¿Realmente la gente se sienta a escuchar música?
- De la música folclórica al streaming: la evolución tecnológica redefine nuestra relación con la música y sus formas de consumo.
- La música como acompañamiento y cómo los jóvenes escuchan canciones para motivarse, identificarse y ambientar sus actividades cotidianas.
El consumo musical ha cambiado radicalmente en las últimas décadas: mientras que antes escuchar música requería tiempo y dedicación, hoy el acceso inmediato de las plataformas de streaming y los algoritmos de recomendación dominan el panorama. ¿Cómo afecta este nuevo modelo a nuestra relación con la música? ¿Estamos realmente escuchando o simplemente acompañando nuestro día con sonidos?
La forma en que los jóvenes escuchan música está transformándose a un ritmo frenético. Mientras generaciones anteriores esperaban las listas de éxitos en la radio o recorrían tiendas de discos, los jóvenes de hoy viven en un universo donde la música es accesible al instante y de manera personalizada. El ritual de escuchar un disco completo, de principio a fin, es una dinámica cada vez más rara, a la vez que la disponibilidad de canciones es más grande que nunca. Las plataformas de streaming y las redes sociales fragmentan todavía más la escucha, que se dirime en listas de reproducción y sofisticados algoritmos. Una soterrada guerra por la atención complica todavía más el panorama, por lo que surge la pregunta, ¿escuchamos música realmente? ¿Lo hacemos como actividad en sí misma o como acompañamiento? ¿Siempre ha sido así?
“La música desde tiempos adánicos era algo que acompañaba la vida cotidiana, y eso en el folklore siempre se ha reivindicado. Es cierto que con la aparición de la música grabada eso ha ido cambiando, porque aparece a su vez el concepto de tiempo libre. Ya es una actividad que se autonomiza”. Así resume Héctor Fouce, doctor en Periodismo y con una dilatada carrera escribiendo sobre música, miles de años de historia. En su análisis entra desde El Himno Hurriano No. 6, también conocido como el “Himno de Nikkal”, una de las composiciones musicales completas más antiguas que se han encontrado, hasta el último hit de Bad Bunny. Y es que la música es transversal a la historia humana, pudiendo rastrearse hasta la prehistoria. Las flautas auriñacienses, talladas en hueso y marfil y descubiertas en la actual Alemania, son los instrumentos musicales más antiguos del mundo, con una antigüedad de entre 43000 y 35000 años.
La opinión de los expertos
Julio Arce, doctor en Historia y Ciencias de la Música por la Complutense, puntualiza que “esta idea de escuchar la música en silencio y escucharla en un acto institucional o incluso sacralizado, responde a una nueva mentalidad que no se produce hasta el siglo XIX y que se mantiene durante el siglo XX y hoy en día todavía existe (…) La aparición de los medios de reproducción musical van a favorecer que la música se convierta en un objeto en sí mismo, no en una actividad, sino en un objeto que puede ser adquirido y que se puede disfrutar o bien en soledad o bien en compañía para diferentes actos como puede ser la escucha individualizada”. Antes de eso, la música siempre estuvo acompañada de otras actividades, de ocio y también de trabajo. “Aquellas canciones que se interpretaban y que llevaban de alguna manera una misma rítmica con los diferentes oficios”, afirma el profesor Arce. En esta clasificación se incluye la emblemática canción Swing Low, Sweet Chariot, el himno de los esclavos afroamericanos en los campos de algodón de Estados Unidos.
“La escucha individualizada y atenta, más que una práctica habitual a lo largo del tiempo, es como una especie de aspiración. Creo que la mayor parte de las veces que escuchamos música lo hacemos en otras actividades” atestigua el musicólogo. “Antes de la aparición del fonógrafo, teníamos que estar con el músico en el mismo espacio” recuerda, poniendo así de manifiesto las profundas transformaciones que implican que la música se haya hecho portable. El fonógrafo, después llamado gramófono, fue el primer dispositivo capaz de reproducir grabaciones sonoras. Fue inventado en 1877 por Thomas Edison. En la década de 1890, Emile Berliner iniciaría la transformación del cilindro de fonógrafo al disco fonográfico o vinilo. Se puso así la primera piedra de la revolución musical: cualquiera, con el aparato y los accesorios adecuados, podía escuchar música interpretada a miles de kilómetros, por músicos vivos o muertos.
Con respecto a esto, es especialmente llamativa la historia de Nipper, un perro de Bristol representado en la década de 1890 escuchando un gramófono. El dueño del animal murió en 1887 y trasladaron su mascota a Liverpool, donde vivía su hermano, el pintor Francis Barraud. Entre otras cosas, Francis heredó algunos cilindros en los que el propietario original de Nipper había grabado su voz. Al reproducirlos, el perro mostraba una actitud de escucha atenta frente al aparato. Movido por el descubrimiento, Francis Barraud pintó la escena y la ofreció a la compañía Edison, pero obtuvo una respuesta lapidaria: “los perros no escuchan fonógrafos“. Entonces, decidió visitar las oficinas de The Gramophone Company en 1899 y le dijeron que si sustituía el fonógrafo por un gramófono Berliner (alimentado con discos en lugar de cilindros) le comprarían la pintura. Barraud hizo lo propio y la imagen adquirió el título de “La Voz de su Amo”, convirtiéndose en emblema de la compañía. Tal fue el éxito que The Gramophone Company lanzó un sello discográfico conocido como HMV, His Master’s Voice, el nombre del cuadro en inglés, que tenía como logotipo la imagen del perro. Reino Unido, Canadá, Australia y otros países de la Commonwealth siguen empleando el nombre comercial de HMV. Desde 1931 y su fusión con la English Columbia Graphophone Company, de cara al mercado global emplean el archiconocido nombre de EMI, acrónimo de Electric and Musical Industries Ltd.
Es cierto que cuando nuestro artista favorito ha publicado un nuevo álbum o ha sacado una nueva canción, enfocamos toda nuestra atención en escuchar, tal como lo hacía Nipper. También consumimos música como actividad en sí misma cuando queremos que una canción nos acompañe en un sentimiento. Pero, normalmente, solemos considerarla como un elemento en segundo plano. Ponemos música de fondo para realizar tareas como hacer ejercicio, limpiar la casa, viajar en transporte público… Esta forma de escuchar, fragmentada y no-lineal, influye también en la forma en la que se hace música.
“Lo que nos estamos encontrando recientemente en las músicas urbanas es que se ha modificado la estructura de las canciones (…) Esta consistía generalmente en combinar estrofas y estribillos. Hoy día las canciones se han hecho seccionales, son como una especie de módulos que pueden ser extraíbles. Es lo que algunos autores llaman tiktokización de la música” afirma el profesor Julio Arce, poniendo como ejemplo el éxito de Quevedo, “Quédate”. “Esa canción está hecha como por secciones que son fácilmente extraíbles, de utilizar un trozo de ella para las redes sociales y, cuando nos cansemos de este trozo, cogemos otro fragmento” dice. Otros ejemplos de la influencia de TikTok e Instagram en la producción y difusión de música son el artista Íñigo Quintero y su éxito “Si no estás”, así como la afamada Rosalía, que antes de publicar “Motomami” ofrecía fragmentos de canciones en redes sociales para generar expectación y publicidad. “Buena parte del pop mainstream contemporáneo se hace ya casi como una factoría (…) Son canciones más cortas, más directas, hay muy poca dinámica, todas las canciones entran dándolo todo desde el primer momento (…) Más volumen, más ritmo, más chicha, nada de puentes ni introducciones sofisticadas, delays, ecos, fades que se va la canción. No, a tope, entrando lo más rápido posible” completa el profesor Fouce.
¿Qué es la calidad musical?
Vivimos en una época donde las redes sociales son un factor muy importante en la producción musical. Es por ello que la música se ha adaptado a esta nueva etapa y hay quien opina que la calidad de las canciones se ha visto mermada. Hay artistas que se dedican a crear estribillos pegadizos para que los usuarios lo suban a sus redes sociales. El hecho de centrarse solamente en el estribillo del tema, y no en la estructura del mismo, reduce notablemente la variedad, dinamismo y virtuosidad de la canción. Hector Fouce, al respecto comenta que “en buena medida lo que define la calidad es el género que te interese (…) En el heavy, una buena canción tiene que tener muchas notas en muy poco espacio y mostrar virtuosismo. Los que venimos más del rock alternativo ese tipo de solos nos hacen un poco de gracia. ¿Quién quiere ser un virtuoso? Nosotros somos punkies. Mis canciones favoritas tienen guitarras, volumen, dinámica, letras sugerentes que aspiran a ser poéticas, tienen buenos juegos de voces… El de al lado dirá otra cosa. No solo es subjetivo, sino que también tiene que ver en buena medida en qué género te inscribes tú para establecer tus premisas”.
Julio Arce, por su parte, afirma que “la calidad musical se define por muchos factores, de acuerdo con unos parámetros o un canon que establecen los críticos, la prensa musical, los medios, la radio, las audiencias… Los académicos no tratamos de pontificar ni establecer criterios canónicos porque no conducen a nada (…) En la música popular lo bueno es lo apropiado. Nuestro concepto de bueno o malo depende de lo que nosotros queramos. Si voy a hacer una fiesta y pongo música de Palestrina probablemente esa música sea mala para ese acto. Igual la mejor música para ese momento es King Africa. ¿King Africa es bueno o malo? Pues depende de para qué.” Al hilo de lo que comenta el profesor Fouce, Arce plantea nuevas dicotomías surgidas dentro de los géneros musicales: “Se establecen unas narrativas y discursos que nos dicen que lo bueno es lo novedoso, lo bueno es lo complicado, lo arriesgado, lo underground frente a lo mainstream…”.
Para descubrir si la gente continúa escuchando música como actividad en sí misma, hemos realizado una encuesta a 58 jóvenes entre 16 y 35 años. Hay que destacar que, en nuestro país, los centros educativos no transmiten los conocimientos musicales necesarios para entender la música. Casi la mitad de los encuestados, un 48,2% solamente han aprendido los conceptos básicos en el colegio. La falta de interés en enseñar a los alumnos, ha provocado que se conozca poco sobre este mundo. Como consecuencia de ello, géneros muy simples y sencillos de realizar como el reggaetón tienen mucha relevancia en la actualidad. De hecho, es el tercer género más escuchado por nuestros encuestados, por detrás del pop y el rock. Aunque el reggaetón se originó en los años 90, no alcanzó popularidad en Europa hasta los primeros años 2000. Su llegada coincidió con una gran migración de personas de países como República Dominicana, Colombia, Ecuador, Honduras y Venezuela, que venían a España en busca de nuevas oportunidades. Con ellos vinieron nuevas costumbres, gastronomías, mano de obra barata para el envejecido mercado laboral español y, por supuesto, altas dosis de perreo. Tal ha sido la influencia de este género que los intérpretes contemporáneos españoles, como Rosalía y Quevedo, están haciendo reggaeton made in Spain.
La mayoría ha afirmado que escucha música porque les ayuda a sentirse identificados con alguna situación que están viviendo. Esto significa que analizan la letra para comprobar si les representa lo que transmite el artista que están escuchando. Otra respuesta que ha recibido muchos votos ha sido que la música ayuda a enriquecer una actividad. Como, por ejemplo, salir a correr, limpiar la casa o cocinar. Gran parte de los que han respondido a la encuesta han señalado que no se centran en analizar la calidad musical, simplemente se enfocan en el ritmo de la misma y en la letra. Esto se debe a la ausencia de cultura musical comentada anteriormente. Quizás si los oyentes tuvieran mayor conocimiento, el mercado demandaría más calidad musical. No obstante, muchas de las canciones que se ponen de moda no contribuyen a una positiva evolución de este ámbito.
La música sigue siendo un elemento muy importante en la vida de las personas, porque casi un 80% escucha música varias veces al día. La plataforma más utilizada son las de streaming (Spotify, Apple Music…), seguida de YouTube y después hay un empate sorprendente entre redes sociales y los vinilos. Los hogares y el transporte público son los lugares donde suele haber más oyentes, según los resultados de la encuesta. Durante un trayecto, la música puede contribuir a que el viaje sea más llevadero. En el caso de los hogares, principalmente se escuchan canciones para matar el aburrimiento o para sentir respaldo en sentimientos como la alegría o la tristeza. Centrándonos en la pregunta principal, si la gente escucha música como actividad en sí misma, más de la mitad ha respondido que “No me suelo sentar a escuchar música como tal pero SÍ considero que la escucho con atención y detenimiento, aunque esté haciendo otras actividades al mismo tiempo”.
Esta respuesta representa a la sociedad de hoy en día. Las personas tratan de realizar varias tareas al mismo tiempo, lo que produce una falta de concentración grave. Esto se debe a que, al estar centrados en varias actividades a la vez, el cerebro es incapaz de focalizar la atención en una sola tarea. Es complicado prestar atención a lo que transmite una canción mientras estás ocupado con otra actividad. En el momento en el que se focaliza dicha atención en una canción, es porque aquello que está realizando el oyente pasa a un segundo plano. Un ejemplo son los deportistas que acuden al gimnasio y se ponen música para no centrarse en el dolor que conlleva realizar los ejercicios. Después de todo, en la realización de tareas repetitivas, no se piensa “brazo arriba, brazo abajo” sino que es la canción lo que se convierte en el elemento central del momento. Puede incluso llegar a desconcentrar al oyente. ¿Acaso no sucede que se pierde la cuenta de las repeticiones por enfocarse en el estribillo? ¿O que esos últimos minutos de correr van acompañados de una canción que tiene la capacidad de transportar a otro estado mental?
La relación con la música ha evolucionado de un acompañamiento cercano, corpóreo incluso, pues era inseparable del intérprete, a una experiencia altamente personal y a veces desatendida. Este cambio está moldeado por la accesibilidad y la inmediatez del streaming, pero también por un estilo de vida en el que la atención es el gran recurso a gestionar en la era digital. La música, antaño una actividad central y un reflejo cultural compartido, se ha adaptado a una vida multitarea, donde las canciones son tanto banda sonora de fondo como herramientas para expresar emociones. Este cambio no es del todo negativo: el alcance y la personalización ofrecen nuevas maneras de conectar con la música. Sin embargo, la tendencia hacia una escucha fragmentada también cuestiona si aún se comprende el valor que tienen las canciones y discos como experiencia íntegra. Al final, la pregunta sigue en pie: ¿escucha música la gente, o solo deja que el sonido acompañe?