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periodismo universitario en internet

Los ojos de la guerra

Gervasio Sánchez, nuestros ojos en la guerra

Gervasio Sánchez durante una de sus coberturas. (Fotografía de archivo)

  • Sesenta y tres conflictos se libran en el mundo en este mismo instante. Miles de periodistas se desviven desde el terreno de cada uno de sus rincones para contarlo

  • Ni la valentía ni el esfuerzo que exprimen en cada conflicto se valoran y se protegen con la magnitud que debería hacerse

La falta de respaldo, las precarias condiciones económicas y la negativa de los medios de financiar corresponsalías hablan de una realidad compleja que no da lugar a la esperanza.

Las nuevas tecnologías han puesto la información al alcance de casi cualquier mano. Tenemos noción de todo cuanto sucede en el planeta de manera casi instantánea, como si todos nosotros, ciudadanos, fuésemos una especie de Gran Hermano con potestad de mirar a través de mil ojos. Sin embargo, ¿somos conscientes del precio que eso conlleva? Son muchos los periodistas freelance, como Antonio Pampliega (Madrid, 1982), los que han confesado que la mayoría de los medios españoles llegaron a ofrecerles, en su tiempo de coberturas en zonas como Afganistán publicar sus crónicas desde el terreno en sus páginas sin recibir ningún tipo de retribución económica y «a cambio de promoción personal». «Mi padre me decía que yo no tenía un trabajo, sino un hobby demasiado caro», dice. Como redactor autónomo, Pampliega corría entonces con todos los gastos del viaje. Fixers, transporte, alojamiento… Si los medios se negaban a pagarle por su trabajo o lo hacían de un modo irrisorio, ¿cómo iba su cobertura a ser rentable?

Un testimonio compartido por el también reportero de guerra Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959), quien trabajó de camarero hasta los 31 años para poder pagarse sus viajes a conflictos extranjeros. «Si la situación entonces era complicada, ahora lo es mucho más» , dice. Su principal vía de ingresos no se sustenta ni siquiera ahora, treinta años más tarde, y con una larga estela de galardones a sus espaldas en el ámbito del periodismo, como lo son sus exposiciones, los derechos de autor o sus libros. La situación es demoledora.

 

Son pocos los medios de comunicación españoles que, tras la crisis del papel, mantienen sus corresponsalías en las zonas más calientes (o más interesantes desde un punto de vista informativo) como parte de su plan de cobertura global. La estructura e inversión de los que sí lo hacen no es, ni de lejos, comparable con lo que fue. En los últimos tiempos, ha cobrado protagonismo la figura del «enviado especial»; ese periodista que acude a cubrir una zona determinada una noticia considerada relevante para la opinión pública durante el tiempo que dura, como sustitución. Sin embargo, la mayoría de los que han dedicado o dedican sus vidas a contar la realidad de lugares complejos se oponen a esta práctica. Para informar de una zona, replican, «hay que conocerla bien, estar integrado en la sociedad».

Es precisamente esa comprometida realidad económica de los medios de comunicación la que les obliga a perseguir el abaratamiento de costes que, de alguna manera, ha legitimado la práctica abusiva de las grandes hacia los reporteros autónomos en las últimas décadas. Según el informe elaborado por la corresponsal freelance para Eldiario.es en Londres, Cristina Puerta, el pasado mes de junio el precio medio que pagan los medios españoles por artículos en web oscila los 50 euros. Una cifra que se encuentra muy por debajo de las cuantías que se conocen de medios extranjeros, como el británico The Guardian que, según las cifras de Radio Cable, paga alrededor de 400 euros por una sola pieza.

 

Precariedad y riesgo

El complejo panorama al que se enfrentan los reporteros tiene forma de estrella. Goza de muchos picos -conformados por cada uno de los asuntos que necesitan ser solventados para dignificar la profesión -que se unen y dan forma a un monstruo que, hoy en día, es gigante. La precariedad es uno, el riesgo al que los reporteros se enfrentan sin ningún tipo de compensación -como podría ser un más de peligrosidad- otro.

En el año 2020, fueron 49 los periodistas asesinados por realizar su trabajo, según el balance anual de Reporteros sin Fronteras (RSF) , siendo México, con 8, el país con el porcentaje de muertes más alto. En lo que va del 2021, la cifra se sitúa en 37. Las cifras hablan de una libertad en jaque. Hoy en día, 347 periodistas permanecen encarcelados en el mundo. La labor que persigue el organismo autor de esta clasificación es, en palabras de su presidente honorífico, Alfonso Armada, la de «preservar la libertad de prensa como un bien imprescindible para que un país sea considerado democrático y proteger el trabajo de periodistas amenazados precisamente por informar y tratar de contar la verdad ».

Relación de periodistas encarcelados y asesinados en el mundo

Relación de periodistas asesinados y encarcelados durante 2021 (Fuente: Reporteros sin Fronteras)

En España, teniendo en cuenta que el país se ubica en el puesto número 29 del mundo en cuestiones de libertad de prensa, las cifras son muy preocupantes. Desde el año 1980 doce periodistas españoles han muerto ejerciendo su trabajo desde zonas calientes del globo. Entre ellos, Miguel Gil, íntimo amigo de Gervasio Sánchez, que fue emboscado en Sierra Leona en el año 2000. «Ese día Miguel me invitó a ir con él», cuenta Gervasio. Tuvo suerte. El muerto podría haber sido él.

 

Matar al recadero

El 19 de noviembre del año 2001, el periodista Julio Fuentes fue asesinado durante una emboscada al autobús en el que viajaba en Kabul mientras cubría la guerra de Afganistán. Dos días más tarde, el también periodista y amigo, Manu Leguineche, le dedicaba una columna en El Mundo. La tituló «Siguen matando al recadero» como crítica a la injusticia que suponen los crímenes a periodistas por el simple hecho de serlo. La rabia de los vencidos. En este sentido, la primera guerra del siglo XXI se parece a las del XIX y el XX. «Siguen matando al recadero. Cuidado con los finales, decía un viejo amigo, corresponsal del Corriere, Egisto Corradi, veterano de la II Guerra Mundial, crees que estás a salvo y el peligro acecha más que nunca en medio del caos. Es como cuando estás a punto de llegar en coche a tu destino. Cui- dado otra vez, nada de confianzas. Es el momento más delicado» , comienza el escrito.

Es una de todas las idiosincrasias de la profesión: la de correr un riesgo que no te pertenece. «Cada vez es más complicado que tus ojos sean los ojos de la sociedad», sostiene José Antonio Guardiola, reportero de TVE.

 

Un aprendizaje que no se adquiere en las aulas

A diferencia de otro tipo de especializaciones, como la política, la económica o la deportiva, la del periodismo de guerra no es una opción en los planes de estudio de periodismo en la actualidad. Una condición que complica, todavía más, la introducción en el mundo de los futuros profesionales. ¿Cómo es posible aprender aquello que no se explica ni se toca?

Alfonso Bauluz, jefe de la sección Internacional de la Agencia Efe y profesor del departamento de Periodismo y Comunicación Global de la Universidad Complutense de Madrid, sostiene que sería buena idea ofrecer a los estudiantes la posibilidad de cursar una optativa que tratase el periodismo de conflicto «igual que la hay de periodismo deportivo». «Hablamos de conflictos entre seres humanos y enfrentamientos, algo que existe desde hace muchos años y pone a prueba todas las destrezas y todas las capacidades del periodista y su resistencia psicológica, que también es una parte importante».

 

Alfonso Bauluz, la voz de la experiencia

Alfonso Bauluz, periodista y profesor en la UCM

Bauluz, que hace hincapié en la importancia de conocer a fondo la realidad de los conflictos que se pretenden cubrir, refleja que si se quiere saber lo que le pasa a la gente, si se quieren tomar decisiones en una sociedad democrática, «es imprescindible que se pueda informar lo más libremente posible» y que, por supuesto, de la misma manera lo es que «los periodistas que ejercen su trabajo en lugares donde hay dictaduras infames no sean víctimas de encarcelamientos, torturas, asesinatos, secuestros , extorsiones, incluso en sociedades democráticas que también existen las amenazas y los asesinatos».

 

 

Desprotección institucional y falta de reconocimiento

La gran desprotección, que organismos como Reporteros Sin Fronteras (RSF) intentan combatir con iniciativas como el chaleco digital, y la falta de reconocimiento de la labor de quienes se juegan la vida por contarlo, son otras dos aristas de la estrella que dibuja hoy el periodismo de conflicto. «Hoy de nuevo seremos nosotros y nuestro trabajo, necesarios, imprescindibles, la voz de los sin voz… Lo que se le ocurra al pedante de guardia. Mañana volveremos a morir en otra puta selva, desierto, carretera… En otro lugar sin nombre. Solos, asustados, en silencio» espetó en redes sociales Manu Brabo, periodista de conflictos secuestrado en Libia en el año 2011, el día que conoció el asesinato de David Beriain y Roberto Fraile en Burkina Faso el pasado 27 de abril. El reflejo de una realidad que asusta.

El pasado mes de octubre, Angelines Amatriain, madre de David Beriain, conversó con Aimar Bretos para Hora 25, el programa de la Cadena SER que dirige desde la marcha de Pepa Bueno. «Necesito saber qué le paso a mi hijo» , comenzó la progenitora. «Desgraciadamente no sabemos nada. Y a mí me gustaría que si me está escuchando alguien de la Audiencia Nacional quiero que sepan que después de seis meses no sé nada. Es un país muy complicado, posiblemente acabaremos sin saber nada. No sabemos si en ese ataque ya los mataron, si secuestraron primero a Roberto, si los remataron, etc. No sabemos absolutamente nada, está bajo secreto de sumario. A mí me pesa esto muchísimo como madre.Me prometieron que lo vería y nada. Cuando llegó a Madrid ya me dijeron que me olvidara. No quiero nada, no quiero una explicación judicial, quiero saber qué pasó, quiero cerrar eso como sea », concluyó visiblemente emocionada.

Una vocación que puede con todo

Lo suyo es vocacional, tiene que serlo. «Con catorce años decidí que quería ser periodista, me gustaba leer y me gustaba mucho coleccionar sellos. Los sellos me llevaban a las capitales del mundo, me las memoricé todas y quería viajar a los lugares de mis sellos», relata Gervasio Sánchez. Sesenta y dos años después de tomar esa decisión, se ha dado cuenta de que hizo bien, y que «ser un fotógrafo o un periodista de conflictos armados es algo que va desde la cuna hasta la tumba». Lo cual, dice, es muy difícil. «Lo más normal es que te maten, te hieran o te saquen de circulación por estrés postraumático».

Sin embargo, y a pesar de todo, ninguno de ellos tira la toalla. «Mi psicólogo es hacer historias de seguimiento de personas que han sufrido mucho; estar a su lado cuando han sufrido y estar a su lado en momentos felices», explica Gervasio, que no se imagina su vida siendo otra cosa que periodista. Una profesión con una «utilidad muy importante», es la definición de periodismo para la reportera Mónica García Prieto, que asegura que «es un trabajo que permite evitar que se repita la historia». Para Javier Bauluz, como para la mayoría de los que deciden subirse a un avión y contar lo que sucede en aquellos lugares en los que la gente ha sido abandonada a su suerte, «vale la pena el riesgo por contar lo que pasa en el mundo, porque si no el mundo no avanzaría» . Un sentir compartido por el reconocido Ramón Lobo. «Contar historias es de las profesiones más bonitas que existen. Nosotros, los periodistas, no solo somos cruzadores de puentes, sino que somos hacedores de puentes y no de muros».

Una vocación dura para las familias, pero ante la que, si se tiene, poco hay que hacer. «Si volviera a nacer, aún sabiendo que iba a pasar lo mismo, lo volvería a dejar», confiesa la madre de Beriain. De la cuna, hasta la tumba.

2 Comments

  1. Muy interesante, los periodistas de guerra son importantes para dar visibilidad a estos problemas

  2. Muy buen reportaje chicas!! Unos datos muy interesantes.👏👏

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