Desayuno con diamantes… ¿Ultraprocesados?

Escena de Audrey Hepburn en Desayuno con Diamantes / Edición Variación XXI

•  La obesidad en niños se ha cuadruplicado desde la aparición de la publicidad infantil en España

•  «La publicidad de alimentos ultraprocesados va dirigida tanto a niños como a sus padres», asegura Patricia Núñez

La cotidianidad de la primera comida del día hace que los adultos la incluyamos en nuestros hábitos como un gesto prácticamente involuntario. Sin embargo, los niños perciben el desayuno como algo brillante, percepción que la industria alimentaria se ha empeñado en sustentar mediante diferentes eslóganes que cualquiera de nosotros seríamos capaces de reconocer. Más deslumbran todavía estos «diamantes»  cuando les apunta un foco de televisión que se encarga de mostrar la cara más apetecible de estos alimentos. Diferentes estudios ya han llegado a relacionar el consumo de ultraprocesados con un aumento significativo de posibilidades de contraer cáncer. Hablamos con nutricionistas, psicólogos y publicistas con el fin de adentrarnos en el mundo ultra de los envasados y de su capacidad de captar pequeños pero grandes clientes.

«No aceptes nada de un desconocido». A todos nos suena esa frase de la boca de alguno de nuestros padres mientras nos preparaban el desayuno, que solía consistir en un zumo con galletas y algún que otro dulce para la hora del almuerzo. Lo que en realidad no sabían – porque uno de los grandes problemas cuando nos enfrentamos a esta cuestión es el desconocimiento – es que los alimentos que nos daban quizá no eran tan buenos como la industria alimentaria se empeña en mostrarnos. Por suerte, la situación de aceptar la oferta de un desconocido no llegaba en la mayoría de casos, aunque sí que nos enfrentábamos a algo peor, el enemigo estaba en nuestra casa y tenía nombre y apellido: alimento ultraprocesado. 

Según Carlos Ríos, dietista-nutricionista y autor de la web realfooding, los productos ultraprocesados son: «preparaciones industriales comestibles elaboradas a partir de sustancias derivadas de otros alimentos». Podría parecer un tanto difícil de diferenciar a raíz de esta definición, sin embargo, añade: «realmente no tienen ningún alimento completo, sino largas listas de ingredientes. En su etiquetado es frecuente leer materias primas refinadas (harina, azúcar…) y aditivos (conservantes, potenciadores del sabor…)». Si nos detenemos a observar la lista de ingredientes de cada uno de los productos, es más que probable que más de un 70% de los mismos cumplan estas características.

Cantidad de azúcar de las Oreo en azucarillos / Manuel Martínez

Todos estos productos se aglomeran en el desayuno, comida popularmente entendida como la más importante del día, merced a la cultura del consumo de ultraprocesados instalada en nuestra sociedad. Esta consideración ha servido a las marcas para desplegar un sinfín de eslóganes dirigidos a bombardear las mentes de su público objetivo. Patricia Núñez, doctora en publicidad y directora del grupo de investigación relacionado con infancia y comunicación asegura que «debemos comprender que aunque la publicidad sea de productos infantiles también se tiene en cuenta a los padres, que son los que acaban comprando el producto».

¿La razón? Dicha publicidad no solo convence a niños, sino que incluye ciertas coletillas dirigidas hacia aquellos encargados de comprar. «Alto contenido en…», «Lo mejor para el desayuno», «Fuente de…» son frases que acompañan a algunos de los anuncios más repetidos en la parrilla televisiva. Todo esto, sumado a una escasa educación nutricional y una legislación ineficaz, da lugar a las espeluznantes cifras de obesidad o diabetes en edades tempranas en nuestro país: según la OMS – Organización Mundial de la Salud –  dos de cada diez niños españoles padecen sobrepeso y el 18% sufre de obesidad.

Otro parámetro que resulta llamativo es la relación entre los inicios de la publicidad en televisión dedicada a los niños, que data de la década de los 70, y el aumento progresivo de la obesidad infantil desde esa época. Según la OMS, en los últimos cuarenta años, esta enfermedad ha aumentado de un 3% a un 12% en niños, y de un 3% a un 8% en niñas.

Estos datos no son de extrañar, puesto que según el American Journal of Public Health, de los alimentos anunciados en la franja infantil televisiva el 71.2% son de un perfil nutricional «bajo o muy bajo». La actualidad es alarmante, puesto que los niños consumen unas 28 horas de contenidos televisivos a la semana, y reciben más de 22.000 anuncios dedicados a ellos en España.

«Aunque existe una legislación que podría ayudarnos, muchas veces puede no ser suficiente para los menores. Es decir, aunque legalmente están protegidos, psicológicamente no lo están», continúa Patricia. La publicidad infantil no está regulada, solo autocontrolada, por eso la OCU – Organización de Consumidores y Usuarios – exige que sea vinculante. En Suecia, la situación es muy diferente ya que, durante el horario infantil, no está permitida la publicidad que aluda directamente al niño y con la que pueda sentirse identificado.  «Los niños no tienen el juicio necesario para saber qué les conviene, solo lo que les gusta», concluye Patricia.

¿Qué alternativas saludables existen?

«Tanto los aditivos como los edulcorantes, azúcares añadidos, grasas vegetales, harinas refinadas…Todo esto crea una adicción que puede tener una respuesta emocional injustificada.» afirma María Merino, dietista-nutricionista y creadora de la web Comiendo con María. Sin embargo, todavía hay esperanza a la hora de hacer la compra. El camino más corto para evitar este tipo de alimentos, y que a su vez es el más fácil de enseñar a los niños, es no adquirir alimentos envasados o empaquetados y sí comprar alimentos procedentes de la huerta, en definitiva, comida real.

«Si elegimos decantarnos por algo envasado – continúa María – debemos comprobar que no contenga: más de cinco o seis ingredientes, azúcares añadidos, más de un gramo de sal por cada 100 gramos de producto y harinas o grasas refinadas». La industria alimentaria emplea diferentes procedimientos para destacar los ingredientes saludables por encima de los demás, por ello cada vez es más importante «mejorar la educación alimentaria de padres e hijos», concluye María.

Anuncio Cola Cao en canal infantil Boing / Ignacio Escribano

Por último, cabe destacar que existen los buenos procesados, que según la web Realfooding son: «alimentos reales con un procesamiento industrial o artesanal beneficioso o inocuo con respecto a sus propiedades saludables». Legumbres en bote, pescados en conserva o aceites de oliva virgen extra cumplirían algunos de estos requisitos y no supondrían un riesgo para nuestra salud. Estos alimentos «reales» no solo servirían por sus buenas cualidades sino que también desplazarían a los malos procesados de nuestra dieta.

Campañas con piel de cordero

Pocos nos atreveríamos a pensar que nuestro personaje de dibujos animados favorito sería capaz de publicitar un alimento nocivo para nuestra salud, y quizá ese sea el motivo de que la mayoría de empresas que elaboran ultraprocesados los empleen para dar una imagen inocente y casi inmaculada del producto. «La publicidad siempre es un mecanismo de persuasión, una manera de cambio del comportamiento hacia lo que se anuncia y la industria alimentaria es muy consciente de ello», nos explica Álvaro Marchesi, psicólogo especialista en educación infantil.

Campañas como las llevadas a cabo por Cola Cao o Nesquik  han logrado incrustarse en la mente de los niños, haciendo estos complementos inherentes a los desayunos de la mayor parte de la población. Las caras sonrientes son un recurso muy utilizado en este tipo de anuncios lo que, acompañado de las figuras animadas, da una sensación positiva del producto. Otras empresas, como McDonald´s, emplean los regalos como elemento de atracción: «el hecho de incluir juguetes con este tipo de alimentos llama la atención del público infantil, que en ocasiones consume ese tipo de productos únicamente por la recompensa» afirma Marchesi.

Otras marcas, emplean la estrategia de hacernos pensar que la cantidad de azúcar que contienen entra dentro de lo normal, por lo que no es tan perjudicial. De esta forma, acabamos asumiendo como viable para la dieta de los más pequeños algo tan cotidiano como dos galletas de la famosa marca Oreo, cuando, en realidad, únicamente con su consumo ya habríamos superado el máximo de azúcar diario recomendado por la OMS para un niño, 25 gramos.

En países como Chile, la ley vigente prohíbe que los alimentos contengan en su envase dibujos animados, al igual que deben llevar indicado de manera destacada su porcentaje de calorías y azúcares libres. Otra medida efectiva son los impuestos, que han provocado que en Cataluña, por ejemplo, la subida de un 15% en el precio de las bebidas azucaradas haya provocado la disminución de su consumo en un 22%.

Muchas preguntas quedan en el aire, pero sobre todo hay pendiente un desafío: el de asumir con responsabilidad una tarea tan importante como la de alimentarse correctamente y, por ende, hacer lo propio con nuestros pequeños. Cuando Desayuno con Diamantes fue escrita por Truman Capote allá por 1958, y posteriormente llevada al cine en 1961, no existía la publicidad de este tipo de alimentos en TV, ni tampoco tantos productos ultraprocesados como hoy en día. ¿Nos daba una profética pista Audrey Hepburn al desayunar frente a esos diamantes todas las mañanas?