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periodismo universitario en internet

Los jóvenes y las drogas ¿blandas?

Una bandeja con Marihuna

El abuso del cánnabis tiene el mismo tiene el mismo fondo que el de otras adicciones: cubrir un vacío interior

Un joven relata su vida consumiendo: un pozo negro del que no consigue salir

En el 35% de la población consume cánnabis. Uno de ellos es Gonzalo (nombre ficticio) quien relata su vida fumando porros diariamente. Desde no poder dormir por las noches si no consume hasta no recordar con claridad lo que ha hecho esa misma tarde. El cánnabis condiciona su vida. Como el son muchos los que acuden a la clínica Recal en Madrid, para salir de su adicción. Los terapeutas de este centro aseguran que “el síntoma es el consumo”, ya que detrás de este se esconden grandes problemas psicólogos, personas altamente sensibles a los cuales “la vida se les queda grande”.

El consumo de cánnabis en España

Un cultivo de Marihuana

Según los datos, los jóvenes de entre 14 y 18 años consumen mayormente drogas como el alcohol (70,5%) y en segundo lugar, el tabaco (30.7%). Unos datos preocupantes dado lo normalizadas que se encuentran estas drogas blandas en el colectivo de nuestra sociedad, donde unos empujan a otros al consumo. Al alcohol y al tabaco le sigue el cannabis (22,2%) y los hipnosedantes sin receta, que alcanzan el 7,2%.

Algo destacable es que el consumo de todas las drogas ilegales está más extendido entre los chicos que entre las chicas. Con las drogas de comercio lícito (alcohol, tabaco o hipnosedantes) sucede lo contrario, las consumen más las chicas. También, las mujeres son más propensas a dejar el consumo de tabaco mientras que los hombres prolongan esto en el tiempo.
La encuesta Estudes 2021, muestra un aumento del consumo problemático de cannabis entre los que han consumido dicha sustancia en el último año.

El 17,8% de los estudiantes de 14 a 18 años que ha consumido cannabis en el último año presenta un posible consumo problemático, dato mayor de la serie histórica (13,3% en 2016). Esto ocurre a pesar de que aumenta el riesgo percibido del consumo habitual de cannabis. Por otro lado, la manufacturación de una droga algo más dura como lo es la cocaína, ha crecido en un 11% más que el año anterior.

Los datos son muy, muy preocupantes y las drogas siguen presentes en nuestra sociedad. Tras unos años en los que el consumo de las mismas descendió, coincidiendo con la pandemia, tras la misma, ha vuelto a crecer. Una lacra que nuestra sociedad, aún tiene que soportar

La adicción es una enfermedad reconocida por la OMS

Las drogas blandas pueden parecer inofensivas pero pueden llevar aquellos que los consumen a perder el control de su vida y depender de ellas. Son justo estas, el alcohol y el cánnabis las elegidas por los más jóvenes porque son las que tienen un acceso más fácil y las que están más aceptadas por la sociedad.

Durante el consumo existen tres fases: Uso, abuso y la adicción. Esta última es una enfermedad reconocida por la OMS. “Cuando una persona ya está en adicción pierde el control, necesita un tratamiento y una contención, por tanto un ingreso”, explica Jacobo Márquez, Psicólogo ya graduado que cursa sus prácticas de máster en la clínica Recal, en Madrid.

Cada vez los pacientes que llegan a las clínicas con adicción al cánnabis son más jóvenes y todos ellos tienen un denominador común. “Suelen ser personas con alta sensibilidad, que tienen el sistema nervioso muchi más desarrollado. Son personas que no son capaces de gestionar sus emociones. La vida se les hace grande y todo les desborda y con las sustancias encuentran una salida”, señala Patricia López, terapeuta de la clínica Recal. Para ella “el síntoma es el consumo. No diferenciamos entre droga blanda o dura”.

Una de las partes más olvidadas en las charlas de concienciación sobre el consumo de drogas es la parte emocional. En los colegios e institutos se habla mucho de los daños físicos y las consecuencias legales pero la base está en las emociones. Incluso López asegura que insistir tanto en ellos puede llegar a ser anti productivo porque “luego tu lo pruebas, ves que no te pasa y que no pasa y al final ya no te lo crees. Además a quien tiene el problema emocional los daños físicos le van a compensar”.

Aunque los daños físicos acaban llegando y producen graves deterioros en el cerebro. El consumo es una enfermedad bio-psicosocial,  influye la parte biológica y la personalidad, también el contexto social “y por última el uso. Si yo bebo una botella de whisky todos los días acabaré alcohólica. La pregunta es  ¿Quién se bebe una botella de whisky todos los días?”, afirma López.

Un paciente en terapia

La vida de un joven al que consumir le está robando la vida

Contar la historia de Gonzalo (nombre ficticio) es contar la historia de un joven al que la marihuana le está robando la vida. A sus 22 años, lleva casi seis consumiendo. Empezó en el 2017, a raíz de una rupura sentimental y, desde entonces, su día a día a pasado a estar gobernado por esta droga que no, por silenciosa y estar más aceptada que otras, resulta inofensiva. Su caso es buen ejemplo de ello. El cannabis le ha sumido en una espiral de desmotivación y apatía que no le deja vusualizar un futuro próspero. Ni siquiera vivir las cosas de una manera completamente consciente. “Ahora estoy hablando contigo, pero esta tarde, voy a tener recuerdos difusos de este momento”, comenta.

En los periodos en que ha conseguido dejarla a un lado, Gonzalo ha llevado una vida normal, como la de cualquier joven de su edad. Hacía deporte, iba a la univerdad, salía con amigos…Todo eso se ha visto paralizado al volver a caer en la adicción. “Al final te vas distanciando, eso es así”. Todos sus problemas, tanto con gente cercana de la que se ha separado como como de autoestima, radican en los mismo: un agujero negro del que, pese a proponérselo con frecuencia, no consigue salir.
Por si fuera poco, vive en una obra de teatro constante. Sus padres, que le ayudaron a salir cuando cayó hace unos años, no saben nada de su recaída. Se las ingenia para fumar con ellos en casa y no encuentra la manera de pedir ayuda.

Su caso es el de muchos otros jóvenes que, sin darse cuenta, y de forma progresiva, han echado a perder unos años de su juventud que no van a volver, a costa de lo que empezó siendo “un simple porro”. Un porro, nada más. Estas son las consecuencias.

Para consumir, primero, hay que comprar

Marco (nombre ficticio), vendedor de las llamadas “drogas blandas” desde hace tres años relata el proceso de compra-venta de chocolate, uno de los estupefacientes favoritos de los consumidores de porros. Entre otras revelaciones, Marco comenta que se empieza siendo consumidor y después vendedor. 

A este chico de unos 20 años le preguntaban con frecuencia dónde se podía pillar este tipo de drogas hasta que un día, cansado de regalarle el negocio a otro, comenzó a venderlas por su cuenta. La consideración de los porros como drogas blandas mantiene a Marco fuera de cualquier tipo de cargo de conciencia al mismo tiempo que se ha negado a vender drogas químicas. 

“La cocaína es la reina de las drogas. Puede joder una familia y puede joderlo todo, pero por fumar porros solo te jodes a ti mismo”. Es destacable que las personas que fuman pueden tener insomnio, falta de concentración y pérdida de todo tipo de actividad. 

“Gente joven, sobre todo hombres, chavales normales y que estudian y trabajan”. Ese es el perfil de la mayoría de personas que le compran este tipo de sustancias. Aproximadamente, él diría que un 30% de sus clientes son adictos, pero asegura que jamás ha negado la venta de porros a nadie. 

Una cadena de montaje que comienza en Marruecos y que termina en un papel de liar de un universitario de Madrid. Él mismo confiesa que la droga que vende está cortada con todo y de la que él se puede estar sacando fácilmente más de 1.000€ al mes. 

Marco se encarga de recoger una “placa” (100g de la droga chocolate) y llevarla a su piso para después “gramearla” (dividirla en pequeñas cantidades) y venderla. Aunque el riesgo de ser pillado vendiendo porros es mitigado con la frase “yo soy un granito de arena en una playa”, dando a entender que la policía no va detrás de un camello de barrio.

 

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