La Biblioteca de Mujeres no pide la luna
«Si quieres participar, preséntate con una caja de cartón de medidas aproximadas 40x30x30 cm a las 10.30h en Tirso de Molina junto a la salida del Metro Duque de Alba»
La primavera ha empezado hace cuatro días, pero continúa el frío invernal. El cielo gris pronostica lluvia, lo que no impide que bajo el mismo, una quincena de mujeres –vestidas con rojas capelinas– clamen «¡Ya estamos nosotras, faltan las autoras!». No es 8M sino 24M. Tras haberse presentado en Tirso de Molina, se han reunido a mediodía en el ahora llamado Espacio Encuentro Feminista (Ribera de Curtidores, 2, Madrid), al lado de la calle Amazonas. ¿Su reivindicación? Un «espacio propio» para su «Biblioteca de Mujeres», tal y como reza una de las pancartas que cuelgan sobre los balcones de este edificio del Ayuntamiento de Madrid. Los fondos de dicha biblioteca descansan ahora en el depósito del Museo del Traje (Av. Juan de Herrera, 2, Madrid), los cuales se sirven en sala con previa solicitud.
Sobre los balcones cuelgan también dos delantales, aireados durante la primera huelga feminista en España. El color violeta –símbolo del 8M– se manifiesta en la vestimenta de estas mujeres: una boina, una parca, un fular, una bufanda o incluso unos cordones –rosas– de zapatillas deportivas. Las cajas de cartón han servido para edificar una improvisada biblioteca que más tarde el viento se encargará de echar abajo. Cada caja porta el nombre de alguna autora ausente: Almudena Grandes, Frida Kahlo, Cindy Sherman, la periodista Carmen de Burgos, Rosalía de Castro, Emily Brontë, Gloria Fuertes, Isabel Allende, Mary Wollstonecraft…
Entre las mujeres con capelinas rojas está Marisa Mediavilla, madre de la Biblioteca de Mujeres allá por 1985. Ella se encargará este 24M de ofrecer una charla, junto a su compañera Ana Domínguez, en defensa de su creación. La antesala es una performance en la escalera principal del edificio en la que dos mujeres, ataviadas de época, conversan sobre «el arte de conquistar novio». Unas instrucciones –ahora motivo de comedia– que se encuentran en algunos de los documentos de la Biblioteca de Mujeres (antes eran el corpus de la educación). Ambas acabarán entonando a Concha Piquer: «A la lima y al limón, tú no tienes quien te quiera. A la lima y al limón, te vas a quedar soltera».
¿Qué es la Biblioteca de Mujeres?
«Se creó con la finalidad de reunir, organizar, conservar y difundir el mayor número de documentos sobre las mujeres, especialmente con referencia a la historia de las españolas», cuenta Marisa Mediavilla. La colección –actualmente disponible en la Biblioteca del Museo del Traje– oscila entre los 25 y 30.000 documentos y no sólo se nutre de libros. También de revistas y tebeos femeninos como Azuzena, Florita, Lily o Sissy, «importantísimos» –según Mediavilla– para conocer los manuales de comportamiento del tardofranquismo e incluso «el proceso social de España»: de hadas y princesas a secretarias y enfermeras. La colección es además un permanente testimonio «para no olvidar lo que es el patriarcado y el androcentrismo, conocer el origen y la causa de tanta discriminación hacia las mujeres».
Actualmente la Biblioteca de Mujeres ya no pertenece a Marisa Mediavilla sino al Instituto de la Mujer (Ministerio de Sanidad). Mediavilla creó en 1985 esta biblioteca en el número 44 de la Calle Barquillo –extinta sede de movimientos feministas– para posteriormente alojarla en la sede del Consejo de la Mujer de la Comunidad de Madrid. Sin embargo, dicha sede se trasladó a otra ubicación en la que ya no había cabida para la biblioteca. En 2006 «no quedó más remedio que solicitar al Instituto de la Mujer si aceptaba la donación de la Biblioteca de Mujeres», la cual se hizo efectiva en 2007.
«Las bibliotecas de mujeres son patrimonio cultural y nuestra memoria es también memoria histórica» / Marisa Mediavilla
En 2011 todos los documentos fueron instalados en el depósito de la biblioteca del Museo del Traje (Ministerio de Cultura), tal y como rememora María Prego de Lis, bibliotecaria del mismo –desde hace más de 20 años– junto a otras dos personas. Existe además una segunda colección que la Asociación Biblioteca de Mujeres entregó al Museo del Traje durante el traslado de 2011. Dicha recopilación sigue siendo catalogada a día de hoy por una única persona desde el Centro de Documentación del Instituto de la Mujer. «Periódicamente vienen y se llevan fondos que están todavía sin integrar», afirma María Prego, quien se resigna: «No podemos hacer milagros».
«No pedimos la luna, sólo que los impuestos que pagamos reviertan también sobre nosotras; no sólo en campos de fútbol, polideportivos o plazas de toros, espacios utilizados mayoritariamente por varones. Las bibliotecas de mujeres son patrimonio cultural y nuestra memoria es también memoria histórica», reivindica Marisa Mediavilla.
Su compañera Ana Domínguez –fundadora de la segunda librería feminista en Madrid– cuenta que desde la donación de 2007 llevan reuniéndose con «las diferentes administraciones». Sin embargo, «ha dado lo mismo» qué partido político tenían delante. La ya jubilada librera comenta que casi siempre fueron recibidas por mujeres «con buenas intenciones», pero cuya «voluntad política» era posteriormente anulada por «la disciplina de partido». Considera «absurdas» las propuestas que llegan desde el Instituto de la Mujer o el Ministerio de Sanidad.
En julio de 2017, la actual ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad de España, Dolors Montserrat, consideró como objetivo de la actual legislatura encontrar una «sede adecuada y accesible». Domínguez revela que las últimas reuniones que ha tenido la Asociación Biblioteca de Mujeres han sido con la Directora General de Bibliotecas –Belén Llera– y la Directora del Instituto de la Mujer, Lucía Cerón.
De hecho, la última propuesta del Instituto de la Mujer es la de reintegrar los 25-30.000 volúmenes catalogados en su sede, sujeta a próximas obras. Una proposición que, sin embargo, han rechazado «porque lo único que puede ser eso es un depósito». Ellas quieren una biblioteca viva. «No sólo reivindicamos un espacio sino también un personal especializado feminista y recursos económicos», sentencia Mediavilla.
Una de las asistentes a la mesa en defensa de la Biblioteca de Mujeres es tajante: «Marisa no pide la luna. Está pidiendo una cosa esencial: las huellas de la historia de las mujeres».