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Entre mitos y ciencia: la confusa voz de los medios en la alimentación

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La alimentación “saludable” en los medios de comunicación. | Fuente: Educación alimentaria y nutricional

  • El consumo de carne roja y pan blanco es una de las cuestiones con mayor estigma dentro del campo de lo “saludable”

  • Según expertos, la publicidad engañosa enmascarada a través de influencers es uno de los principales puntos en contra de la buena relación de los jóvenes con la comida y su cuerpo

En un mundo donde la salud se ha convertido en una prioridad global, la alimentación saludable ocupa un espacio central en las conversaciones públicas. Sin embargo, junto con la creciente preocupación por lo que comemos, ha surgido un fenómeno que pone en riesgo este amplio campo de información: la difusión masiva de mitos y bulos relacionados con la nutrición. Desde dietas milagrosas hasta afirmaciones sin sustento científico, los medios y las redes sociales han amplificado mensajes que, lejos de contribuir al bienestar, generan confusión y riesgos potenciales para la salud.

Durante las últimas décadas, la evolución del tratamiento informativo de la alimentación saludable en los medios refleja cambios sociales y culturales profundos. En las décadas de 1970 y 1980, las guías alimentarias tradicionales, como la pirámide nutricional, eran el estándar para educar a las personas. Con el tiempo, este enfoque dio paso a recomendaciones más específicas y adaptadas a distintas realidades, impulsadas por avances en la investigación y una mayor conciencia sobre las enfermedades no transmisibles, como la diabetes y las patologías cardiovasculares. Sin embargo, estos esfuerzos educativos a menudo quedan eclipsados por tendencias alimentarias pasajeras que priorizan la viralidad sobre la veracidad.

El papel de los medios en la amplificación de bulos

La desinformación en temas de alimentación tiene múltiples orígenes, desde interpretaciones simplistas de estudios científicos hasta estrategias de marketing agresivas. Por ejemplo, productos etiquetados como “naturales” o “sin azúcar añadido” suelen utilizarse como gancho publicitario, a pesar de que no siempre cumplen con criterios nutricionales estrictos. Este fenómeno no sólo desorienta al consumidor, sino que también debilita la confianza en las recomendaciones científicas.

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Ejemplo de alimento con la etiqueta “sin azúcares añadidos” que resulta sí incluir en su composición

Las redes sociales han amplificado aún más este problema, convirtiendo en virales dietas extremas o “superalimentos” que prometen curas milagrosas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), este tipo de mensajes fomenta hábitos insostenibles y desbalanceados, ignorando la complejidad de una dieta saludable. Además, expertos como el Instituto Nacional de Salud (NIH) señalan que la clave no radica en soluciones mágicas, sino en seguir principios básicos de equilibrio y moderación.

La responsabilidad de los medios y las instituciones

Los medios de comunicación tienen una responsabilidad crucial en la lucha contra la desinformación. La falta de rigurosidad en la difusión de información sobre alimentación puede contribuir a la perpetuación de mitos peligrosos, como la demonización de ciertos grupos alimenticios o el fomento de dietas restrictivas sin respaldo científico. Aquí es donde la alfabetización alimentaria se convierte en una herramienta esencial. Enseñar al público a distinguir entre información confiable y pseudociencia es clave para empoderar a los consumidores en la toma de decisiones conscientes.

Por otro lado, las instituciones de salud pública también juegan un papel fundamental al establecer normativas claras que regulen las declaraciones nutricionales y publicitarias. En este sentido, la legislación europea, con reglamentos como el 1924/2006, ha avanzado al imponer criterios más estrictos sobre el etiquetado de alimentos. A pesar de estos esfuerzos, persiste la necesidad de reforzar la vigilancia y promover campañas educativas que ayuden a los consumidores a navegar entre las verdades y mitos que circulan en los medios.

La alimentación saludable no es solo una cuestión de elección individual, sino un tema de salud pública que requiere un enfoque informativo responsable y fundamentado. En un panorama mediático donde el sensacionalismo a menudo eclipsa la ciencia, el reto radica en establecer puentes entre los avances científicos y el público general.

Los mitos alimentarios y los medios de comunicación

Desde sus inicios hasta nuestros días, los medios de comunicación se han establecido como la principal fuente de información de gran parte de la población española. La alimentación, a su vez, siempre ha ocupado un lugar fundamental en la vida diaria de la sociedad, gracias a su vinculación con la salud o la estética

Según un estudio realizado en 2021 por la Revista Española de Comunicación en Salud, desarrollada por la Universidad Carlos III de Madrid, en los últimos años se ha visto un incremento en la búsqueda de información sobre alimentación, sobre todo en  medios informativos como internet. Los medios de comunicación dedican, cada vez más, espacios y artículos a este ámbito, aumentando, a la par, la propagación de información poco veraz científicamente, llevando a la creación de mitos alimentarios.

Según los resultados de este estudio, casi un 80% de los 200 participantes encuestados afirmaron haber buscado información sobre nutrición y alimentación de forma voluntaria, sobre todo a través de redes sociales como Instagram o X. 

La gran mayoría de periódicos, tanto a nivel local como nacional, digital o impreso, cuentan con apartados dedicados a nutrición y alimentación en sus secciones de Ciencia y Salud, ofreciendo informaciones relevantes y, supuestamente, verídicas.

La carne: ¿buena o mala?

Si existe un alimento que produce tanto elogios como críticas, tanto en el mundo científico como en el periodístico, eso es la carne. Ya sea roja, blanca o procesada, la carne se ha posicionado como uno de los temas claves al hablar de beneficios y riesgos nutricionales, sumando su alto impacto en el medioambiente.

El Consejo Europeo de Información sobre la Alimentación (EUFIC) especifica que un alimento no puede considerarse bueno o malo en sí mismo, sino que se tiene que atender a la cantidad, calidad y frecuencia con la que se ingiere dicho alimento. La carne no procesada, como la roja, contiene muchas proteínas de gran calidad, aportando vitaminas y minerales, destacando el hierro, la vitamina B12 y el selenio.

La carne, tanto roja como procesada, se posicionó en el punto de mira en 2015, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) concluyó en un estudio sobre el potencial de los alimentos para causar cáncer que el consumo de estas carnes estaba vinculado con el desarrollo de la enfermedad. Desde ese momento, las pautas alimentarias de los dietistas se modificaron, y los medios de comunicación no tardaron en hacerse eco de ello.

El periódico El País publicó el 28 de octubre de 2015 este titular: 

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El País, del 28 de octubre de 2015

Por otro lado, este mismo periódico publicaba el 23 de noviembre de 2023 otro titular que conducía a la confusión, aunque manteniendo las últimas investigaciones como principal fuente de información veraz: 

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El País, del 22 de noviembre de 2023

El 10 de abril de 2024, El País generaba aún más contradicciones sobre la ingesta de carne roja: 

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El País, del 10 de abril de 2024

A través de estos tres titulares, sucesivos en el tiempo, se puede observar cómo un periódico de tirada nacional se encarga de transmitir a los ciudadanos las últimas investigaciones acerca de los efectos de un determinado alimento. Aún manteniendo como fuente diversos estudios científicos verídicos en cada uno de los artículos, los titulares juegan un doble papel, buscando atraer al lector antes que otorgar la información auténtica. Como se puede comprobar en el último titular, si se continúa leyendo la noticia se podrá leer el estudio sobre el que se basa, pero a primera vista se posiciona con un mensaje alarmista buscando llamar la atención.

Otro ejemplo sobre la temática, pero esta vez un artículo del periódico La Razón, publicado el 8 de febrero de 2024, se presenta así:

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La Razón, del 8 de febrero de 2024

Y otro del 23 de octubre de 2023, dentro del apartado de Ciencia de National Geographic, así:

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National Geographic, del 23 de octubre de 2023

Porque, aunque la principal función de los periódicos sea informar a la población acerca de las últimas noticias, sus ganas de saciar las querencias informativas de los usuarios llevan a la creación de noticias rápidas con poco rigor informativo, dejándose llevar más por las modas que por la ciencia, generando continuas situaciones con opiniones ambivalentes.

El enemigo llamado “pan blanco”

La industria panadera española facturó en 2023 1.089 millones de euros, más de 100,5 millones de euros más respecto a la facturación del sector en 2022, según informa la Asociación Española de la Industria de Panadería, Bollería y Pastelería (ASEMAC). A través de este informe, también demostraron su preocupación ante la caída de consumo de pan en España, achacando este suceso a los cambios en los hábitos de consumo y la aparición de nuevos estilos de vida.

El pan blanco podría considerarse la variedad de pan más consumida en España. Denominado así todo producto resultante de hornear una masa de harina fermentada con agua y sal, a la que se le añaden acondicionadores de la masa, aceites y grasas comestibles, además de otros aditivos o ingredientes; son las barras de pan tradicionales, las rústicas y el pan tipo baguette.

Como todo alimento, el pan blanco aporta cantidad de beneficios, como vitaminas del grupo B, necesarias para aprovechar los hidratos de carbono, proteínas y grasas; es una gran fuente de potasio, magnesio, vitaminas B2 y B6. Además, el pan blanco está considerado como un alimento ideal para deportistas y personas activas físicamente debido a su aportación de hidratos de carbono y demás nutrientes.

Ante este hecho, los medios de comunicación no dudan en transmitir los beneficios saludables de este alimento, como este titular del 1 de marzo de 2023 del periódico La Razón

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La Razón, del 1 de marzo de 2023

Pero, ante la insistencia de la ingesta de pan blanco por sus potenciales beneficios, el dilema sobre su consumo habitual inunda los medios de comunicación, generando grandes controversias y puntos de vista sobre el tema. 

El diario digital Alimente, perteneciente al medio El Confidencial, dedicado a informar en profundidad acerca de la salud, la alimentación y la nutrición, dedicó todo un artículo a los contras de consumir pan blanco cada día: 

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Alimente, del 12 de mayo de 2023

El artículo concluía con el pan blanco como potencial causante de que una persona desarrollase obesidad o padeciese de enfermedades cardiovasculares o diabetes, debido a su alto contenido de azúcar.

El periódico El País publicaba el 28 de abril de 2024 un artículo dedicado a aumentar la confusión existente sobre el consumo de pan: 

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El País, del 28 de abril de 2024

El diario 20Minutos sentenciaba, en un artículo publicado el 8 de julio de 2023, que “el pan blanco es tan perjudicial como el azúcar:

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20Minutos, del 8 de julio de 2023

Como afirma el Consejo Europeo de Información sobre la Alimentación (EUFIC), existe una creencia errónea que vincula el pan con el aumento de peso. Este mito alimentario existe debido al aumento de la popularidad de las dietas basadas en las proteínas y bajas en hidratos de carbono, eficaces para perder peso en un corto plazo de tiempo. 

El consumo abusivo de pan es la única razón que conlleva a un aumento de peso, mientras que un consumo equilibrado es necesario a la par que cualquier otro alimento.

Siempre bajo pretextos como “así lo indican los médicos y nutricionistas”, “lo demuestran los últimos estudios” o “la ciencia y los dietistas lo afirman”, los medios de comunicación sentencian o alaban a un alimento según la moda pasajera del momento.

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El peligro de los influencer y la comida: el lobo con piel de cordero

Uno de los medios de comunicación que ha proporcionado la época contemporánea son las redes sociales y, en concreto, los agentes comunicadores que de ellas hacen una vida: los influencers. La etimología del término denota su propósito inicial como persona que “influye” en el otro, haciendo hincapié en el comportamiento y la formación de la opinión pública.

El conjunto poblacional más presente y, por tanto, más vulnerable a estas figuras lo componen los jóvenes de entre 16 y 24 años. Según un estudio del Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2022, los usuarios más activos en redes sociales en España fueron los estudiantes (94,4%) y los jóvenes de 16 a 24 años (92,6%), revelando que el 81,6% de los estos sigue activamente a influencers, a través de Instagram (81,6%), YouTube (58,9%) y TikTok (55,6%). Finalmente, decretó que, en España, el 70% de los adolescentes confía más en la publicidad de los influencers que en la habitual.

Sin embargo, este fenómeno traspasa las fronteras de la Península y viaja transatlánticamente, revelando datos que hacen de espejo en otras partes del mundo. En Estados Unidos, se calcula que 103,7 millones de personas son usuarios activos en Instagram, y que, de entre todos ellos, 10,2 millones pueden considerarse influencers. Datos que evidencian el peso de estas figuras públicas en cualquier parte del mundo, transformándose en los portadores de una verdad les ha llevado a transformarse en imágenes de marca, discursos, y formación de la opinión pública; llegando a, recientemente, participar en las campañas electorales de los candidatos a la presidencia de Estados Unidos para la convicción de los votantes más jóvenes y activos en redes.

No obstante, los influencers se han convertido progresivamente en portadores de una verdad enmascarada en la publicidad engañosa, la desinformación y los bulos, motivados, principalmente, en los intereses de grandes multinacionales. 

Uno de estos han sido los personajes conocidos como foodies, que dedican su contenido a la narración y muestra de su día a día en base a la comida que ingieren. Estos, en su mayoría mujeres, suelen portar una cámara a dondequiera que vayan y muestran lo que comen diariamente, o incluso dedican secciones completas en sus respectivos canales para la elaboración de recetas caseras bajas en grasa, con consejos para la pérdida de peso, realización de deporte, o la mejora de la piel. 

En contraste, pero en un mismo espectro, existen influencers que, gracias a colaboraciones con marcas gastronómicas, dedican parte de su contenido a la publicación audiovisual de comida ultraprocesada, así como son altos contenidos de grasa, sal o azúcar, obteniendo un efecto similar al previamente mencionado.

Ambos grupos de personajes públicos cumplen, habitualmente, con los cánones de belleza establecidos en la última década, y suelen emplear eslóganes motivacionales que, encubriendo cuestiones genéticas que pueden propiciar a que un cuerpo se vea de una manera concreta independientemente de otros factores, envían mensajes erróneos y desencadenantes de malnutrición y otros trastornos de la conducta alimentaria.

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Trastornos alimenticios provocados por una mala relación con la comida gracias a los medios de comunicación. |Fuente: ISTOCK

El conjunto poblacional mayormente afectado por las imposiciones de los cánones establecidos son las mujeres de entre 12 y 26 años que, según un estudio realizado por la Escuela de Psicología de UNSW Science, sienten la necesidad de amoldarse a una imagen concreta y difícil de alcanzar, derivando, en la mayoría de los casos, en trastornos de la conducta alimentaria como la bulimia y anorexia nerviosa. 

La autora española Almudena Villegas explicó en su libro “Historia de la Alimentación” los peligros de las técnicas de márketing lideradas por estos personajes, que manipulan a la juventud y les dan pautas de alimentación erróneas y que en algunos casos “incluso perjudican su salud”.

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La autora Almudena Viñegas con su obra, “La amenaza de la alimentación”. |Fuente: El País

Adicionalmente, una investigación presentada por las doctoras Maria Wakolbinger y Eva Winzer de la Universidad de Medicina de Viena el pasado 2023, reveló que el 75% del contenido de alimentos y bebidas publicado por personas influyentes en redes sociales no cumple con los estándares publicitarios de la Organización Mundial de la Salud (OMS). 

Liv Schmidt: de modelo de conducta a relegada en redes sociales

Uno de los ejemplos más resonados de los últimos meses es el caso de Liv Schmidt, una modelo e influencer estadounidense de 22 años con cerca de 670.000 seguidores en redes sociales y un contenido dedicado a sus hábitos alimenticios. 

No obstante, la comunidad digital comenzó rápidamente a descubrir el propósito real del contenido de sus videos, que la propia influencer no negó y comenzó a vender como su marca identificativa: estar delgada.

En sus videos diarios, Liv compartía su día a día a través del formato de videoblog, en el que mostraba las comidas consumidas a lo largo de 24 horas. Adicionalmente, dedicaba videos específicos a la elaboración de recetas bajas en calorías, sus rutinas en el gimnasio, y técnicas para mantener un cuerpo fino. Según cálculos mostrados al final de sus contenidos, en ocasiones la joven llegaba a ingerir menos de 1200 calorías diarias después de una rutina de 13 horas, peligrosamente menor al consumo recomendado por la OMS de entre 1500 y 2000 kcal/día para la mujer adulta.

Tras una serie de denuncias, la plataforma TikTok (donde la influencer goza de una comunidad más amplia), hizo un seguimiento de su comportamiento y modificó sus bases de actuación en cuanto a “Imagen”, decretando, en septiembre, que el perfil de Schmidt incumplía con la normativa básica y era perjudicial para la plataforma.

 

 

Por su parte, la influencer ideó una página paralela en la que proclamó la injusticia experimentada, y afirmó: “Estar delgada no es un pecado. Salvaré a America de la obesidad uno por uno”. 

El “Body Positive”: la luz al final del túnel

Gracias a una movilización en las redes sociales, comportamientos como el de Liv Schmidt han sido castigados por la legalidad de la propia plataforma, y por quienes integran su comunidad. En contraste a los problemáticos comportamientos de parte sus líderes, han surgido movimientos contrincantes que buscan acabar con una imagen irreal de los cuerpos y sus hábitos saludables.

El caso más resonado lo compone el movimiento “Body Positive”, una corriente creada en 1996 a partir de las propias vivencias de las fundadoras, que, tras pasar por problemas relacionados con la alimentación, se unieron para sentar las bases de una forma de reconectar con la sabiduría del cuerpo, y que ahora se ha expendadido por redes sociales.

Según la UNSW Sydney, esta técnica, al igual que otras corrientes de reconciliación con la normalidad del cuerpo, promueven como uno de los puntos de partida el seguimiento de figuras públicas con diferentes cuerpos, así como de personas con diferentes tamaños, formas o etnias y dedicadas al contenido “Body Positive”, que han logrado la promoción de una relación más equilibrada, alegre y cuidada con la comida y con la propia imagen, así como un aumento de la satisfacción de los jóvenes respecto a sus propios cuerpos.

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