¿Comida para todos?
Actualmente, en la Comunidad de Madrid se ha acentuado el número de usuarios de comedores sociales. Casi 2,2 millones de españoles sobreviven gracias a la comida facilitada por estos centros. Un 30% de los solicitantes de este recurso carecen de ingresos y atraviesan por problemas como la depresión o la baja autoestima. El perfil del demandante de este tipo de centros es muy diferente y la edad media de los usuarios suele estar entre los 31 y 50 años. Por otro lado, el porcentaje de mujeres que recurren a los servicios de comedores sociales oscila entre un 10 y un 15%, mientras que el de los hombres es mucho mayor. Además, más de 9.000 personas son las que acuden a diario a los servicios que ofrecen los 27 centros que existen en la Comunidad de Madrid.
Antonio es hostelero y lleva ocho años sin empleo. «Mi madre me echó a la calle», pronunciaba a la par que las lágrimas inundaban su rostro. «El ambiente en los comedores sociales es muy degradado, te vienes abajo».
Antonio ha pasado por un tumor cerebral y su familia le ha dado la espalda. Las consecuencias de ello han sido nefastas. En su caso, no ha influido tanto la crisis económica como sus circunstancias personales. «Me gustaría cambiarme y ponerme guapo, pero no puedo». Antonio nos contaba su historia mientras esperaba bajo la lluvia a que le entregasen la cena en el Comedor Casa solidaria Tirso de Molina.
La crisis económica ha provocado que aumente cada vez más el número de usuarios en los comedores sociales. Son más de 9.000 necesitados los que asisten a diario a los servicios de comida que se ofrecen en la capital. La comunidad autónoma que cuenta con mayor número de comedores sociales en España es, con diferencia, Madrid. Esta comunidad cuenta con 27 comedores además de los que están previstos que se abran. Le sigue Andalucía y Asturias.
Guillermo se resiste a dar su nombre, pero finalmente lo hace. Lleva desde el 2004 recurriendo a comedores sociales para abastecer sus necesidades alimenticias. Es de El Salvador y lleva en España desde 1997, y sin empleo desde el 2009. Actualmente, Guillermo no tiene ningún tipo de ingreso. «No cobro el paro porque siempre suele pasar que uno firma la baja voluntaria sin pedirla, entonces te engañan, te hacen una trampa. Entonces me he quedado sin poder cobrar el paro y hasta que no consiga un nuevo contrato no cobraría nada. Entonces estaré al tanto de qué es lo que estoy firmando».
Con 53 años, Guillermo vive de la ayuda de un familiar y, sobre todo, de la comida que le ofrecen los comedores sociales. «Vivo solo, abandonado», afirma mientras hace cola en el Comedor Santa María Josefa, ubicado en el distrito del Puente de Vallecas.
Antes del estallido de la crisis en 2007, se atendía a muchos menos usuarios. Recurrían a estos servicios personas desestabilizadas e inmigrantes. Ahora no deja de aumentar el número de usuarios de nacionalidad española que no encuentran recursos para comer.
La gestión de los comedores sociales puede correr a cargo de asociaciones, ayuntamientos o entidades religiosas, entre otros. Por medio de los citados canales solidarios, cualquier persona puede solicitar sus servicios. Las consecuencias de la crisis económica ha modificado el perfil del demandante de estos servicios, siendo en su mayoría ciudadanos españoles afectados por el desempleo.
Desde Variación XXI, contactamos con Mango. Tiene 33 años y lleva un año y medio asistiendo a comedores sociales. Hablamos con él acerca de la calidad de comida que se le ofrece y señala que «a veces está bien la comida, y otras no». Tras más de media hora de espera fuera del comedor, nos habla sobre las personas que acuden a estos centros. «Cada vez acude más gente que no aparenta una necesidad extrema de alimentarse». Mango asiste a más de un comedor social de Madrid durante la semana y asegura que todos ellos están colapsados.
«A parte de la comida, en el Comedor Integral Vicente de Paul se nos ofrece un servicio de lavandería, ocio e internet. El servicio que se nos ofrece está bien, el ambiente en general es bueno». Así recalca Mango la importancia de otros servicios adjuntos a la administración de alimentos.
Dos de cada diez usuarios son mujeres
El porcentaje de mujeres que recurren a los servicios de comedores sociales oscila entre un 10 y un 15%. La edad media de los usuarios de los mencionados centros estriba entre los 31 y 50 años. Así nos cuenta Antonio J. G, trabajador social del Comedor Integral Vicente de Paul Hijas de la Caridad, cómo en los últimos seis años ha incrementado notablemente el número de asistentes a comedores sociales. De los solicitantes durante este último año, más de la mitad tiene procedencia magrebí.
El perfil de mujer nunca ha sido muy habitual en los comedores sociales, aunque cada vez asisten más, generalmente con hijos a cargo, que no encuentran otro recurso para alimentar a su familia. De hecho, dos de cada diez usuarios de los Comedores Sociales de la Comunidad de Madrid son mujeres, predominantemente de nacionalidad rumana. En cuanto a la vestimenta, las mujeres usuarias de comedores sociales no suelen aparentar pobreza y necesidad extrema de recibir ayuda alimenticia.
Comida donada
El promedio de comidas servidas por cada comedor social oscila entre los 150 y los 200 platos diarios. Generalmente no suele sobrar mucha comida. En estos casos, se reparte en tupperware entre los usuarios. Gran parte de los productos que se cocinan provienen de donaciones de grandes empresas alimenticias y del Banco de Alimentos.
María Zuleta es periodista y lleva ocho años coordinando el Comedor Social San Juan Bautista. «Es gratificante poder hacer lo que hago», decía a la par que hacía un paralelismo entre el comedor social ubicado en Bravo Murillo y el ubicado en Ventilla. «En el comedor de Bravo Murillo, la mayoría de los usuarios eran inmigrantes, aquí en Topete la mayoría de los asistentes son españoles».
Algunas asociaciones exigen una determinada creencia religiosa para poder acceder a los servicios ofrecidos por sus comedores. Esto no sucede en el Comedor Social San Juan Bautista. «En esta asociación existe una completa libertad de religión, se respetan incluso las dietas de los musulmanes», explica María. Además, nos revela datos acerca de los asistentes al Comedor Social San Juan Bautista. «No hay mujer magrebí que asista a este comedor. En general un 90% de los asistentes son varones, aunque cada vez asisten más mujeres».
Para acceder a los servicios que ofrece cualquier comedor de la comunidad de Madrid, por regla general, se requiere rellenar un formulario acerca de sus condiciones económicas y familiares. También se debe de adjuntar documentación que acredite lo expuesto en el formulario. Además, concierne a la seguridad social derivar a quienes considere necesitados a estos servicios.
Religión y solidaridad
El hermano Juan Ignacio Aguñón nos abre las puertas del Comedor social Hermandad del Refugio. «El único control que tenemos sobre la gente es que entre con un mínimo decoro», medida que tomaron tras verse obligados a desalojar del centro a personas ebrias y con una falta notable de higiene. «El 95% de los asistentes mantienen la compostura y vienen a lo que vienen».
Antes de cenar, todos los asistentes al Comedor social Hermandad del Refugio han de respetar y practicar un rezo. No todos practican la misma religión, pero a la hora de rezar quien no comparta ideologías o creencias para hacerlo, simplemente ha de abstenerse y mantener su silencio como señal de respeto hacia el resto de asistentes. En el citado centro se sirven 90 platos calientes en dos turnos de 19:00h a 20h y 200 platos fríos a recoger, debido al aforo limitado del que dispone el centro así como de la comida en caliente. El menú suele incluir verduras y queso fresco a diario.
Depresión y baja autoestima
Numerosos estudios señalan la depresión y la pérdida de autoestima como las secuelas mentales más frecuentes en los usuarios de comedores sociales. Según Cáritas, en España los más ricos ganan siete veces más que los pobres. Cada vez los ricos son más ricos y los pobres, más pobres.
El desempleo, la recesión o los recortes son solo algunos de los términos económicos que ha llevado a un incremento de casi un 250% en el número de solicitantes de recursos sociales para la satisfacción de sus necesidades alimenticias.
María Encarnación es una hermana que lleva tres años colaborando en el Comedor Santa María Josefa. «Es una obra muy buena, los asistentes al comedor son como nuestros hijos». María no tiene reparo en mostrarnos el interior del centro, la cocina y los baños donde transitan diariamente más de 300 usuarios. Apenas ha concluido el horario de comida y en el comedor ya están ultimando la limpieza. «Gran parte de los aquí presentes son voluntarios», afirma sonriendo a varios de los trabajadores a los que hace alusión.
María recuerda con nostalgia el caso de un usuario que fue entrevistado por los medios y logró un empleo que le permitió abstenerse de recurrir a comedores sociales. Se emociona al hablar de los voluntarios que ofrecen de forma gratuita su colaboración desinteresada. «Es muy bonito que exista gente que ofrezca su ayuda sin requerir nada a cambio, sin ellos esta obra social no sería posible».
El Comedor Santa María Josefa recibe donaciones tanto de particulares como de grandes empresas alimenticias como Mercadona o Hipercor. El estado de la comida donada suele ser bueno aunque, en la mayoría de los casos, sus productos están cerca de la fecha límite de consumo recomendado. Además, cuenta con servicios de ropaje para los más necesitados.
Remar ¿ONG o secta?
La Comunidad de Madrid cuenta con dos comedores sociales pertenecientes a la Asociación Remar, uno ubicado en Torrejón de Ardoz y otro en Alcalá de Henares. Se trata de una asociación de rehabilitación para toxicómanos y personas marginadas o en exclusión social que actualmente aporta ayudas a un amplio abanico y perfil de usuarios. Remar tiene presencia en países como Angola, Mozambique, Panamá, Puerto Rico, Uruguay, Italia, Alemania y un largo etcétera de hasta 72 países distribuidos por los cinco continentes.
Roberto Gómez es un trabajador y usuario de la asociación no tiene reparos en referirse a los comentarios que vinculan a Remar con una secta. «Yo no entré en Remar por su servicio de rehabilitación, he sido oficial de policía, sé lo que es una secta y, en el caso de Remar, no lo es».
No obstante, una serie de reportajes y estudios cuestionan las verdaderas intenciones y objetivos de Remar, asociación a la que relacionan con una secta. Remar cuenta con, además de comedores sociales, servicio de alojamiento, tiendas de segunda mano e incluso radio propia en la que predican sus creencias. Algunos de los términos que se asocian con la organización son manipulación psicológica e ideológica, explotación laboral y esclavitud moderna.
Todo lo que circula por la red acerca de la citada asociación se lo hicimos saber a María Isabel Flecha Rodríguez, interna en la asociación, que afirma: «actualmente ayudamos a todo aquel que necesite nuestra ayuda, independientemente de su ideología. No pedimos ni nombre, ni apellidos ni ningún tipo de documento». María Isabel se defiende ante las informaciones que vinculan a la asociación a la que pertenece con una secta. «Nuestra religión predica la ayuda a todas las personas, no su catalogación».
Aunque la mayoría de los establecimientos vinculados con Remar a los que hemos tenido acceso, cuentan con reliquias y símbolos estrechamente relacionados con el cristianismo evangélico, María destaca la ayuda que está llevando a cabo la asociación, por ejemplo, con los refugiados sirios. «De secta no tenemos nada. Quien quiere entra y quien no, sale».
En la actualidad, 3.000 personas se cobijan en los centros de Remar repartidos por toda España. En todo el mundo, la cifra de usuarios alcanza los 60.000 y la organización no deja de expandirse. Los voluntarios de Remar ofrecen su servicio casi las 24 horas del día, la organización Remar es su vida. Esta asociación les ofrece alojamiento, comida, transporte y escuela. Eso sí, restringe de alguna manera su libertad.
Un porcentaje en auge de la población española necesita ayuda para poder tener una mejor calidad de vida. La situación en la que viven muchos de los usuarios de comedores sociales es precaria. Los centros destinados a ayudar a este perfil de personas tienen la voluntad de hacerlo, pero el gran número de asistentes hace que esto en muchas ocasiones sea complicado y no llegue a todas las personas que necesitan amparo y apoyo para seguir adelante en sus vidas.