Oposiciones a medicina y enfermería: una carrera de fondo
Como cada año, estudiantes recién graduados en medicina y enfermería optan por presentarse a las oposiciones para poder asegurarse una plaza en las distintas instituciones de salud españolas: son los exámenes conocidos como MIR (Médico interno residente) y EIR (Enfermero interno residente). Pero, ¿en qué consisten exactamente estas oposiciones y cuáles son sus niveles de dificultad en relación al número de plazas ofertadas?
Seis años para un examen
Es habitual que durante los últimos cursos de la carrera las propias academias, que se dedican a preparar el ingreso a la vida laboral de estos profesionales, se acerquen a las facultades para intentar captar futuros clientes; orientándoles sobre lo que les espera, hasta que por fin se hagan con una de las codiciadas plazas. Hay que tener en cuenta que el nivel de competitividad en este tipo de oposiciones es muy alto, y muchos estudiantes de sexto de carrera se apuntan a estos centros, ya que el último año suele contar con menos asignaturas teóricas. El tiempo, como en cualquier oposición, es un elemento esencial a la hora de encarar estas pruebas.
“Terminas la carrera en junio o en julio, dependiendo de la universidad, y en septiembre sacan la convocatoria del MIR, que suele ser para finales de enero o principios de febrero” explica Jesús Martín Centellas, que aprobó el examen hace ya un año y que actualmente es médico en el Complejo Asistencial Universitario de Salamanca. Anteriormente, esta prueba no era necesario realizarla para algunas especializaciones, como asegura el doctor Martín Centellas “antes tú terminabas y te podías dedicar a medicina rural o de atención primaria en algún centro de salud; ahora, para ser médico de familia, te piden la especialidad de medicina familiar y comunitaria, para, por ejemplo, trabajar en urgencias”.
El examen del MIR se trata de una prueba tipo test de 225 preguntas de respuesta múltiple que deben ser contestadas en un máximo de 5 horas. Cada fallo en una de las preguntas del test resta 1 punto, mientras que los aciertos suman 3. A la hora de calcular la nota final, se tiene en cuenta la puntuación obtenida en el examen así como la nota global del expediente académico, en una proporción del 90% para el test y un 10% para la calificación total de la carrera. Los opositores que consiguen las notas más altas de la convocatoria son los primeros en elegir la especialidad y el hospital donde desean desempeñarla. De esta forma, como ocurre en otras oposiciones, se ordena la lista de aprobados en base a sus resultados.
Juan Cantón fue uno de los aspirantes en lograr obtener una plaza en la convocatoria de enero de este año, a la que se presentaron más de 12.000 personas, y pronto empezará a trabajar en el Hospital Severo Ochoa de Leganés. Para Cantón, se echa en falta una parte más práctica que complete el examen teórico, como sucede en otros países de nuestro entorno. “Esa parte es de la que más cojea este examen” reconoce. “Sería mucho más objetivo el ver esa parte, ya que mucha gente podría ser puntera en eso comparada con su parte teórica y no se ve”.
Pocas plazas para tantos aspirantes
El número de horas diarias dedicadas al estudio y el bajo número de plazas disponibles frente a la elevada cifra de opositores que se presentan, hacen de esta prueba una de las más duras. Solo en 2016 se presentaron un total de 12.427 candidatos para competir por 6.097 plazas. Esta situación se viene dando también en años anteriores, con un ratio de 2,15 aspirantes por plaza, en la convocatoria 2012-2013 y de 2,01 en 2014-2015. La explicación de este elevado número de candidatos tiene su origen en la cada vez mayor oferta de universidades dedicadas a la enseñanza de la medicina en España, muchas de ellas de carácter privado. Un tema no exento de polémica, como ocurrió el pasado mes de mayo de 2016 en Baleares, cuando el gobierno de esta comunidad decidió implantar estos estudios con el pretexto de cubrir la demanda de la región.
A la baja oferta de plazas hay que añadirle también la situación específica de cada estudiante, como es el caso de Diego Anega, graduado en enfermería que compatibiliza el estudio del EIR con un trabajo; situación que le hace plantearse dejarlo para centrarse en exclusiva en la oposición.
Academias: la gran demanda
Diego Anega, al igual que tantos otros en su situación, ha decido preparar el examen con ayuda de una academia. “Nos preparan bastante bien” confirma Diego, “la academia cuesta unos 1.500 euros el año entero y nos dan todas las facilidades posibles para que nos podamos presentar preparados al examen”. Reconoce que le gustaría especializarse en pediatría, una de las especialidades que recoge el Real Decreto 639/2014 además de Salud Mental, Trabajo, Geriatría, Obstétrico-ginecológica, Familiar y Comunitaria y Médico-quirúrgica.
El caso del EIR es distinto al de los médicos. De momento, no resulta necesario la superación de esta oposición para poder ejercer como enfermero o enfermera en un hospital; sin embargo, desde algunos sectores de la sociedad se vienen demandando desde hace algunos años su implantación.