Cuando la edad es un hándicap para trabajar
-
Víctor de la Vega tiene 52 años y lleva seis en el paro, una situación que según los expertos, provoca angustia, incertidumbre y autoculpabilidad.
-
«Me siento bastante frustrado y eso repercute en mi vida personal y entorno familiar», lamenta De la Vega.
-
Más de un millón y medio de españoles, un 8% de la población activa, padecen las consecuencias del paro de larga duración.
La angustia, la incertidumbre y la autoculpabilidad son algunas de las sensaciones que experimentan a diario más de un millón de personas. En torno al 8% de la población activa española, según Eurostat, llevan al menos un año buscando empleo sin encontrarlo. Uno de ellos es Víctor de la Vega, quien a sus 52 años ha visto caer la crisis sobre sus sueños. Lleva seis años en casa sin un horizonte claro porque se sabe que la edad cotiza a la baja cuando se trata de encontrar un puesto de trabajo , pero aún así, no pierde la esperanza.
Este licenciado en Ciencias Empresariales, con veinte años de trayectoria a sus espaldas, no deja de preguntarse por qué le ha tocado a él y cuándo finalizará este periplo de incertidumbre fruto de la aguda crisis económica que se desencadenó hace diez años y cuyas secuelas aún están latentes.
Para Víctor de la Vega, natural de Ajalvir (Madrid), la edad es un factor que pesa en su contra a la hora de firmar un contrato, además de la competencia de los jóvenes que, a su modo de ver, se especializan antes respecto a los de su generación y aceptan condiciones laborales que una persona mayor de 50 años no puede resistir ya sea bien por su edad o bien por sus necesidades personales y/o familiares.
«He tenido pocas entrevistas. En alguna de ellas pensaba que tenía posibilidades reales de quedarme pero llega el momento en el que te preguntan cuántos años tienes, con lo cual piensas que la edad es un punto negativo cuando se debería ver en el sentido opuesto. Tener edad significa tener experiencia, conocimiento y buena predisposición. En cambio, los empresarios suelen escoger a gente joven», lamenta De la Vega.
La otra cara de la moneda
Aina Pou Rodríguez, estudiante de Periodismo de 20 años, piensa que este colectivo es el que se encuentra con mayor dificultades a la hora de encontrar un primer empleo.
A falta de dos años para finalizar sus estudios en la Universidad Complutense de Madrid, Rodríguez expresa su descontento ante la situación en la que se encuentra el mundo laboral en estos momentos, el cual demanda experiencia a la hora de ofrecer un contrato, cuando este es uno de los pocos ingredientes que escasean entre los recién graduados «nadie da la oportunidad».
Aina Pou Rodríguez recuerda que lo que más le impactó de la crisis fue cómo las empresas empezaron a despedir a miles de trabajadores a marchas forzadas para cuadrar los balances sin importar los efectos devastadores que estos iban a provocar en la ciudadanía. La tasa de paro en el año 2009 superaba los cuatro millones, el doble que en el 2007.
Ayudas del Gobierno
Como tantos otros parados de larga duración, Víctor no recibe ninguna ayuda económica, ya que el subsidio por desempleo tiene un tiempo límite de dos años, pero aun así se muestra esperanzado ante la posibilidad de que el Gobierno decida adelantar de 55 a 52 la edad mínima necesaria para recibir la ayuda por desempleo.
Además, Víctor ha realizado dos cursos de formación a través del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), pero ninguno le ha sido lo suficiente últil como para reintegrarse en el mercado laboral, a día de hoy «debo decir que no me han valido para encontrar un trabajo sino para rellenar currículum», aclara.
Por eso, reclama al Gobierno que «sea más realista y reconozca que pese a la mejora de las cifras macroeconómicas, la crisis ha dejado un reguero de personas que, por su edad y sus dificultades para adaptarse a las demandas de un mercado laboral cambiante y precario, no pueden reengancharse al trabajo». .
A este respecto, pide a la administración central medidas que incentiven a las empresas la contratación de desempleados mayores de 45 años, un grupo marginado en el mercado laboral español.
Un día monótono
Su jornada comienza a las 8 a.m. Después del desayuno, Víctor se refugia en dos actividades que para él suponen un reto: el atletismo, su fuente de energía, y el inglés, un idioma que le ha costado aprender ya que requiere de mucho «esfuerzo, dedicación y afán de superación» aunque actualmente está cursando el nivel C1.
«El inglés es una terapia porque me ayuda a esforzarme, asistir a clase y a relacionarme con gente», narra Víctor de la Vega, quien confiesa que ha sufrido varios ataques de ansiedad ante lo prolongado de esta situación, la cual resume en tres emociones: «preocupación, incertidumbre y autoculpabilidad».
«Preocupación porque, dada mi edad, el horizonte para la jubilación no está muy lejano y entonces, ¿qué pensión me va a quedar? Incertidumbre porque no sé cuándo llegará el día de mi reintegración laboral. Y autoculpabilidad porque en mi último trabajo no me preocupé por buscar otra salida, como estoy haciendo ahora», hablaba Víctor entre suspiros de desesperación e impotencia
Y es que el paro de larga duración no sólo genera enfermedades psicológicas, como la depresión, sino que también deteriora las relaciones afectivas. Algunas amistades se pierden y los familiares sufren.
«Me siento bastante frustrado y eso afecta a mi vida personal y al entorno familiar. Porque aunque intento estar de buen humor, tengo días mejores y días peores. Mi humor varía bastante, en especial cuando pienso que estoy en un callejón sin salida. En ese momento, me desespero y llego a perder un poco los papeles», ha revelado sin perder un ápice de templanza.
El ordenador, herramienta indispensable para los desempleados
Pero no sólo el inglés y el deporte forman parte de su vida cotidiana. El ordenador es el compañero inseparable de Víctor, pues lo consulta cada vez que puede para comprobar si una oportunidad se amontona entre la larga lista de descartes de su correo electrónico.
La oficina virtual del SEPE, varias bolsas de trabajo online, diversos portales web con ofertas de empleo, el correo electrónico y los amigos conforman el historial del ordenador de Víctor. Son éstos últimos a los que recurre en numerosas ocasiones, consciente de la realidad a la que se enfrenta, para preguntarles si saben de alguna empresa que demande trabajadores o si conocen a alguien que pueda brindarle una oportunidad.
«Yo no me tengo que esconder. No me avergüenzo de decir que soy un parado de larga duración. Por eso, a las personas que conozco les digo: oye mira estoy en desempleo si puedo enviarte mi curriculum, si sabes de algún trabajo…», expone con entereza.
Pese a todo, no se da por vencido y propone el optimismo y el entusiasmo como antídotos contra la pasividad y la frustración que a veces le produce «chocarse contra la pared» cuando se da cuenta de que ha sido rechazado en cientos de ofertas.
Tampoco ve factible montar un negocio por su cuenta ya que es «muy complicado, requiere de una importante inversión económica, además de un buen asesoramiento». En su opinión, los poderes públicos tampoco apuestan por un emprendimiento que «no te devuelva al paro a la primera de cambio».
Asimismo, tiene palabras para los 757.000 parados de larga duración que tienen entre 45 y 59 años a los que pide que, al igual que él, traten de afrontar la realidad con energía positiva y que dejen a un lado el «yo no valgo para nada» o el «de aquí no voy a salir». Por eso, Víctor confía en que su «reenganche» al mercado laboral será «más pronto que tarde, aunque sea con jornada a tiempo parcial».
Un tema de lo más interesante y actual. Parece que la crisis económica ha pasado pero sus consecuencias todavía las sufren 3 millones de parados en España.
Reportaje bien escrito e interesante, pero la calidad del vídeo podría ser mejor.
Es increíble cómo la crisis todavía afecta a la población hasta hoy.
Una triste realidad que afecta a los mayores en todo el mundo, en brasil acontece lo mismo.
La realidad del desempleo en el país es triste. Buena suerte Víctor, espero que consiga un empleo pronto.
Muy interesante!
Me encantó