Más allá de la carrera
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Tres testimonios cuentan la realidad de embarcarse en el mercado laboral tras graduarse en la universidad
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Según el INE, la tasa de empleo de los titulados universitarios es de un 86,1%
La ilusión de iniciar la etapa universitaria no es más que un espejismo frente a la presión laboral que sufren los titulados cuando finalizan la carrera. Parecen surfear en un mar de dudas e incertidumbre, no saben lo que el destino tiene preparado para ellos una vez terminen de exponer su trabajo de fin de grado y escuchen: “¡Enhorabuena, te has graduado!”. ¿Verdaderamente están preparados para enfrentarse a la vida laboral? ¿Las empresas apuestan por un recién graduado? La vida está llena de grandes lagunas, y más cuando se trata del futuro laboral. Es como un cristal empañado que por más que lo limpies para ver más claro siempre se vuelve a empañar. En sus ojos brillan las ganas, la esperanza, la ilusión, pero también hay un lado oscuro prendido por el miedo. Generaciones de trabajadores que siguen la línea hasta la meta, jubilarse. ¿Qué futuro nos espera si las generaciones venideras que van a llevar las riendas del país no consiguen una oportunidad en su sector?
Nos pasamos toda la infancia y la adolescencia pensando qué queremos ser cuando seamos mayores, en qué nos gustaría trabajar. Durante años, nos dan charlas en el instituto de orientación profesional, asistimos a conferencias y ferias, investigamos por nuestra cuenta… Todo esto lo hacemos en menos de diez años, y llega un momento de nuestra vida en el que tenemos que ordenar nuestras aspiraciones en la vida en una lista.
A partir de ese momento, cuando envías esa lista y te comunican cuál va a ser tu próximo destino, ese que parece el definitivo, la creencia popular es que ese maremágnum de dudas profesionales se ha convertido en un estanque apacible y que con cada año que pase se irá haciendo más pequeño hasta convertirse en un charquito insignificante.
Pero esto no es así. O por lo menos ya no. La carrera universitaria no es la última estación de la línea del ferrocarril educativo, sino que es la parada en la que debes bajarte del tren y preguntarte “¿y ahora qué?” antes de subirte al siguiente.
En este momento de trasbordo hemos encontrado a tres jóvenes que se encuentran con el mundo que se abre tras la carrera universitaria, tres personas muy distintas entre sí y con aspiraciones muy diversas. Cada una con una historia diferente, pero que comparten el objetivo común de saltar al mundo profesional en su sector.
Diseñando el futuro
Ana Blanco es una joven de 27 años que el pasado septiembre finalizó la carrera de Diseño de Interiores en la Escuela Superior de Diseño de Madrid. En líneas generales, está muy contenta con su carrera y siente que se han cumplido las expectativas que tenía hacia ella aunque piensa que le han faltado algunas cosas enfocadas hacia el mundo laboral.
«Siento que ha habido muchas cosas que nos han faltado de cara al mundo profesional, de salir y decir “vale, ¿ahora qué hago?”», dice Ana. La falta de una orientación a la hora de cobrar por sus servicios es algo que ha notado bastante: «Te explican cómo es un contrato pero no si quieres llevarlo de una forma más autónoma, más freelance, que es una cosa que se lleva mucho en mi sector», señala, «Eso es algo que no te enseñan, a ponerle un precio a tu trabajo».
Durante su carrera, Ana tuvo la oportunidad de hacer prácticas en un estudio profesional, y valora esa experiencia de forma bastante positiva. «Me quedé muy contenta y muy tranquila conmigo misma porque me di cuenta de que en un estudio profesional soy capaz de desempeñar el trabajo perfectamente», explica.
En estos últimos meses, tras acabar la carrera, Ana ha mandado unos 400 portfolios a diferentes empresas de dentro y fuera de España. «Estoy contenta porque es verdad que bastante empresas me han respondido, pero la respuesta ha sido negativa por el momento actual del virus», comenta la ya graduada en Diseño de Interiores, «Me ha dado un poco de esperanza que la respuesta general que he recibido es de gente que le gusta mi perfil, incluso le parece interesante y me felicita, pero que me dicen que en este momento no pueden contratar a gente».
De forma transversal a esta labor de enviar portfolios a diferentes estudios y empresas, Ana se ha dado cuenta de que muchas veces las ofertas de trabajo para las personas recién graduadas tienen condiciones laborales pésimas y son puestos por debajo de su cualificación. «Siento que nos hacen sentir como si estuviéramos infravalorados o como si tuviéramos que aceptar ofertas de trabajo que creo que no respetan los derechos laborales de las personas», reclama bastante indignada, «Al final nos obligan a sentirnos como que tenemos dar las gracias y conformarnos con eso».
Y es que a Ana no le falta razón.
Según datos del informe de la Fundación CYD (Fundación Conocimiento y Desarrollo), España es uno de los países de la Unión Europea donde gran parte de los titulados universitarios tienen trabajos por debajo de su cualificación. En 2018, un informe del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades demostró que el 28% de los universitarios que finalizaron sus estudios en 2014 no había conseguido empleo.
Viendo que el mercado no tiene lugar ahora mismo para nuevas incorporaciones, Ana ha decidido aprovechar este tiempo para seguir formándose de forma que cuando salga, lo haga con más fuerza. «Al acabar la carrera en septiembre me apunté a un máster, pero al final se suspendió por el virus, así que estoy a la espera del curso que viene para poder hacerlo», se lamenta, «Próximamente voy a hacer un curso, aunque no es un máster, pero es a tiempo completo y dura varios meses así que no voy a poder compaginarlo con un trabajo».
El juicio interno de una recién graduada
Ikram Belali tiene 24 años y hace un año que acabó la carrera de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid. Al igual que Ana, Ikram siente que la carrera ha cumplido con sus expectativas de cara a la formación, pero que de cara al mundo profesional y las salidas laborales no lo ha hecho. «La formación es buena, lo que no es suficiente son las opciones que nos dan, no hay opciones, y las pocas que hay exigen un nivel académico excepcional que no cualquier graduado puede alcanzar», declara.
Ella comenzó unas prácticas durante su último año de carrera, pero las dejó por otras que encontró por sí misma y que estaban más cerca de sus aspiraciones laborales. Al margen de las prácticas, Ikram tenía un trabajo de fin de semana para cubrir sus gastos, pero cuando cambió de prácticas tuvo que dejarlo porque entre la carrera, las prácticas y el trabajo no tenía tiempo para conciliar con su vida personal y social. Además, las prácticas eran remuneradas así que, en un principio, no iba a echar en falta su trabajo.
«Yo creo que ya no es tan fácil encontrar trabajo como antes», comenta Ikram, «Creo que el truco es buscar unas buenas prácticas y destacar en ellas para así quedarte en la empresa». «Generalmente, al 60%-70% de los estudiantes les pasa eso; hacen prácticas y se quedan en la empresa», afirma, «Y el resto a la vieja usanza, suele echar currículums en despachos y empresas».
Sin embargo, la llegada del COVID-19 echó esta gran oportunidad por tierra.
Debido a la pandemia la empresa decidió suspender las prácticas e Ikram volvió a quedar desempleada. A pesar de la situación, decidió buscar trabajo de nuevo y echó currículums en varias empresas, pues no tuvo la posibilidad de volver a la empresa donde estaba realizando las prácticas. Actualmente está trabajando en un supermercado, y también ha comenzado este curso el Máster de Acceso a la Abogacía.
«Con la carrera a duras penas puedes ejercer en una empresa como asesora o dedicarte a las relaciones laborales, pero con el máster de acceso las posibilidades se amplían, te abre muchísimas más puertas», explica Ikram. De acuerdo con el Observatorio de Empleabilidad y Empleo Universitarios en 2017 sólo un 6,63% de los licenciados en máster no había conseguido trabajo desde la finalización de sus estudios.
En 2019, la demanda de másteres incrementó casi en un 8% respecto al anterior, sobre todo en la rama de Ciencias Sociales y Jurídicas, según un estudio de la EAE Business School.
Ahora mismo, Ikram es cajera en un supermercado, y sus aspiraciones actuales han cambiado un poco. «Estuve hablando con mi jefe sobre mis expectativas de futuro, y me aseguró que si seguía en la empresa, con la formación que yo tengo, no me sería difícil acceder a un puesto superior», afirma Ikram como una gran oportunidad. «Además, tiene bastante que ver con lo que yo he estudiado, pues sería en el departamento de recursos humanos, que es a lo que me quiero dedicar, pero desde un enfoque jurídico».
Un sueño cumplido gracias a una pandemia
Ileana Ventura es una joven enfermera de 22 años, perteneciente a la famosa generación COVID, graduada por la Universidad de Cantabria. De la misma manera que Ana e Ikram, Ileana está muy satisfecha con su carrera y la forma en la que está organizado el plan de estudios. «En mi opinión sí que ha cumplido mis expectativas, más que nada porque han sabido combinar bien la parte teórica con la práctica», explica, «No estás tres años dando teoría y en el último práctica, sino que desde segundo de carrera ya empiezas a estar en residencias, hospitales, centros de salud…».
Ella es una de esas personas que siempre ha tenido claro qué era lo que quería estudiar, y la carrera sólo ha ratificado esa vocación. «La verdad es que estoy encantada, y una vez he acabado me confirma que estaba hecha para ello», dice Ileana, «Estoy muy contenta y lo que me apetece es seguir formándome con algún máster».
Comenzó sus prácticas en segundo de carrera, y aunque al principio se sentía un poco perdida porque nunca había estado allí, a medida que fue subiendo de curso y haciendo más prácticas, principalmente en hospitales, fue cogiendo más experiencia y manejo con sus labores como futura enfermera. «Yo veo que sales preparada para llevar a los pacientes», relata Ileana, «Si entras a una planta tienes pacientes distintos, protocolos distintos, aprendes medicación nueva, procedimientos nuevos… Con lo cual siempre tienes que estar aprendiendo, pero es cierto que sales con una base que te permite coger rápido lo que tengas que aprender».
Ileana no se esperaba que sus prácticas se acabaran convirtiendo en un trabajo prematuro, situación con la que se encontraron todos aquellos estudiantes de los cursos superiores de carreras de ciencias de la salud. «Yo me graduaba en junio del año 2020, pero coincidió con la pandemia del COVID-19 y empecé a trabajar antes de graduarme», explica, «Fue cuando salió el famoso Real Decreto, el cual permitía contratar a estudiantes porque no había cómo hacer frente a la demanda sanitaria».
Se encontró compaginando este repentino trabajo a nivel ya profesional en una situación excepcional desde muchos puntos de vista con su trabajo de fin de grado. «Cuando nos dieron el título, recuerdo llevarlo un lunes y el martes ya me estaba llamando el Servicio Cántabro de Salud para empezar a trabajar», relata Ileana, «Salí en un momento en el que la demanda de profesional sanitario era altísima».
Previa a esta crisis socioeconómica y sanitaria provocada por el COVID-19, la tasa de empleo entre los titulados universitarios era de un 86,1% según la Encuesta de inserción laboral de titulados universitarios del INE de abril de 2020. De acuerdo con este informe, la rama de Ingeniería y Arquitectura tiene una tasa de 92% de empleabilidad, Ciencias de la Salud un 91,5%, Ciencias un 83,9%, Ciencias Sociales y Jurídicas un 83,6% y Artes y Humanidades un 76,3%.
Debido a la pandemia, en España el personal sanitario ha aumentado un 5%.
No obstante, y pese a tener un trabajo que se prevé estable, Ileana está cursando un Máster de Experto de Cuidados Intensivos. Además, cursar este máster le ha abierto otras puertas de forma prematura: «Como me estoy especializando en ello, cuando acabó mi contrato con la atención primaria, me llamó el hospital para trabajar en Cuidados Intensivos», explica, «Así que estoy haciendo el experto y al mismo tiempo trabajando en el mismo sitio, y está siendo una experiencia única».
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