Dime qué comes y te diré que alergia tienes
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Alergias alimentarias más comunes
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Causas de su incremento durante los últimos años
El número de alérgicos se ha disparado desde que los científicos Charles Richet y Paul Portier diagnosticaron el primer caso mortal de anafilaxia a comienzos del siglo XX, una reacción poco conocida que a día de hoy ya resulta habitual. En la actualidad, alrededor de 17 millones de europeos sufren algún tipo de alergia relacionada con la comida, siendo menores de 25 años unos 3,5 millones.
La etapa más frecuente para desarrollar estas alergias es la niñez. En lactantes de 0 a 2 años de edad, el huevo y la leche son los alimentos responsables del 75% de las alergias. Durante la edad de 3 a 5 años, suele aumentar este rechazo al huevo, pero también aparece la alergia al pescado y los frutos secos, mientras que la reacción a la leche suele disminuir. En cambio, cuando llegan a los 6 años de edad, desciende el número de alérgicos al huevo, pescado y leche, pero se mantiene y aumenta considerablemente la alergia a frutos secos, legumbres, cereales y frutas.
En las personas con alergias alimentarias, se produce una respuesta exagerada frente a uno o más alimentos determinados. Esto es debido al desarrollo de anticuerpos, generalmente tras un contacto previo, que, al reconocer al antígeno o alimento en cuestión, ponen en marcha una serie de reacciones inmunológicas capaces de desencadenar los síntomas típicos de la alergia. Estos generalmente se producen de forma inmediata o dentro de las primeras dos horas tras la ingesta o el contacto con el alimento. El desarrollo de una alergia depende, sin embargo, de diversos factores entre los que se incluyen la genética y la frecuencia de consumo de alimentos.
ALERGIAS MÁS COMUNES
La celiaquía es una de las enfermedades más comunes y es definida como un desorden sistémico en personas con predisposición genética, con base inmunológica causada por la ingesta de gluten, una proteína presente en distintos cereales. En ocasiones es erróneamente denominada “intolerancia al gluten”.
Esta alergia no permite ingerirlo o entrar en contacto con él debido a su reacción directa, incluso cuando todavía no ha llegado al intestino, algo muy diferente a la sensibilidad al gluten, que tan solo prohíbe su ingesta. Se han considerado posibles desencadenantes las infecciones intestinales, diabetes, intervenciones quirúrgicas, el embarazo o el estrés, ya que pueden provocar ciertas alteraciones inmunológicas.
El 30% de la población total tiene disposición genética a la enfermedad celíaca debido a que posee variantes proteicas de riesgo como la HLA-DQ2 o la HLA-DQ8, aunque solo el 1% se ve afectada en los países occidentales, principalmente Europa y Norteamérica. En España, los datos oscilan entre el 0,71% en niños y el 3,57% en adultos, mientras que en zonas como África y Asia todavía es desconocida y no se valora su presencia. Estas diferencias se deben a factores genéticos, ambientales, el consumo de trigo, la lactancia materna o el uso de antibióticos. También es cierto que su aumento se debe sobre todo al mayor conocimiento de la enfermedad y el uso de herramientas diagnósticas.
En los últimos años, el número de celíacos ha ido en aumento, de lo que se culpó a la presencia de una mayor cantidad de proteínas inmunoreactivas en las variedades modernas del trigo. En cambio, tras una investigación de cinco variedades de trigo de 120 años, se averiguó que a pesar de que la composición del gluten ha cambiado ligeramente y las variedades modernas tienen menos proteínas que las antiguas, su contenido se ha mantenido constante. Por tanto, se descarta como la causa principal, así como los productos químicos, a los que se ha culpabilizado de acelerar la maduración del trigo y modificar su tolerancia.
Uno de los factores que sí pueden provocar su aumento es la presencia cada vez mayor de los cereales y derivados en la dieta de los más pequeños. El sistema inmunológico debe aprender a distinguir lo mejor para el organismo, por lo que sí de forma precoz ya se introduce este componente en cantidades inadecuadas, puede generarse una intolerancia. Es por ello que se pide a los padres que no introduzcan grandes cantidades de pan o alimentos similares a sus hijos de forma tan temprana.
Además, el empleo de nuevas especies de trigo genéticamente modificadas para aumentar su rendimiento, facilitar su cultivo y recolección, o su resistencia a las plagas lleva a que muchas personas no sean capaces de tolerar el pan fabricado con tipos modernos de trigo. También es importante realizar una cocción y horneado adecuados de las semillas y alimentos vegetales, ya que de lo contrario, ciertas sustancias difíciles de digerir no se modifican.
Otra reacción muy común es la intolerancia a la lactosa, tanto que el 75% de la población mundial, principalmente adultos, es incapaz de digerir el principal azúcar presente en la leche. Esta puede ser temporal y suele asociarse a enfermedades del intestino delgado, pero en la mayoría de los casos es de origen genético e irreversible, aunque también es posible que derive de infecciones, quimioterapia, cirugías o antibióticos.
Esta se produce por el déficit de la enzima digestiva llamada lactasa, algo que dificulta la digestión de los alimentos que la contengan, produciendo molestias gástricas y náuseas inmediatas. Si una persona posee niveles bajos de lactasa, puede ser capaz de digerir productos lácteos, pero cuando estos llegan a un nivel muy inferior, surge dicha intolerancia. En nuestro país, más del 30% de la población la padece o al menos presenta síntomas y, en cuanto al tratamiento, la cantidad de productos lácteos a ingerir depende mucho de la progresividad de la intolerancia debido a que el déficit de lactasa varía según la persona.
Con el paso de los años se ha estudiado el aumento de personas intolerantes y los expertos aseguran que se debe principalmente a dos factores muy relacionados entre sí: la disminución del consumo de leche durante los últimos 15 años y el aumento de los productos sin lactosa debido a la mala imagen frente de los productos lácteos que ha generado el aumento de casos.
Su excesivo consumo aumentó gravemente el número de casos, lo que provocó un aumento significativo de leche sin lactosa desde 2014, alcanzando un 11% de producción a nivel global, mientras que la leche estándar se mantiene en un 0,3%. El número de intolerantes ha aumentado un 10% en Norteamérica y América Latina y un 14% en Europa, mientras Oceanía y Oriente Medio lo han hecho un 11%. Asia recogió un mínimo 7,2%.
Por otro lado está la alergia a las proteínas de la leche de vaca, algo muy excepcional en adultos que suele aparecer durante los tres primeros años de vida. La diferencia principal entre ambas es que esta alergia ocupa una reacción del sistema inmunológico, que identifica algunas proteínas de la leche como perjudiciales, lo que provoca la producción de anticuerpos de inmunoglobulina E (IgE) que la neutralizan. Además, estos no pueden consumir ningún otro producto lácteo, por lo que deben optar por alternativas como las fórmulas hipoalergénicas o a base de soja.
La leche es el primer alimento con el que el lactante se pone en contacto, lo que la convierte en la fuente de reacciones adversas durante los dos primeros años de vida. Es por ello que entre el 1-3% de los lactantes de países occidentales sufren alergia a la proteína de leche de vaca. En España, el Grupo de Trabajo para el Estudio de la Alergia Alimentaria publicó en 2001 que la incidencia de alergia a proteínas de leche de vaca era de 0,36 %, algo que la sitúa en tercer lugar por detrás de la alergia al huevo y al pescado.
ALERGIAS CON REACCIONES MÁS GRAVES
En cuanto a los cereales, se trata de una alergia muy común provocada por diferentes tipos como el trigo, centeno, cebada, avena, maíz o arroz, que no debe confundirse con la celiaquía. Es muy difícil de controlar, ya que los cereales se pueden encontrar en infinidad de productos, siendo el maíz el más frecuente y difícil de eliminar por estar presente en forma de almidón. Además, al igual que el gluten, la introducción de cereales en la dieta desde edades muy tempranas puede acarrear un notable rechazo de nuestro organismo con el paso de los años.
La alergia a la proteína del huevo es una reacción adversa que sucede cuando el organismo produce el anticuerpo IgE contra dicha sustancia. Las reacciones alérgicas son provocadas tanto por la yema como por la clara, razón por la que debe evitarse su consumo, aunque resulta difícil ya que suele estar presente en muchos alimentos, por lo que el huevo cocido puede ser un posible sustituto. También hay que prestar atención a cosméticos y medicamentos, así como utensilios de cocina que puedan contener restos.
Es la causa más frecuente de alergia alimentaria en niños. Suele aparecer antes de los 2 años de vida y desaparece durante los primeros 6 años. La prevalencia estimada oscila entre 0.5% y el 2% de la población infantil, aunque la sensibilización según pruebas cutáneas y laboratorios puede alcanzar el 5%.
La alergia al pescado es también una reacción muy frecuente en países con un consumo elevado como Japón, los países nórdicos y España, que produce síntomas inmediatos muy graves como la anafilaxia. La primera manifestación clínica puede aparecer a cualquier edad pero es más frecuente durante los dos primeros años de vida. Puede llegar a desaparecer pero es frecuente que persista, especialmente en la edad adulta, con una frecuencia del 12-14%. Por ello, se recomienda el consumo de alimentos ricos en Omega 3, aceite de oliva, nueces, aceite de cáñamo y colza.
La alergia al marisco es una respuesta anormal del sistema inmunitario a las proteínas presentes en crustáceos y moluscos, cuyos síntomas pueden abarcar desde picazón, congestión nasal y mareos hasta vómitos y anafilaxia. Son el tercer alimento que mayor número de alergias producen en la población adulta, etapa en la que suele persistir y es más frecuente en mujeres, con una menor incidencia en la infancia. En los últimos años, su introducción generalizada en la dieta ha producido un aumento del 8% de reacciones adversas.
Por su parte, los frutos secos poseen una elevada alergenicidad y estabilidad frente al calor y los procesos digestivos, lo que implica que con frecuencia las reacciones sean intensas e inmediatas. Estas van del el goteo nasal y erupciones hasta dificultad para respirar, inflamación y pérdida del conocimiento. Es una de las alergias alimentarias más frecuentes, aunque su prevalencia varía en función de la edad y la zona geográfica. Las encuestas alimentarias muestran que la prevalencia de alergia a los frutos secos se sitúa cerca del 1% de la población, con un 73% casos de alergia en España.
AUMENTO DE LAS ALERGIAS ALIMENTARIAS CON EL PASO DE LOS AÑOS
Pero los humanos llevan milenios comiendo leche, fruta, huevos y frutos secos. Por tanto, ¿qué está pasando? Es cierto que existe un mayor conocimiento y diagnóstico sobre las alergias, lo que saca a la luz más casos, pero este llamativo aumento tiene varias razones. Las teorías para explicar este incremento difieren, pero una idea se repite: los cambios en el estilo de vida. En España se estima que cerca de dos millones de personas son alérgicas a algún alimento.
Por otro lado, la contaminación ambiental tampoco ayuda, porque estimula la respuesta alérgica en general y hace que el sistema inmune sea más sensible. Los investigadores también están interesados en lo que sucede en el embarazo y durante los primeros días de vida del bebé. Por ejemplo, cómo afecta el hecho de que haya más nacimientos por cesárea, dado que esos bebés no atraviesan el canal de parto, lleno de bacterias protectoras de la madre.
Según el II Observatorio Mediterránea del Comedor Escolar, uno de cada 10 niños en edad escolar presenta alguna alergia alimentaria, un 3% más que en 2019. Además, un 9,48% tiene al menos una alergia alimentaria identificada en el comedor de su centro escolar, un aumento que se ha producido especialmente en ciudades o medios urbanos de países con buen nivel socioeconómico. La hipótesis más barajada es la teoría de la higiene, que sostiene que el sistema inmune actúa de forma incorrecta en muchas ocasiones. Esto se debe a que ciertos alimentos provocan reacciones en forma de alergias debido a una respuesta adversa del sistema inmunitario, que puede repetirse con nuevos síntomas si el niño ingiere de nuevo el alimento.
Esto sucede por la extrema protección del sistema inmunológico infantil, que con la actual alteración de numerosos alimentos y derivados ha generado respuestas desajustadas ante la ingesta de determinados componentes. Varios expertos aseguran que esto también puede deberse al auge de las vacunas, que poseen la desventaja de provocar inflamación en el organismo en respuesta a ciertos alimentos.
La dieta es un factor de vital importancia para frenar este tipo de alergias en los niños, ya que se debe incluir un porcentaje superior al 70% de vegetales: frutas, verduras, legumbres y cereales integrales. Así, la composición de la microbiota intestinal, conocida hace años como flora bacteriana, logre proteger al organismo de estas reacciones alérgicas.
Una vez que un niño desarrolla una alergia a un determinado alimento o componente, esta no tiene por qué mantenerse de por vida. Es el caso de la leche, una de las alergias infantiles más comunes pero que, a su vez, es de las que más se corrige hasta en un 80% de los casos. Para evitar que la alergia llegue a más, una buena herramienta para su desarrollo es evitar su consumo excesivo, recomendando el consumo de leche materna y siguiendo las indicaciones del pediatra.
Pero esto no ocurre solo en niños, ya que se ha experimentado un incremento de los casos no diagnosticados en varios adultos durante la época navideña, especialmente a causa de un mayor consumo de alimentos alergénicos como el pescado, el marisco o los frutos secos. La alergia a la proteína de soja también es una de las que más ha aumentado en los últimos años, ya que se incluye como ingrediente en numerosos productos alimenticios transformados: productos horneados, atún enlatado, los cereales, las galletas, las fórmulas infantiles, las salsas y las sopas, entre otros.
Los expertos son claros, al igual que ocurre con el gluten, el consumo excesivo de ciertos alimentos y/o productos en edades tempranas acarrea problemas en un futuro, ya que nuestro sistema inmunológico es el encargado de decidir qué es capaz de tolerar nuestro organismo, por lo que no se debe introducir de forma tan excesiva y temprana ciertos alimentos. Estas cantidades inadecuadas pueden generar una intolerancia que, en ocasiones, resulta irreversible.
Lo mismo ocurre con el consumo generalizado de productos sin lactosa, sin gluten o sin ciertos componentes a los que realmente nuestro cuerpo no rechaza por considerarlos más sanos o fiables, cuando en realidad estamos provocando que nuestro sistema inmunológico se acostumbre a dicha ingesta y a la hora de volver a productos tradicionales, se genere una reacción alérgica.
Por el momento, el único tratamiento probado y eficaz para mantener a raya las alergias consiste en llevar una dieta exenta de aquellos alimentos que provoquen reacción en nuestro organismo, sin olvidar que existen numerosos productos en el mercado que los incluyen entre sus ingredientes. Pero lo más importante no es convivir con ellas, sino evitar que su aumento continúe, por lo que debemos ser conscientes del peligro que supone jugar así con nuestro sistema inmunológico. Es hora de aprender a comer, tanto en calidad como en cantidad.
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Muy curioso. De momento me salvo de todas! Seria interesante que, desde que somos jóvenes, aprendiéramos sobre estos aspectos en el colegio. Al final, el desconocimiento sobre la alimentación puede terminar creando estas alergias. Gracias por compartirlo.
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Muy interesante; y es curioso el aumento de personas que tienen alergias a ciertos tipos de alimentos en la actualidad.
Una exposición de motivos bien planteada sobre las alergias, bien es cierto que ahora hay más que antes por muchas causas , la naturaleza es sabia.
Muy interesante y bien explicado, yo tengo amigas que tienen niños con ese tipo de alergias.