El fenómeno selfie

Hacerse un selfie está de moda. Como en su día lo estuvieron Alaska y los Pegamoides, o los chándales noventeros de El Príncipe de Bel-Air. Ya nadie puede salir a la calle sin ver a cientos de personas haciéndose fotos a sí mismos.

Hace poco tiempo llegaba a nosotros una nueva palabreja: selfie. ¿Es un nuevo invento? ¿La última moda en nuestros imitadísimos Estados Unidos? ¿Una nave espacial? Nada de eso. A estas alturas todo el mundo sabrá que un selfie es una autofoto de toda la vida. De hecho si pones selfie en Google lo primero que sale es la palabra autofoto en Wikipedia.

Se sabe que lo retro y lo vintage están en boga de nuevo, y así una moda tan antigua como hacerse una foto a uno mismo es ahora la mejor prueba de tu popularidad. Pero si es tan antiguo, ¿cómo es que nadie había oído hablar de selfies hasta ahora?

Selfie en el espacio/ Unocero.com

La primera vez que se usó la palabra fue en un foro australiano en Internet, el 13 de septiembre de 2002. A nosotros la palabra nos llegó hace menos. Empezamos a notar su existencia porque los diccionarios Oxford la eligieron como palabra del año 2013. Y claro, empezó a salir en los telediarios y se pasó de la famosa foto Facebook (o foto Tuenti para los rezagados) a selfie.

Pocos sabrán que el primer selfie de nuestra historia se realizó en 1839 a manos de un fotógrafo llamado Robert Cornelius.  Para 1900 el autorretrato ya estaba de moda. Muchas personas no solo se tomaban fotografías a sí mismos sino que lo hacían frente a un espejo, una práctica que ha estado también muy de moda sobre todo entre los jóvenes (foto baño) y de la que ahora reniegan.

Si nos centramos en las personas que más selfies se toman está claro que los jóvenes son los ganadores absolutos. La primera autofoto que se tomó un adolescente vino de la mano de la duquesa  rusa  Anastasia Nikolàyevna que se hizo una fotografía frente al espejo con tan solo 13 años. Una auténtica precursora de lo que estaría por llegar un siglo después.

Lejos de lo que mucha gente cree, estas fotografías no surgen en el todopoderoso Facebook, sino  en MySpace. Para bien o para mal esta red social popularizó las fotografías en un cuarto de baño, las cuales todos nos hemos hecho alguna vez.

¿Por qué los jóvenes tienen esa necesidad de compartir sus fotos mediante la tecnología? ¿Es una prueba de la frivolidad de esta generación o habría ocurrido en el pasado de disponer de los medios? ¿Qué pensaríamos si viésemos selfies de nuestros padres con nuestra edad?

Claro que se habla de frivolidad y superficialidad cuando son personas corrientes, pero cuando los hacen los famosos o los líderes políticos la cosa cambia.

Hace no demasiados años, la única forma de conocer parte de la vida íntima de las personas famosas era a través de entrevistas a fondo, a las que sólo unos pocos medios exclusivos podían tener acceso.

Obama y David Ortiz/ mashable.com

Si una celebridad confesaba haber mantenido un affaire, insinuaba ciertas adicciones, o sencillamente comentaba pequeños detalles rutinarios comunes al resto de la humanidad…, rápidamente esa entrevista pasaba a ser vox populi y la gente corría a los quioscos a comprar tal o cual medio para no perderse ningún detalle. Resultaba que las estrellas o los políticos, también tenían sus pequeños vicios.

Lo que sucedía es que, al menos por un tiempo, esas personalidades, que parecían vivir en una torre de marfil fuera de este planeta, pasaban a ser más humanos.

Pero las redes sociales han venido ejerciendo una influencia por igual en todos los estratos de esta sociedad. Tan fácil es descubrir cuál fue la última party hard a la  que acudió Rihanna, como saber qué cenó el clásico conocido adicto a las redes que todos tenemos.

Miley Cyrius en concierto/ instagram.com

Ya no se trata de mostrar lo que ocurre a nuestro alrededor en cualquier momento, sino de mostrarse a uno mismo como algo primordial, casi indistintamente del contexto. Por ejemplo, Miley Cyrus se centra más en grabarse a sí misma en cada actuación que da, que en prestar atención a las cientos de personas que han acudido a escucharla. Eso lleva a preguntarse: ¿serán los selfies la expresión más exagerada del egocentrismo?, ¿o quizá una estrategia de marketing más que estudiada?

Probablemente una cosa sea consecuencia de la otra. Puede que, sencillamente, unos cuantos hayan sabido sacar pingües beneficios del exceso de soberbia.

Por otra parte, y como era de esperar, esa ansia de llamar la atención ha llevado a una brutal competición entre los populares a ser el top influencer de Instagram, Vine o Twitter. Llevado al extremo, hoy por hoy, si un personaje famoso no tiene redes sociales (selfies incluidas, claro), no existe. O no existe tanto como el que se auto-dedica unas cuantas sesiones a sí mismo.

Un selfie para la historia

Selfie en la 86ª gala de los Óscar/ lotssports.com

Pero sin ninguna duda, la fiebre de los selfies llegó a su máximo apogeo el pasado 2 de marzo de este mismo año, durante la 86ª gala de los Premios Óscar. La autofoto que Ellen Degeneres sacó con unos cuantos actores nominados ha alcanzado el febril precio de casi mil millones de dólares.  Evidentemente, este gesto no fue una graciosa genialidad de la presentadora, sino de una campaña de publicidad de Samsung, marca del móvil que inmortalizó ese (¿histórico?) momento, y que vieron más de 43 millones de personas. Por cierto, ¿estará relacionada la ausencia de Leonardo DiCaprio en ese famoso selfie con su gafe en los Óscar? Dejamos esto para otro reportaje.