Personas dependientes: problemas laborales y económicos
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La falta de herramientas dificulta el cuidado a los ancianos poniendo en jaque este trabajo social
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Los profesionales del cuidado dependen de voluntarios para abarcar la creciente población necesitada
Una persona que se enfrenta cada día a numerosos problemas, entre ellos la muerte, podría definir a la perfección a un trabajador social. Sin embargo, este no es el único problema, sino que cuestiones económicas o de trato en el ambiente de trabajo son otras de las cuestiones que se abordan en el día a día cuando nos referimos a estos trabajadores.
Para ser asistente social se debe pasar por un proceso de valoración del solicitante, además de ajustarse a un «perfil sociosanitario y formación específica en la aplicación del Baremo de Valoración de la Situación de Dependencia (BVD)». Es decir, no cualquier persona puede ser un asistente social, y sobre todo, no cualquier persona está dispuesta o tiene la suficiente motivación como para desempeñar esta labor.
Según la Guía Práctica sobre Dependencia que ofrece la Comunidad de Madrid, «la dependencia es el estado de carácter permanente en que se encuentran las personas que, por razones derivadas de la edad, la enfermedad o la discapacidad, precisan de la atención de otra persona o ayudas importantes para realizar las actividades básicas de la vida diaria».
No todas las personas están en la misma situación de dependencia, sino que las entidades establecen diferentes niveles para los que a cada uno asignan una determinada ayuda. Existe la dependencia moderada, que proporciona ayuda, al menos, una vez al día; la severa, donde el cuidado deberá ser más prolongada; y la gran dependencia, es decir, personas que necesitan una ayuda indispensable.
¿Y quién se encarga de estas personas en situación de dependencia?
Aquí encontraremos a trabajadores sociales y voluntarios, dirigidos por distintos estamentos políticos, cuya función es atender a personas en dichas condiciones. La gran mayoría de personas que trabajan en este sector se sienten agradecidas por la labor que realizan. Sin embargo, hay ocasiones en las que a estas personas se les niegan sus derechos básicos, entre ellos la falta de personal.
Además, el coronavirus también ha agravado mucho la situación de personas dependientes, ya que, en el caso de los más mayores, se declararon como las personas de mayor riesgo.
También es destacable el trato con la muerte, que a pesar de ser habitual, es algo que los cuidadores sufren en primera persona.
El profesional denota la falta de medios
«Han sido dos años duros (los del COVID), pero de mucho aprendizaje. Había mucho miedo al principio de la pandemia, pero había que estar ahí». Begoña Fernández, coordinadora del Área Social del Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos, relata con conciencia lo que ha sido el aumento de personas dependientes: «En nuestro día a día trabajábamos con alrededor de 100 personas y llegamos a 400 personas que venían por un plato de comida a nuestras puertas».
Según datos del INE, cerca de 13 millones de personas viven en hogares de 4 miembros y en el 42% de ellos habita una persona mayor de 65 años. Además, en el último trimestre de 2021 había 6.286 hogares en España sin ningún adulto ocupado. «Recordamos sobre todo el estrés, el no saber que hacer, el no poder ayudar lo que necesitan, el `necesito dinero para comprar mascarillas´ y no tenerlo» confesaba Begoña.
La atención a personas en situación de dependencia es un trabajo cooperativo, en el que se necesitan voluntarios y personas dispuestas a emplear su tiempo en ayudar: «Hablo de nosotros porque hablo de mi equipo. La relación entre nosotros es muy buena para crear un buen ambiente, para compenetrarnos». Unas personas voluntarias que, según la propia Begoña, salen muchas veces de las propias familias de las personas dependientes. «Un porcentaje muy alto de los voluntarios son familiares de los residentes del centro. Los voluntarios son el pilar fundamental de nuestra intervención, todos nuestros proyectos serían imposibles si no hubiera personas voluntarias».
Carmen (Madrid, 55 años), una de las personas de la limpieza de la facultad de periodismo, confiesa que alcanzó su puesto de trabajo gracias a la ayuda de una asistenta social. «Yo no pude estudiar de pequeña porque éramos 12 hermanos. He trabajado de todo: cuidando de niños cuando era joven, de ancianos de más mayor, limpiando portales y ahora aquí en las clases».
Ella es una de esas personas que, viviendo en familias numerosas, se han visto obligadas desde pequeñas a abandonar los estudios y trabajar. Carmen, además, habla con admiración de Carolina, la asistenta social que le ayudó a encontrar el trabajo: «Es una persona que está todo el día trabajando, si quieres hablar con ella te va a costar porque no para».
Trabajar con la muerte
Andrea Valentina (Venezuela 18 años), alumna del centro donde trabaja Begoña, cuenta como en las clases se hace mención a las primeras veces en las que ocurre algo; a las primeras veces que, por circunstancias del trabajo, una persona con la que has estado durante la semana, con la que has paseado, que te ha contado su vida y te ha mostrado su familia acaba falleciendo. «Todavía no lo he vivido porque estoy estudiando, pero vivir eso tiene que ser muy duro y se te tiene que quedar grabado para toda la vida».
Begoña aún recuerda la primera vez: «La primera semana cuando trabajaba en el área de psicogeriatría falleció una persona. Aún recuerdo la imagen de los familiares cuando entré a las 7 de la mañana. No se me olvidará nunca». Sin embargo, lo cierto es que la muerte es algo con lo que se trabaja en su profesión: «Se que es una palabra fea, pero te acabas acostumbrando. Es humano. La muerte forma parte del proceso de la vida».
La relación con los niños
Una parte importante del trabajo que desempeña el equipo de Begoña y de la vida de Carmen fue con niños. Hijos de familias que no pueden cuidar de ellos y que acuden a los centros de integración o comedores sociales para poder tener un futuro. Es en estos mismos centros donde se encuentran con integradores, asistentes sociales y voluntarios que durante un momento al día hacen de padres de los chavales.
Quizá con la misma cara de ilusión que tienen los niños con los que ha tratado Begoña, apela a ellos cuando se le pregunta por el mejor recuerdo de su trabajo: «Cuando vienen y les das un libro viejo que otra persona no quería y es la persona más feliz del mundo. Cuando le das unos patines y te dicen que es el mejor regalo que les han hecho nunca».
Algunos de esos niños acuden al comedor social porque «en sus casas no se pueden hacer cargo o porque en sus hogares tienen muy poco» y lo que pueden hacer los que allí trabajan es tratarles con la mayor naturalidad posible. «Recuerdo una niña que venía al comedor hace 4 o 5 años que según entraba por la puerta nos decía: `Quiero un polo´, y para ella era la mayor alegría del mundo. Venía al comedor social porque le dábamos un helado».
Según explica la propia Begoña, la fuerza para trabajar con las personas en situación de dependencia nace precisamente de ellas. Carmen admira a Carolina por su incesante trabajo. Andrea Valentina a Edurne, una de sus profesoras, por el trato que les da y por la experiencia que las aporta en las clases, y Begoña apela a los pacientes, a los niños y a los familiares como su motor incesante.
¿Cómo se distribuyen los estamentos destinados a la ayuda social?
Es necesario diferenciar entre tres estamentos políticos dentro del mundo de la dependencia, de la ayuda al domicilio, es decir, de la ayuda a los más necesitados. Cada uno de estos escalones, tiene sus propias competencias.
Entre ellos se encuentra el Estado (Presupuestos Generales del Estado), el cual se encarga de marcar las líneas maestras.
La Junta de las Comunidades tiene como función establecer los presupuestos.
Y, por último, tal y como afirma el presidente del Ayuntamiento de Quismondo José Eugenio del Castillo: «Los ayuntamientos somos quienes los ejecutamos».