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Planeta en la balanza: ¿Puede el veganismo parar el cambio climático?

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Planeta abierto como un animal a la hora de comer. El Colectivo. 2019.

  • La capacidad de combatir el cambio climático de una dieta vegana es mayor que la de una dieta mediterránea

  • El veganismo se enfrenta a desafíos como la cultura, la desinformación  o la falta de concienciación

En un mundo donde el cambio climático empieza a golpear con fuerza, el veganismo emerge como una posible solución. Investigaciones recientes destacan esta filosofía, que se originó en el siglo XX, no solo como una manera de eliminar el sufrimiento animal, sino como una forma de reducir periódicamente las emisiones de gases de efecto invernadero y el uso excesivo de recursos naturales. Sin embargo, el camino hacia una adopción global del veganismo no está exento de desafíos. 

El veganismo es una ética y una filosofía que rechaza concebir a los animales como especies inferiores y, por tanto, su uso para cualquier fin humano. Al contrario que el vegetarianismo  que, si bien es cierto que elimina el consumo de carne y pescado y rechaza la utilización de los animales para la diversión humana, también lo es que mantiene la leche y los huevos en su dieta.

Esta corriente se empezó a cocinar hace relativamente poco. A principios del siglo XX se originó dentro de la cultura vegetariana, pero no fue hasta 1944 cuando se acuñó el término <<vegano>> por  Donald Watson, cofundador de la Vegan Society, la organización vegana más antigua del mundo.

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Donald Watson, fundador del veganismo. Vaca feliz. 2016.

 

Relación entre la dieta y el cambio climático

Si bien es cierto que el veganismo surgió a partir de una filosofía de compasión hacia el sufrimiento animal y una forma de lucha por los derechos de los animales, con el paso del tiempo, se ha constatado que una consecuencia de perseguir el bienestar animal es combatir la emergencia climática. Esto se debe a que la conexión dieta-calentamiento global se ha vuelto mucho más evidente en los últimos años.

La forma de producir los alimentos repercute en el medio ambiente, así como lo hace el crecimiento de bocas que alimentan. Este descubrimiento se realizó ya a finales del siglo XVIII cuando Thomas Malthus habló del problema de la escasez. Él decía que nuestra capacidad para producir alimentos crecía, pero a un ritmo inferior que el modo en el que se está reproduciendo la raza humana, y que en algún punto se produciría una catástrofe en el planeta.

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Catástrofe malthusiana. Relación alimentos-crecimiento de población. 2018.

Además, según un informe del IPCC de 2023 sobre el suelo y la tierra, las emisiones dentro de la actividad agrícola y procedentes de la expansión de las tierras agrícolas que contribuyen al sistema alimentario mundial representan el 16% y el 27% del total de las emisiones de GEI. 

Y no hay que olvidar que la reducción de los desechos de los alimentos también es algo que afecta al cambio climático. Un tercio de toda la comida que se produce se pierde, se desperdicia o se estropea, lo que produce que haya un enorme desperdicio de recursos como la tierra, el agua, la energía, etc. Y, además, se producen emisiones de gases de efecto invernadero innecesario. Según la ONU, si esta situación sigue así y no se reduce el desperdicio de comida, el mundo tendrá que producir aproximadamente un 50% más de comida en 2050 para alimentar a la creciente población, lo que significa más consumo de recursos y, por tanto, pisar el acelerador en la crisis climática. 

 

Industria pecuaria y el cambio climático

En el debate medioambiental, la industria ganadera  es un gigante con pies de barro en el debate ambiental. En relación con las emisiones de GEI y el uso de recursos, un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura de 2018 afirma que, únicamente la ganadería, aporta el 14,5% de todas las emisiones GEI. En concreto, por la producción de metano, el segundo gas de GEI más peligroso, que se origina a raíz de la digestión de los rumiantes (por sus eructos).

Además de las emisiones de GEI, la cría de animales cuyo fin es el consumo humano, también consume grandes cantidades de recursos, en comparación con los cultivos utilizados para dietas basadas en plantas. En lo relativo a la tierra, según otro informe de la FAO: <<La ganadería es, con diferencia, la actividad humana que ocupa mayor superficie de tierra>>. En total, a la producción ganadera se destina el 70% de la tierra agrícola mundial, lo que la convierte en un factor fundamental en la deforestación, lo que lleva a la pérdida de hábitats naturales por lo que se produce una disminución de la biodiversidad.

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Cerdos apilados en una macrogranja. Ecologistas en Acción.

Y como la agricultura es la actividad que demanda mayores cantidades de agua, a raíz de la ganadería el agua también se convierte en un recurso crítico. Se utiliza para satisfacer las necesidades de los ganados que, al igual que los seres humanos, son un 60-70% de agua. Además, hay que utilizarla para limpiar a los animales o para sistemas de refrigeración de la leche.

Por su parte, la industria pesquera también contribuye al daño medioambiental puesto que aumenta el deterioro del mar mediante el vertido directo de residuos de hidrocarburos de los barcos. Esta contaminación química, unida a la eutrofización que produce la pesca o la invasión de especies exóticas, también lleva a la pérdida de la biodiversidad de arrecifes de coral, praderas marinas, algas y muchas comunidades del fondo del mar. 

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Residuos que deja la industria pesquera. Semana.com. 2019.

 

Desafíos del veganismo

Si bien es cierto que el veganismo es una de las estrategias que trae muchos beneficios a la hora de combatir el cambio climático, también lo es que se enfrenta a varios desafíos para poder desarrollarse a nivel global. Uno de los principales es la percepción cultural. En muchas sociedades, la carne y otros productos animales son componentes centrales en la tradición culinaria, por ejemplo, para las celebraciones de Navidad, y optar por una dieta vegana puede ser visto como una ruptura de las tradiciones.

Además, existe el desafío de la desinformación y los estereotipos sobre el veganismo. A menudo, existen muchos mitos en torno al veganismo o se percibe como una dieta restrictiva o insuficiente desde el punto de vista nutricional, lo que puede desalentar a las personas a considerarla.

La falta de concienciación desde la infancia, mediante la educación, hasta etapas más adultas a través de los medios de comunicación, de las ventajas del veganismo para la sociedad. Es necesario explicar los prejuicios de la industria animal o concienciar de la gran magnitud del problema climático. 

 

Veganismo como freno del cambio climático

Por tanto, como consecuencia de la reducción del sufrimiento de los animales, también se puede combatir el cambio climático. El veganismo tiene implicaciones profundas en la conservación de la biodiversidad y en la sustentabilidad agrícola, puesto que al acabar con el consumo de la industria pecuaria a la que se destina el 70% de la tierra agrícola mundial, se reduce significativamente la presión sobre los ecosistemas y la pérdida de hábitats naturales, por lo que se mantiene la biodiversidad. 

Además, la huella de carbono de una dieta vegana es menor frente a la que producen otro tipo de dietas como la omnívora, la carnívora o la mediterránea. Según un informe del IPCC de 2023, la capacidad de mitigación del cambio climático de una dieta vegana es mayor que la de una dieta mediterránea. Mientras que la dieta vegana produce 13 kg de CO2 por persona a la semana, una dieta mediterránea produce 20 kg.  

Por otra parte, según un informe de la ONU de 2023, las dietas ricas en <<alimentos de origen vegetal como verduras, frutas, cereales, legumbres, frutos secos y semillas, y baja en alimentos de origen animal, tienen un impacto medioambiental menor>>, en cuanto a emisiones de GEI, energía, tierra y uso del agua. Por tanto, la relación entre el veganismo y el cambio climático no es solo una observación, sino que está respaldada por datos concretos. 

Por último, un estudio de caso interesante acerca de los beneficios del veganismo para el cambio climático se hizo en la ciudad de Berkeley. Consistió en implementar una política llamada <<Lunes sin carne>> en sus instituciones públicas. Los resultados preliminares, expuestos en una conferencia de sostenibilidad en 2023, mostraban que se había producido una reducción del 10% de emisiones de carbono en estas instituciones, lo que demostró un impacto tangible en el planeta de los pequeños hábitos diarios en dietas colectivas.

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