son un símbolo de empoderamiento, y la vía que utilizan miles de artistas para desfogar su ira contra la discriminación
Las calles que albergan el ambiente LGBTQ+ madrileño han visto crecer a varias generaciones de drags en una disciplina única que, sin ninguna vergüenza, rompe con toda regla y estereotipo conocido, y que reivindica una expresión artística poderosísima que da identidad a muchas drags que persiguen sus sueños en tacones. La mayoría comienza trabajando en los emblemáticos bares de Chueca: El LL, el Black & White o el Gula Gula. Otras tantas consiguen saltar a la fama en el programa Drag Race España. Y otras muchas no se pueden permitir trabajar de esto, lo que les lleva a combinar esta profesión con otra. Por eso, todavía queda un largo camino por recorrer, unas metas que alcanzar, y unos salarios dignos por los que luchar.
Buscarse la vida en Chueca
Chueca ha sido la cuna del movimiento drag en España. Un barrio en el que estas artistas han podido expresarse libremente. Con pioneros como Paco España, durante la época de la Transición, o grandes referentes e iconos actuales como son La Prohibida, Supremme DeLuxe y Kika Lorace. Otro emblemático referente del drag en la ciudad son los míticos bares como: el LL, el Black & White, DLRO o el Gula Gula. Toda drag de Madrid ha tenido que recorrer alguna de las calles de Chueca para dar su primer espectáculo. Además, la variedad de ‘shows’ que se ofrecen es prácticamente infinita.
La drag Chari Ballentines hace un bingo drag donde ella es dueña de un bombo y canta los números a la vez que da muestra de su capacidad de improvisación humorística. El juego del bingo es protagonista en muchísimos bares todos los días, pero Chari lo hace los jueves y domingos en el Reina Pop. “Mi primer bolo fue en el Black & White, fue un par de lipsyncs (interpretar una canción con playback). No me dejaron coger el micro. Más tarde en El 12 Club, empezamos a hacer bingos, y ahí es cuando la gente se empezó a enamorar de La Chari. Aquí en Chueca he trabajo en el Mariconchi, Black & White, La Lulú, El 12 Club, Reina Pop, Prima’s Bar, y más sitios”, comenta Chari.
Shirley Stonyrock tiene una historia totalmente diferente, pero que encuentra puntos en común con todas las drags de Madrid. Shirley dejó atrás su país de origen, Ecuador, y 9 años de carrera drag, en los que se había hecho una persona muy conocida en el panorama drag en toda Latinoamérica.
“Había hecho muchas cosas, y en ese momento era un país de mente muy cerrada, cuadrada, religiosa. Yo había hecho ya mucho, diría yo. Había arriesgado, había apostado y había llegado muy alto. Y venir a España fue como empezar de cero. A patear la calle, justamente Chueca” afirma la drag queen ecuatoriana. “Vine solo y a buscarme la vida, como la mayoría, como todo latinoamericano”, sentencia.
“La verdad que tuve mucha suerte porque encontré trabajo de drag casi enseguida. Llegué y comencé a golpear la puerta en discotecas, en bares y tuve la suerte de que me cogieran en el World Pride en 2017. Y ahí me vieron gente de discotecas y comencé a trabajar enseguida. Estuve en El LL, en el Volverte Loca, en el Black & White, en todos los de Chueca”, declara la transformista.
Vedette Deivis es una drag queen que sostiene 11 años de experiencia en el oficio, y que como todas las demás comenzó en Chueca. “Antes tenías que montar tus cosas para trabajar, y una amiga bailarina montó un cabaret. Quería que yo fuese maestro de ceremonias y que me montase un personaje. Y ahí nació Vedette Deivis. Empezamos a actuar por Chueca. Se deshizo ese proyecto y yo me quedé trabajando y me empezaron a salir bolos y a trabajar”, confiesa Vedette. Es una artista que vivió el auge de “Que Trabaje Rita”, la cual era una fiesta que se convirtió en un movimiento que ella misma describe como la movida madrileña del drag.
El fenómeno de Drag Race
Desde la llegada en 2021 del programa ‘Drag Race España’, que ya cuenta con 4 temporadas, y un ‘All Stars’, un formato adaptado del original ‘RuPaul’s Drag Race’, todo lo que se conocía acerca de este mundo se vio completamente revolucionado debido al éxito que tuvo. El arte drag español se convirtió en cultura popular y se propulsó el consumo de este tipo de entretenimiento, así como la oferta de drags, con miles de chicas jóvenes intentando hacerse un hueco en este mundo cada día.
Por ejemplo, la drag Jota Carajota saltó a la fama con tan solo 18 años cuando entró en la segunda edición del programa en 2022, como la drag más joven de la franquicia. También trabajó en bares como el Black & White e incluso de organizadora de fiestas drag. “Como vi que en Madrid había pocos locales que incluyesen shows de drags, se me ocurrió organizar fiestas. Aprovechando que se estrenó la primera temporada de Drag Race organicé una fiesta que se llamaba “Dragonas” en la Sala Yasta donde antes no había fiestas drag. Después fui seleccionada para la temporada 2 de Drag Race”, comenta la drag queen jerezana.
Según Shirley Stonyrock, entrar al programa de Drag Race España es un sueño para todas las drags nuevas, pero ella tiene una opinión diferente. “Antes me hacía ilusión, hice el casting dos veces, pero ya desistí porque era mucho trabajo. Te hace ilusión porque te pueden conocer, la fantasía de salir en televisión; pero luego te das cuenta de que no es lo que te viene bien. Tienes que tener la cabeza muy amueblada para soportarlo, porque si sales en televisión y resulta que en la final ya no te llama ‘ni Dios’, te quedas estancada, como les ha pasado a muchas”, confiesa Shirley. “Para el programa tienes que prepararte todos los trajes, las pelucas y todo el material antes de entrar, y no te garantiza nada, porque imagínate que te gastas un pastizal y te eliminan la primera. Y después te quedas con los diez vestidos colgados y una deuda milenaria”, sentencia. “Pero obviamente salir sería maravilloso, ser parte de la aventura, de compartir con las compañeras, conocer a la gente, demostrar tu arte, que lo vea todo el mundo, por supuesto que es maravilloso, pero en mi caso en este momento tengo claro que no”.
Hablemos de dinero
Aparte de la tumultuosa noche de Madrid, los espectáculos más lucrativos para las drag queens resultan ser eventos privados. “También hago bodas, despedidas de soltero, cumpleaños. Espero que no me llamen de un bautizo porque me dan miedo los niños. Pero iría a un tanatorio. Suena a cachondeo pero a mi me gustaría de verdad”, bromea Chari Ballentines.
Todas concuerdan en que suelen hacer este tipo de eventos. “En España está bien pagado dependiendo del lugar, pero en Chueca no vas a cobrar bien. En eventos privados pagan mejor: bodas, despedidas. En los eventos tu pones tu precio, pero en la discoteca si no tienen gente o presupuesto, la artista, por no quedarse sin el bolo, lo acepta. Las novatas muchas veces lo hacen gratis, porque hay miles ahora”, explica Shirley Stonyrock.
Normalmente una drag cobra entre 80 y 150 euros por bolo en una discoteca, pero ese no es siempre el caso. Jota Carajota confiesa que cuando empezó en la Sala Maravillas cobraba 80 euros, pero cuando fue al Black & White le pagaron 30. “Era muy duro prepararse para cobrar solo 30 euros.” Sin embargo, tras su salida de Drag Race los cachés subieron y le empezaron a pagar entre 1000 y 1500 euros.
Vedette Deivis plantea la siguiente cuestión: “¿Está bien pagado? ¿En cuanto a qué? Por ejemplo, el ‘show’ que hago ahora son 4 horas y cobro 150 euros. Mi madre no cobra 150 euros y está trabajando toda la tarde”.
El problema es que no hay un convenio que regule el trabajo de drag queens, y tampoco están incluidas en el de actores. “Cuando dicen que tenemos que hacer un sindicato travesti, yo pienso, si ya hay un sindicato de actores. Somos artistas. En artistas no tienen que darnos de alta en travesti”, declara Vedette Deivis.
Además, ser drag sale muy caro y la mayoría lo tiene que compaginar con otro trabajo. “Ten en cuenta el dinero que requiere todo el material, y el tiempo que usas antes de maquillarte. Lo que conlleva trabajar de noche, llegas más tarde a tu casa, y si lo compaginas con otro trabajo que suele ser por la mañana tienes un horario complicado, entonces no suele estar muy bien pagado”, explica Chari.
“Trabajaba en Cruz Roja, ponía bocadillos en una tienda, hacía maquillajes para eventos, y por las noches hacía ‘shows’, y así podía pagarme el alquiler”, indica Jota Carajota.
Además, Vedette habla de su amiga Le Cocó, concursante de la cuarta temporada de Drag Race España. “Ella tenía dos trabajos, y piensa que, solamente, mandar a peinar una peluca son 400 euros. Que te hagan un vestido, que vayas mona. El maquillaje de drag es muy caro, porque no vas a comprártelo a Primor. Son productos que te tienen que tapar bien la barba, resistentes al agua, etc. Es una inversión“, afirma la drag queen.
“¿Por qué crees que está tan mal visto el mundo drag?”
“Por la ignorancia. Aunque ahora es distinto, ahora una drag es una artista.”
Shirley Stonyrock
Hacia el éxito en tacones
La vida de drag tiene muchos puntos en común que comparten todas las artistas, sin embargo, cada una tiene su historia. Los primeros pasos que llevaron a cada una de ellas a hacerse un nombre reconocido en Madrid recogen un camino de riesgo, de valentía, de superación y de talento. Y todas ellas tienen algo que contar. Parte de la esencia de una drag reside en el nombre con el que se identifica. Estas cuatro drags relatan su origen.
Chari Ballentines es de etnia gitana, de Cádiz, y en su familia existe una tradición en la que si el primogénito es mujer se le pone el nombre de Chari. “Yo soy el primogénito y me llamo Juan, mi madre y mi abuela se llama Chari. Quería un nombre cortito y andaluz. Mi familia, gracias a Dios, es muy abierta y mi madre me dijo: ¡Como te pongas otro nombre que no sea Chari en esta casa no entras!”, comenta la gaditana. El apellido Ballentines se lo puso mas tarde su ‘madre drag’ Samantha Ballentines, de la que es amiga desde los 16 años y que ha significado una inspiración muy grande para ella.
En cuanto al desarrollo de su carrera, Chari relata que vino con 23 años a Madrid como bailarín, pero que tuvo que dejarlo por una lesión grave. Con 30 dio el paso para empezar a hacer drag, y con tan solo 32 ya es una de las reinas mas reconocidas de Chueca. “Aquí la escena drag es muy importante, así que fue fácil. Hay muchas ‘showgirls’ que bailan y cantan, pero como yo hago comedia, y soy de Cádiz, me funcionó más”, señala la transformista. Sobre su identidad drag, sentencia: “Yo siempre digo que Chari es mi superheroína“.
Shirley Stonyrock comenzó en 2008, con 25 años, cuando se presentó al concurso ‘Queen of Queens’ en Ecuador sin tener nada de experiencia en el drag, y lo ganó. “Empecé a interpretar el drag de repente en vida. Yo en ese momento ni siquiera era gay, y cuando empecé a salir del armario y conocí las drag queens me fascinó ese histrionismo, la exageración, el maquillaje, las plataformas, los pelucones. Además siempre desde niño me gustaba lo teatral, lo artístico. Yo sabía que iba a estar en un escenario, no sabía que iba a hacer pero iba a estar debajo de los focos. Cuando salí del armario me entregué las pelucas”, declara Shirley.
En cuanto al nombre, confesó que tuvo que elegir un nombre rápido con el que presentarse al concurso, y que la semana anterior al evento se le había presentado el nombre Shirley en varias facetas de su vida. “Como Shirley Bassey, Shirley Temple”. No tuvo duda en identificarse con Shirley, “Es hasta un poco sensual”. “Este concurso era mi primera vez en tacones, mi primera vez maquillada, mi primera vez haciendo drag. Y cuando lo gané, la que había sido mi mentora, mi madre drag, me bautizó con el Stonyrock”, explica la drag latinoamericana.
Además, desde hace 5 años, Shirley es cofundadora de la Casa Drag Latina, que ella misma explica: “La Casa Drag Latina es un colectivo de drags migrantes, racializadas, de Perú, México, Brasil y Ecuador. Se formó haciendo una semejanza a los ‘Balls’ de las casas drag de Nueva York y París, pero sin la cultura norteamericana, sino buscando nuestras raíces, haciendo cosas de nuestros países”. Lo que comenzó como una reunión entre 4 o 5 drags amigas se convirtió en una agrupación que realiza eventos de carácter reivindicativo de la cultura latinoamericana, con obras de teatro que han escrito ellas mismas, bailes, canciones, y todo tipo de espectáculos.
Shirley considera que su talento es el escándalo pero se define como camaleónica. “Yo te canto, te bailo, hago playback, te ánimo, te hago una paella, te sirvo un chupito. Soy versátil, puedo jugar a lo que me toque hacer”.
Jota Carajota cuenta la historia sobre lo irónico de su nombre: “Yo me llamo Juan José. Mis amigos en el colegio me llamaban Jota Jota. Carajota viene de un insulto típico de Andalucía que significa tonto. Entonces se me ocurrió Jota Carajota usando el insulto como algo divertido que me había apropiado”.
Tras el impacto que dejó las Nancys Rubias en una Jota de 13 años. “Ese día pensé que quería ser artista“. Ésta decidió montar un grupo musical de drags donde hacían ‘playbacks’ y cantaban canciones de pueblo. Se mudó a Madrid tras dejar el grupo, y empezó a frecuentar los locales del centro para ver si le contrataban en alguno. “Conocí a Samantha Hudson que me introdujo en La Sala Maravillas y cada jueves hacía un espectáculo con ella”, cuenta Jota.
Su paso por Drag Race le ha cambiado la vida para siempre. “De no conocerte nadie a no poder hacer equis cosas porque la gente te conoce”, afirma Jota. Sin embargo, confiesa que ahora gana mucho mas dinero que antes de entrar al programa.
Actualmente está trabajando con la discográfica Rebel Sound para lanzar su disco, y afirma: “Quiero terminar el álbum para hacer una presentación del disco. Me gustaría hacer conciertos y que el drag estuviera en espacios ‘mainstream’“.
Vedette Deivis nunca se esperó comenzar una carrera de drag queen, y sin embargo, lleva 11 ejerciendo de ello. Se sacó la carrera de periodismo en la Complutense, a la vez que estudiaba arte dramático, y más tarde se dedicó a estudiar teatro musical. Hasta que le tocó buscarse un primer trabajo, y el resto ya es historia. “Una amiga bailarina montó un cabaret, y quería que yo fuese maestro de ceremonias y que montase un personaje. Ahí nació Vedette Deivis”.
En cuanto al origen de su nombre relata: “El nombre en realidad es de mi hermana, que decía que si fuera drag ese sería su nombre. Yo le dije que ella no iba a serlo, y que me lo iba a quedar yo”. También, personalmente, a mi me encanta Bette Davis, me gustaban mucho sus películas. Y me gustaba más un nombre que fuera elegante, que no fuese ordinario o irónico, para poder darle ese respeto al trabajo y al personaje”.
A día de hoy sigue ejerciendo el mismo espectáculo que el primer día, en los bares y teatros más importantes de la capital, en una expresión que ella misma define como cabaret.
Además, cuenta con una sección en sus redes sociales llamada ‘Lo que tenemos que soportar las drags’ en la que habla de cosas que le pasan a ella y a sus compañeras. “ El primer vídeo que hice fue porque me tiraron de la peluca. Yo estaba hablando en la barra de la discoteca y noté que me empezaban a tirar de la peluca, me giré y vi a una persona haciéndolo; y le reprendí. No entienden que tú eres una persona y que no te pueden tirar de la peluca. Pero ni a mí, ni a un gogó le puedes tocar el culo. Es que la gente pierde mucho la cabeza” explica Vedette.
Las historias de artistas drag como Chari, Shirley, Vedette o Jota, por muy diferentes o similares que sean, demuestran que la vida de una drag queen es una mezcla de talento, esfuerzo y superación constante. Sus experiencias personales muestran los altibajos de una carrera que es tanto arte como lucha social. La escena drag en España, y concretamente en Madrid, se ha convertido en una plataforma para la comunidad LGBTQ+, donde estas artistas no solamente entretienen sino que también inspiran, reivindican y desafían las normas impuestas por la sociedad.