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Póquer: el mayor peligro entre la ludopatía

Cuando el negro de la noche cubre la ciudad, la luz empieza a trabajar de verdad. Es la encargada, a través de las farolas, de guiarnos hasta nuestro destino para protegernos de las sombras y sus peligros. Al igual que hacían las estrellas en la antigüedad con los pastores y marineros. Ya desde el antiguo Egipto la luz ha estado cargada de un importante sentido espiritual: vida, liberación, prosperidad, salvación, felicidad y éxito. Es aquella capaz de acompañarnos en las largas noches de estudio a la vez que nos permite ver la cara de un ser querido a través de un ordenador a miles de kilómetros. Con la llegada de los tiempos modernos, las distintas funciones que ha desempañado esta brillante compañera no han dejado de crecer. Tanto, que hasta su eterno enemigo, la oscuridad, ha sabido jugar con sus pequeñas debilidades. Debilidades, que en algunos casos dejan ver los cuatro palos que forman la baraja inglesa de póquer.

El famoso juego de origen francés ha encontrado en la noche a su principal aliado. A pesar de ello, los colores rojo y negro brillan como monedas de oro gracias a las pequeñas lámparas que cubren sus tapetes. Con tal fuerza de atracción, que miles de personas acuden a diario en nuestro país ante su llamada. Según la Dirección General de Ordenación del Juego de España (DGOJE) la cantidad apostada en el último año ascendió hasta la friolera cifra de 584.912.759€ con una predicción de aumento en 2016. Un gran beneficio para el estado y serio problema para los ciudadanos. Pero esta cifra, quizás, no sea lo más importante.

 

En el póquer se puede perder algo más que dinero: familia, amigos o incluso uno mismo

En el póquer se puede perder algo más que dinero: familia, amigos o incluso uno mismo / Defensor del pueblo

Quince meses de superación

Tras este desencadenante se encuentran las personas, familias y vecinos que sufren los verdaderos estragos de esta alarmante cantidad de dinero, la ludopatía. Una enfermedad a la que se enfrentan diversas asociaciones sin ánimo de lucro día a día, como es el caso de APAL (Asociación para la prevención y ayuda al ludópata en Madrid). Desde allí, su presidente Victoriano Dolado Rubio atendió a Variación XXI. Pone su granito de arena para que sus pacientes consigan dejar atrás lo que el superó hace ya ocho años. “Tras más de veinte años con problemas con el juego, mi mujer me pilló y me obligó a buscar ayuda” nos cuenta este trabajador en paro de mirada tajante. Su proceso de rehabilitación no se detuvo ahí, y tras olvidar el juego continuó como voluntario hasta ascender a la presidencia de APAL. Gracias a su labor y la del resto del equipo (monitores, psicólogos y voluntarios) esta asociación asegura poder dar el alta al ludópata en quince meses por cuarenta euros al mes, “si cumple con los pasos como se le ordena” asegura su presidente. Victoriano lamenta que los “socios” -tal y como llama a los que acuden a visitarle- tengan que pagar esta cuota, pero las nulas ayudas del estado han obligado llegar a tal extremo.

Desde profesores hasta abogados han pasado por las manos de nuestro protagonista. Y es que, la ludopatía no entiende de clases. “Yo me enganché por aburrimiento. Trabajaba por las mañanas y tenía las tarde libres sin saber que hacer” confiesa Victoriano. Pero hay muchas causas que atraen al jugador: el estrés, la necesidad económica, el sentirse superior a los demás, etc. De todas ellas, se aprovechan los distintos clubes ilegales de póquer que se encuentran escondidos por la ciudad de Madrid y que acogen partidas de importantes cantidades económicas con gran atracción, tanto para el jugador inicial como el experto. Pisos, naves y chalets que se amparan en los vacíos legales de la ley como club social a pesar de sus irregularidades.

Uno de ellos,  situado en la avenida Menéndez Pelayo, sufrió el pasado Mayo de 2015 la mayor intervención policial en la historia de España. Se hacía conocer como La Perla. Un soportal de poco más de trescientos metros cuadrados donde, tras varios meses de investigación, las fuerzas del orden desmantelaron a más de cuarenta jugadores en el momento de la operación, además de las personas encargadas del club. Durante los siguientes meses, otros cuatro clubes fueron intervenidos hasta que con la llegada del 2016 este impulso encontró un descanso. Braulio Bies Natocar, presente en el momento de la intervención en La Perla cuenta a Variación XXI que las causas de este proceso se debió a su prepotencia. “Acudían a los casinos con camisetas del club para hacer publicidad y se daban demasiada voz en las redes sociales” dice este joven  de unos veinte años de edad. Braulio recuerda a la perfección el momento de su detención: “Había policías de paisano infiltrados en el club, nos pidieron la documentación rápidamente y tras varias horas de interrogatorio nos dejaron marchar avisándonos de la que nos podía caer. Alrededor de cinco mil euros puede ser la sanción”. A pesar de ello, nos asegura que seguirá jugando al póquer ya que existen muchos más clubes en la ciudad de Madrid sin intervenir. No quiere dar nombres ni los lugares donde se producen, pues no quiere que le vuelva a pasar lo mismo. “A los casinos les interesa que existan estos clubs, pues su entrada más barata permite que el jugador se aficione y consiga más beneficios para los torneos que ellos organizan. Y que son mucho más caros, claro está” resigna nuestro entrevistado.

Menéndez Pelayo 81, lugar donde organizaba sus partidas de póquer el club La Perla

Menéndez Pelayo 81, lugar donde organizaba sus partidas de póquer el club La Perla / Álvaro González

Aunque destaca la magnitud de la operación, el gobierno apenas ha informado sobre ella pasada ya dos años, olvidando sus promesas. Y es que, la gran cantidad de dinero que recogen las arcas del estado mediante el juego, y dentro de ello el póquer, permite que sea su niña bonita. Tampoco los medios de comunicación han indagado más allá del mero hecho de informar a los ciudadanos cuando se produjo la acción. Desde la revista Sector, especializada en el juego, su director José Ignacio Ferrer insiste que todas las ilegalidades que ocurren en el sector son cubiertas por ellos. “O al menos de las que tenemos constancia” contextualiza. Aunque sí que lo hace de una manera escasa, esta revista destaca más por la publicidad a casinos y casas de apuestas, dejando duros artículos de opinión contra aquellos que critican el juego y sus dirigentes.

Un campeón ni se compra ni se vende

Y es que a pesar de que muchos clubes sí que siguen un control estricto en su entrada y en el juego por miedo a represalias y chivatazos, muchos de ellos utilizan la inocencia y ansia de los jugadores para obtener su dinero. Jugadores contratados por el club, crupieres con señas o cartas marcadas son las triquiñuelas que gastan. Por eso, el actual campeón del Circuito de España de Póquer (CEP), David Sierra Merino, recomienda evitar este tipo de sitios. “En un club donde no hay seguridad y las cartas no están controladas te expones a que esto suceda” alerta el flamante campeón. Apenas veintitrés años de edad son los que luce este residente de nuestra capital con orígenes en Talavera de la Reina. Asegura siempre haber avisado a sus padres de su juego, a pesar de haberle costado más de una discusión, y se siente un privilegiado de su situación pues “solo un diez por ciento de los jugadores de póquer tienen ganancias” nos informa sin presumir. Pero incluso los casinos tienen sus peligros, pues estos permiten frecuentar a prestamistas por las partidas para que el flujo de capital continúe y ningún jugador tema quedarse sin dinero. David, continua alertando de las trampas que se encuentra en este juego: “Incluso en internet, cuando juegas online, el jugador que tiene experiencia sabe que varias cuentas en una página web son manejadas por la misma persona (algo ilegal) por sus movimientos y su estrategia. Algo muy difícil para un novato”. Muchas personas han visto en él el reflejo donde mirarse para obtener dinero fácil, pero asegura que aquellos que anteponen el dinero al juego son los primeros en caer.

David Sierra en uno de los torneos de cirucito de póquer español

David Sierra en uno de los torneos de cirucito de póquer español / Álvaro González

Como campeón de España, David debe cuidar sus movimientos tanto en casinos como en clubes (que apenas ha visitado) por su fama dentro del mundillo. “Muchos me han querido utilizar como gancho para atraer a gente a sus torneos y obtener beneficios a mi costa, pero yo no necesito aprovecharme del otro noventa por cierto de jugadores”. Pero aunque su crecimiento en el mundo del póquer es nacional, sigue siendo desconocido para mucho de los jugadores que visitan los casinos de Madrid. Así, estos le han propuesto trabajar para ellos ante la oleada de turistas. “Uno de ellos me propuso trabajar a sueldo para recuperar el dinero y quitárselo a los jugadores que se encuentran allí, pero obviamente dije que no porque yo no me dedico a desmantelar a la gente” responde con contundencia el jugador profesional.

Quien sí aceptó una oferta en un club de póquer en Toledo fue Felipe Jiménez, quién a sus veinticinco años de edad ha conocido muchas partidas. “En este mundo del póquer los que frecuentamos estos establecimientos nos acabamos conociendo. Uno de estos conocidos me ofreció el puesto y yo lo acepté”. Felipe nos relata cómo es su trabajo allí, desde ser crupier hasta leader pasando por camarero si el cliente lo necesita. Un trabajo que por supuesto es ilegal, sin contrato y con sueldo en negro, pues todas las huellas que pueda evitar serán beneficiosas para el club.

Claros son los ejemplos que confirman que no hay clase económica ni social que respete el póquer. Jóvenes, solteros, divorciados, padres de familia o jubilados no escapan de esta presa que ve como sus pezuñas crecen a pasos agigantados. Pocos son los que consiguen la gloria a través de las cartas y muchos los que se quedan hundidos mientras no encuentren una solución en manos ajenas. El póquer es un juego que como tal debe ser una diversión y no una obsesión. El dinero es la menor pérdida que uno puede encontrar en él si no hay regulación, aprovechando esta ocasión los más avispados. Familia, amigos e incluso la cabeza pueden ser las mayores apuestas que uno puede perder bajo estas pequeñas luces.

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