Los scouts: un movimiento juvenil diferente
Seguro que conocen a alguien que sea o haya sido scout en algún momento de su vida, y seguro que conocen este movimiento, ya sea por series de televisión o por películas donde se nos muestra el escultismo (principalmente americano) como algo freak. Siempre vemos en la ficción al joven rarito, con una caja de galletitas que vender o tratando de ayudar a la ancianita de turno a llevar las bolsas de la compra para poder ganarse sus insignias al mérito. Seguro que todos ustedes tienen en la mente esto que decimos, y les vendrá a la mente el antiguo nombre que los scouts recibían y que por temas más que superados, dejaron atrás: los “boy scouts”. Pero la realidad de los scouts de España, y del barrio madrileño de Moratalaz que queremos acercarles, es muy diferente.
El Escultismo
Hagamos un poco de retrospectiva. El escultismo (scouting en inglés) nace hace 110 años en Inglaterra de la mano del coronel británico Robert Stephenson Smith Baden-Powell of Gilwell. Esta manera novedosa de educar a los jóvenes con actividades, juegos y dinámicas al aire libre nace como una manera de combatir la delincuencia juvenil de principios del siglo XX en Inglaterra, buscando dar un desarrollo espiritual y mental a los infantes británicos para que llegaran a alcanzar el estatus de “buen ciudadano”. Sus técnicas buscaban asemejarse a la vida militar, no en vano el fundador fue un reconocido militar de campaña en África.
El Grupo Scout 147 “La Merced”
Una vez introducido el escultismo a grandes rasgos, comenzamos con nuestro viaje, que nos quedará bastante más cerca que la grandilocuencia de la historia del Movimiento Scout Mundial. En el año 1969, nace en la parroquia de Nuestra Señora de la Merced del madrileño barrio de Moratalaz, el Grupo Scout “La Merced”, que tras su entrada en la Asociación de Scouts de España (ASDE) tomará el número 147. Hoy, casi 50 años después, el grupo mantiene la llama que los fundadores del mismo transmitieron a los que fueron sus educandos, y que se ha mantenido viva generación tras generación de scouts, en muchos casos también pasando de padres a hijos.
Familias enteras han pasado por cada una de las ramas, aprendiendo y creciendo día a día, campamento a campamento, en una travesía que se inicia con la corta edad de 6 años. Empezando por la Colonia Kasai (6-8 años), pasando por la Manada Flor Roja (8-11 años) y terminando en el Clan Cide (17-20 años), sin olvidar por supuesto a la Tropa Scout Atlántida (11-14 años) ni a la Unidad Esculta Fénix (14-17). Alrededor de unos 90 niños, niñas, chicos y chicas, que cuentan con la tutela de 13 monitores, scouters en la jerga scout, que se desviven por sus intereses y trabajan cada reunión de fin de semana y cada campamento por ofrecerle lo mejor a sus chavales, “devolviendo” de alguna forma lo que un día otros hicieron por ellos cuando fueron un pequeño castor, una inquieta lobata, un tropero rebelde, una esculta en plena pubertad o un rover que aún no sabía qué iba a hacer con su futuro.
En este escrito daremos voz a estos anónimos, monitores y chavales, para que nos cuenten su historia e iluminen a todo aquel que hoy en día siga creyendo que estos jóvenes con un pañuelo al cuello son una panda de raritos que pertenecen a algún tipo de secta.
Amistad y experiencias únicas
Cada tarde de sábado, el grupo se reúne, cada uno con sus respectivas ramas, para hacer actividades y disfrutar de la compañía de amigos que no ven durante el resto de la semana. En una de ellas, conocemos a la Tropa. Compuesta de 22 chicos y chicas, se aprecian perfectamente las diferencias entre los más mayores y los más pequeños. Dos de ellas, Natalia M. (14) y Sonia R. (13), son uña y carne. No van juntas a clase ni son amigas de la infancia, se conocieron en el grupo y su lazo de amistad, después de 6 años de convivencia, es muy fuerte.
Para ambas, una de las mejores cosas que les ha aportado el escultismo son sin duda los amigos, coinciden en que las cosas que viven con la gente con la que comparten convivencia durante 15 días cada verano se crean lazos que van más allá de la amistad, llegando a considerar a sus compañeros como una pequeña familia. Natalia cree firmemente que no sería la misma persona si no fuese scout y Sonia añade que además de las amistades, está aprendiendo un montón de cosas. A pesar de ser tan jóvenes son conscientes de que están viviendo experiencias que el resto de sus compañeros de clase probablemente no vivirán y saben lo especial y diferente que resulta lo que los valores scouts les están aportando.
La hermandad scout
Por algo el escultismo tiene presencia en 165 países. Algo tiene este movimiento que hace que aproximadamente 40 millones de personas lo vivan en todo el mundo. El Grupo Scout 147 es también una muestra de la globalización que lo envuelve todo hoy día y también de lo que supone ser scout a nivel internacional. Es muy conocido entre los scouts el sentimiento de hermandad que une a todos los que viven este movimiento, y el monitor Thomas Alonso de 27 años y natural de Caracas (Venezuela), utilizó los scouts como vehículo para adaptarse a la sociedad española al llegar a nuestro país hace apenas año y medio.
Después de 20 años en el movimiento, cree que los valores que le transmitieron en Venezuela son idénticos a los que ahora transmite a sus educandos en España y que por eso, la hermandad scout transciende las fronteras. Resalta que hay cosas que difieren por temas de cultura. Sostiene que la sociedad venezolana es más competitiva, mientras que la española se preocupa más de la formación en valores y ciudadanía. Y sin duda, lo que más llama la atención es su utilización del escultismo como herramienta para adaptarse a una nueva forma de vivir, a una nueva cultura, a un nuevo barrio.
Aún nos quedan cosas por conocer, y la siguiente es una de las más curiosas sin duda. Podría ser una de las cosas que más llaman la atención del movimiento scout, sobre todo a los más pequeños y a los nostálgicos.
Lo que diferencia a los scouts
Nuestro siguiente protagonista comenzó su aventura en el movimiento scout con 6 años. Actualmente, con 22, cumple su “ronda solar” (término con el que los scouts se refieren al curso escolar) número quince. Hablamos de Guillermo Martínez, o como le llaman los lobatos de la Manada Flor Roja, Fao. Él coordina a los monitores de esta rama que representa una de las grandes particularidades de la educación scout. Esta sección utiliza como marco simbólico el Libro de las Tierras Vírgenes de Rudyard Kipling, que inspiró la famosísima película de Disney El Libro de la Selva. Es por eso que los monitores llevan los nombres de los personajes que ayudan a Mowgli en su camino de cachorro a hombre, siendo los más comunes Akela, Baloo, Bagheera o Kaa, conocidos por todos.
A parte de estas curiosidades, está seguro de que la diferencia a los scouts del resto de movimientos juveniles es el seguimiento. «Vas compartiendo experiencias y vivencias a lo largo de todo un curso, y eso te va aportando una progresión personal que en otro tipo de actividades u organizaciones no puedes conseguir, al no tener la continuidad tan prolongada en el tiempo que tenemos aquí» sostiene. Asegura también que a pesar de que mucha gente desconoce el método scout, esa continuidad hace que los monitores conozcan bien a los chavales y que para éstos, sus monitores se conviertan en alguien importante dentro de sus vidas, alguien en quien pueden confiar. Por último, cree que en los scouts los chavales aprenden a respetar a los demás y a compartir, tanto bienes materiales, como emociones y vivencias.
Al ser cuestionado sobre por qué decidió hacer ese trabajo voluntario de estar con chavales comenta algo que también sostenían la dos troperas, Sonia y Natalia: «Se trata de devolver lo que otros hicieron por ti, de ser agradecido y consecuente». Añade también que al llegar a las últimas etapas, las relaciones tan fuertes que tienes con tus compañeros hace que sea mucho más fácil dar ese paso.
El trabajo con los más pequeños
No todos los scouts se enganchan desde pequeños. En la otra cara de la moneda están aquellos que descubren el escultismo más tarde, pero terminan igualmente enamorados de todo lo que este propone. Ese es el caso de Julia Montes, de 22 años. Julia entra en el grupo con 15 años, una edad muy avanzada teniendo en cuenta que muchos de sus compañeros comparten vivencias desde los seis.
Comenta que al principio estaba reticente y que a priori no parecería fácil integrarse, pero que a la hora de la verdad no tuvo problemas. «Mi primera experiencia fue un campamento de verano. Pensaba que tendría problemas por el recorrido en común de mis compañeros, pero al tercer día era una más», recuerda. También defiende que «no es para nada como integrarte en clase. Es pasarte 24 horas con gente y dormir, comer y todo con gente y en seguida surgen momentos divertidos o donde alguien puede necesitar tu ayuda o tú la de alguien». Nos cuenta también que normalmente van a campamentos “de fortuna” donde tienen que montar de cero todas las instalaciones.
Resulta que esta scout tardía se encarga ahora de la Colonia Kasai, los más pequeños del grupo. Asegura que en el tiempo que lleva con los más pequeños, no ha dejado de aprender. En los scouts se trabaja una metodología que requiere momentos de dinámicas menos movidas y más reflexivas, pero no con los castores (los integrantes de la Colonia). Con ellos se aplica el aprender jugando, el cambiar el chip constantemente para que niños y niñas no paren de experimentar.
Las instituciones scouts
Para acabar y obtener una visión de lo que son los scouts, hablamos con Óscar López, de 27 años. Después de haber pasado por todas las ramas, ahora coordina el grupo junto con otros dos compañeros y también está presente dentro de los equipos de Exploradores de Madrid (EdM), la federación a nivel regional a la que está adscrito el Grupo Scout 147 “La Merced”.
Su función como coordinador consiste en gestionar el grupo como se gestiona cualquier asociación. Comenta que su labor principalmente es gestionar los recursos tanto económicos como humanos del grupo, además de mantener el contacto con las diferentes instituciones tanto públicas (ayuntamiento, juntas de distrito) como a nivel federativo scout (EdM y ASDE).
Explica que a nivel nacional existen dos corrientes scouts reconocidas por la Organización Mundial de Escultismo (WOSM): ASDE y el Movimiento Scout Católico. Ambos están recogidos por la Federación Española de Escultismo. Dentro de ASDE, a la que pertenece el 147, se organizan las divisiones en función de las comunidades autónomas.
Dentro de Exploradores de Madrid, Óscar trabaja en el equipo de pedagogía, que vela por que los grupos de la federación trabajen pedagógicamente desde los valores del escultismo. «Revisamos sus programaciones anuales, de campamento. Estamos pendientes de que los grupos trabajen esos elementos que nos diferencian de cualquier otra asociación. También proponemos diferentes actividades para que los grupos trabajen diferentes ámbitos educativos a través de iniciativas como los ‘días de’ como puede ser el de la mujer… proponemos diferentes actividades a los grupos para que participen de estas iniciativas».
El pasado año, más de tres mil scouts de Madrid acamparon en Piñuécar para celebrar San Jorge (el patrón de los scouts), sin embargo, esta noticia pasó muy desapercibida para la mayoría de medios regionales. Sobre esto Óscar opina: «Los responsables dentro del movimiento son voluntarios. Aquí no hay nadie experto en marketing y por eso es difícil que se consiga darle esa visibilidad que sí que se ha trabajado mucho por tener en los últimos años. Pero es imposible que pasemos de ser invisibles a estar en los medios de la noche a la mañana. Esto es un trabajo que lleva mucho tiempo».
Hemos llegado al final. Esperemos que hayan disfrutado de este viaje a través de la realidad de los scouts y hayan conocido un poco más acerca de ellos y su modo de vida. Y la próxima vez que vean a un joven con su uniforme y su pañuelo al cuello no les vengan a la mente esos estereotipos que tanto daño les han hecho a estos jóvenes que crecen y se educan en valores tan importantes como el respeto, la convivencia sana y la generosidad.
Cuando vean alguno de estos pequeños scouts disfrutando de la naturaleza en la montaña o en cualquier parque de su ciudad, no piensen que tratarán de ayudarles a cruzar la calle para ganarse una insignia o venderle unas galletitas, simplemente piensen que están aprendiendo mientras juegan, y todo esto rodeado de muy buenos amigos.