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periodismo universitario en internet

Cuando la literatura se convierte en ocio

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El teatro de improvisación de Jamming Show en su espectáculo “La Golfa” / Juan Pérez y María Luisa Rodríguez

Después de una semana dura, por fin llega la noche del sábado. Leer a Shakespeare, a Bécquer o a Neruda, no está entre sus planes. Los colegas insisten en tomar unas cervezas en el pub indie de la esquina. Nada se sale de lo habitual hasta que entran en el local. Dentro hay una especie de recital de poesía, pero también mucha gente bebiendo. Allí lo llaman Poetry Slam Jam. Aunque no es el único evento del calendario. Los días que no riman invitan a cantautores, e incluso, a teatreros. ¿Qué sucede? ¿Y el Madrid-Barça? Bienvenido a la industria moderna del entretenimiento, es el momento de la literatura.

¿Qué entendemos por literatura?: concepto y crisis

¿Recuerda cuántos libros ha leído este último año? Los datos revelan que son menos de los que querría admitir. Según el barómetro anual del Gremio de Editores, el 40% de los españoles, no leen. Tampoco la etiqueta del champú. Si usted es uno de ellos, no se precipite y mantenga su carné de cultureta lejos de las tijeras: ni todo lo que uno lee es literatura, ni la literatura es todo lo que se lee. Repita en voz alta: «Debo ir más allá del libro». Veamos por qué.

La RAE define literatura como el«arte de la expresión verbal». Por ese motivo hoy pertenece tanto al mundo de lo escrito como de lo oral. Los cuentos y la épica del bocaorella son el ejemplo más viejo y más obvio.

Hay quienes rápidamente se declaran en estado de emergencia… ¡La literatura de sofá y lamparita no está en su mejor momento! Lo cierto es que la crisis económica tocó y, por poco, hundió el sector de la tinta sobre el papel. Muchas librerías cerraron y las que tuvieron más suerte, a duras penas, sobrevivieron. Tan sólo en 2014, murieron 912 y nacieron 226. En España pasamos de corear el pegadizo Money, money, money must be funny a desafinar canturreando Mamma mia.

Sin embargo, es de dominio público que las calamidades rara vez vienen de una en una. Y al igual que ocurrió en el bestseller de las diez plagas de Egipto, a la recesión le siguió una reforma educativa. Entró en vigor la Ley LOMCE, la fórmula parlamentaria que, entre otras cosas, rebajaría el tiempo de lectura en las aulas. Este segundo acto (huelga decir, altamente predecible) perjudicó sin remedio a la comprensión y a los hábitos lectores de los jóvenes. El panorama literario no invitaba, ni mucho menos, al optimismo nacional. Entonces, algo cambió. La literatura abandonó la estantería para volver a los bares. Lo hizo en forma de teatro, recitales, monólogos y cantautores. Los mismos gatos de siempre, empezaron a llenar antros como nunca. 

El teatro como texto vivo

¡Si el teatro está muerto, viva el teatro! No lo digo yo, lo dice Jean Cocteau en el primer manifiesto del Día Mundial de las Artes Escénicas. Pero de estas palabras ya hace más de medio siglo. ¿Cuál es la situación real del teatro en la actualidad? Los últimos románticos apuestan por un formato tan divertido como innovador: la improvisación teatral. Un teatro espontáneo donde todo lo que el público ve y lo que los actores representan se crea al momento sin ningún tipo de preparación previa, guión o ensayo. Como la vida misma, cada función es única e irrepetible.

«Estamos especializados en fomentar la creatividad», Carlos Pontini

Los garitos vieron en los aplausos una oportunidad. Y claro, no tardaron en llevárselos al terreno propio. En su interior el telón se cierra metafóricamente. El hecho es que ahora desde las barras se ven más impros que desde los patios de butacas (que también). Así es cómo el teatro comenzó a ser contagioso. Tanto, que muchos espectadores reúnen el valor para apuntarse a clases. «Estamos especializados en fomentar la creatividad», asegura Carlos Pontini, director de la sala Coolturetas. Con frecuencia, los intérpretes imparten talleres de improvisación. El éxito de las obras es tal, que es posible solicitarlas a domicilio para cenas de empresa. De nuevo, ocio y literatura.

Viernes y sábados noche, la compañía teatral Jamming, actúa en el Teatro Maravillas. A fin de entender mejor su modus operandi, así lo explican ellos: «Partiendo de títulos propuestos por el público, los actores idean una serie de improvisaciones acorde con unos estilos. Jamming lo llevamos a cabo cinco personas: cuatro actores-improvisadores y un técnico-improvisador. Creemos que su poder como espectáculo reside fundamentalmente en que se distancia del teatro convencional en su concepción, pero no en su realización. Es decir, se escribe ante el público (no convencional) pero se realiza con las herramientas de la interpretación convencional. El público contempla algo nuevo pero reconocible».

«Dedicamos más tiempo al teatro de improvisación que a nuestras novias», Juanma Díez

Charlamos con dos de los cuatro protagonistas que realizan la representación de improvisación y les preguntamos por una de las cuestiones más importantes para cualquier profesional de la actuación. «¿Cuánto tiempo le dedicáis a la preparación de los shows teniendo en cuenta que todo es improvisación?». Juanma Díez nos confiesa: «Mucho tiempo… ¡Más que con nuestras novias!».

El teatro clásico es otro puente entre el entretenimiento y la literatura. Seguramente uno más evidente, reconocido y por supuesto, conocido. A través de la voz de los protagonistas, la escenografía, el vestuario, etc, se ve y se oye una auténtica lectura. Se trata de un texto que cobra vida bajo los focos. Una de las compañías madrileñas más importantes del momento es La Joven Compañía. Este grupo de actores de corta edad han conocido la fama gracias a su capacidad de acercar un género tradicional adaptándolo a las nuevas generaciones. 

 

Poesía: Dylan y el Premio Nobel de Literatura

¿Letrista o poeta? Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando. La Academia Sueca dijo lo mismo, pero sin tirar de refranero. Y por«haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición americana de la canción», Dylan se hizo con el Nobel (una polémica solamente comparable con la del galardón de la paz).

En España no somos diferentes. Tenemos nuestro puñadito de cantautores autóctonos elevados a trovadores. La lista es interminable: empieza con Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, Aute, Krahe o Ismael Serrano y termina con Extremoduro, Xoel López, Marwan, Rozalén o El Niño de la Hipoteca. La literatura emerge de lo cotidiano y lo trasciende. ¿Para cuándo un debate igual de tremendista sobre el Nobel de Química? La pregunta la lanza Javier Bilbao para la Jot Down Magazine.

La canción de autor es poesía musicalizada. La poesía a secas es el género de moda en los muros de Facebook y Twitter, además de en los clubs hipsters (mención especial a Got Talent, cuyo último ganador fue un poeta millennial). Vamos, que los camareros ya no saben si tirar una caña o un soneto. ¿Cómo le sentaría este fenómeno literario a Lorca?

El micro está abierto. Las apuestas para acercar la poesía a la calle conquistan la oferta de ocio ciudadano. Las slams y las jams son los encuentros más demandados. La primera es una competición reglada por turnos y la segunda, una modalidad más familiar. Los poetas suben al escenario y tienen tres minutos para recitar sus versos. La participación del público, vuelve a ser clave. El buen rato está asegurado.

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Una ciudad vale lo que valen sus puntos de encuentro. Las calles están llenas de lectores que no leen, o mejor dicho: que aún no leen. El efecto llamada es inmediato. Quien mezcla entretenimiento y literatura un sábado por la noche, tal vez se sorprenda sujetando un libro el domingo por la mañana. Si todavía decimos que el mundo es puro teatro, es porque nuestras ciudades lo son. La literatura es ese cadáver exquisito que se resiste a la putrefacción.

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